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Con pluma en mano y lágrimas en mis ojos, relato mi tristeza.

Jamás, en la vasta historia de mi existir, he derramado lágrima por dama alguna.

El reloj marca las ocho de la noche, la luna refleja su fulgor en cada perla salina que surca mi mejilla, cada gota solitaria, desahuciada y  sin anhelo de proseguir su viaje en este efímero teatro de la vida. 

Los hombres no lloran, dicen. Mas aquí me hallo, testigo de mi desconsuelo.

Un alma herida y un corazón desechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora