V e i n t i d Ó s

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En capitulos anteriores...

No estaba enfadada —  confieso sin contener mi risa. — Al menos hasta que supe que era mentira. Aunque he de admitir que ha sido gracioso verte nervioso y asustadizo.

Mi risa cesa en cuanto en su rostro aparece una sonrisa malévola.

Trago saliva.

— Conque esas tenemos— murmura, estruja mi trasero y se acerca en mi odio. — Has sido una niña mala — susurra y se me eriza la piel cuando su lengua toca mi lóbulo —. Creo que este hermoso trasero necesita unos azotes. — gimo vergonzosamente cuando sus dientes arañan la piel bajo mi oreja— Y no precisamente te los daré con mis manos.

Maldito caliente y sensual ángel.

Dios, dame fuerzas para aguantar otra sesión con este hombre.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Tengo calor.

Tal vez la expresión correcta sería; me estoy calcinando.

Abro los ojos. No veo nada, pero hace un calor del infierno. Estoy transpirando asquerosamente. Mi frente, nuca y canalillo se encuentran con una capa de sudor, provocada por las altas temperaturas.

Alzo las manos y tanteo en la oscuridad para poder caminar sin tropezarme. Si llega el caso de que algo obstruya mi camino, no quiero que sea mi nariz la que lo encuentre.

Pero, no camino.

Estoy flotando.

Flotando en la oscuridad, si nos ponemos más concretos.

Para corroborar mi teoría de que estoy "volando", flexiono mis rodillas y espero el golpe en mi trasero. Golpe que no llega y por lo cual me encuentro haciendo piruetas extrañas, como si estuviera en la cabina de una nave espacial y disfrutando como niña en un trampolín gigante.

Basta Katy. Madurez, por favor.

Aclaro mi garganta y sacudo mi pantalón de posibles e imaginarias motas de polvo.

Un pequeño destello llega a mis ojos y los entrecierro en esa dirección.

Es una llama.

Una pequeña, hermosa y candente llama.

Creo estar yendo en esa dirección, ya que cada vez la siento más cerca.

Mis manos pican ante el deseo de tocarla y no me quedo con las ganas de satisfacer dicho deseo. Pero para cuando mis dedos están a apenas centímetros de ella, ésta, se extingue.

Mi desconcierto aumenta cuando tengo que proteger mi rostro de una especie de explosión.

Una especie de graznido ensordecedor hace hueco en mis oídos.

Levanto la mirada y veo un ave cubierto de fuego. Ojos intimidantes, amenazan con desintegrar todo lo que se cruce en su camino. Alas abiertas, tan hermosas y espléndidas, como el mismo amanecer, dejan una estela ambarina a su paso. Las plumas igneas de su parte trasera, igual a las de un ave real, hipnotizan con su movimiento y elegancia.

Es un fénix.

De repente, con otro graznido, con sus alas extendidas, arde desde la primera hasta la última pluma, desapareciendo.

Me decepciono, queria seguir viendo aquella ave tan espectacular pero se ha evaporado tan rápido, que ni tiempo he tenido de grabarla en mi memoria.

Tan solo quedan sus cenizas.

Cenizas que me están dando escalofríos porque se mueven en esta oscuridad como si tuvieran vida propia.

Hago el intento de alejarme cuando ya es demasiado evidente de que parece tener un alma que quiere volver a la vida.

Pero es demasiado tarde.

Un brazo repleto de marcas tribales, desde sus dedos hasta la extensión que se pierde entre el polvo, me sujeta con fuerza del codo e impide mi huida.

— ¡Suryan!

Lo que antes sólo era un brazo, resurge como el cuerpo de un hombre.

—¡Suryan!

Doy tirones pero no consigo zafarme. Veo la sonrisa macabra que tira de sus labios y mis bellos se erizan.

Con su otra mano toma mi cintura y me apega a él. Arrugo la nariz asqueada ante el olor a carne quemada. Pongo las manos en su pecho desnudo para apartarlo, lleno de las mismas marcas y sisea como si mi tacto le proporcionara placer.

— ¡Suryan!

Pruebo con volver a llamarlo, tiene que funcionar. Siempre funciona. Siempre me socorre.

No me gusta esta pesadilla. Quiero despertar.

Mis ojos pican porque el tacto de sus manos se siente muy real por todo mi cuerpo.

Quiero despertar.

Quiero despertar.

Quiero despertar.

Abro los ojos de par en par cuando, nuevamente, de sus omoplatos se extienden en todo su esplendor, alas de acero con plumas tan afiladas como cuchillas .

— ¡Suryan!

—Está vez no podrá separarte de mi. Mi Estrella.

Cierro los ojos con fuerza y me repito a mi misma que es solo un sueño.

— Yo soy la Estrella binaria.

Es un sueño.

Es un sueño.

Es un sueño.

Abre los ojos mi Estrella, no me prives de ver la hermosura de tus orbes cuando llevo más de 2 millones de años sin tener ese privilegio.

Los cierro más fuerte.

— ¡Mírame! — me sacude.

No lo hago.

Suryan, por favor...

— ¡Maldita sea! ¡Mírame!

Abro los ojos y lo primero que veo, son un ojos tan rojos como el color del mismísimo infierno.

— Bienvenida a casa.

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Corto pero necesario.

*¿Qué teorías tienen?

Graciias por leer y comentar.

~Mary

Suryan ©  || [Sin Editar] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora