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Su paso era rápido y violento en cierto modo.

Evadí una fila de automóviles tan rápido como pude sin temor de ser atropellado.

-¿Puedo hablar contigo?- Le dije en un tono nervioso y débil, tomándole del brazo al instante que logré alcanzarla.

Un - ¡No!- áspero e hiriente salió de sus labios, junto con un abrupto movimiento de su brazo.

-¿Por qué?- fue lo que estúpidamente me atreví a decir.

-¿¡Te atreves a preguntar porque!?

Un alma herida y un corazón desechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora