Notamos que los asientos más próximos al pizarrón se encontraban libres y nos dirigimos hacia ellos.
Algo que solíamos hacer era disputarse el asiento que daba hacia el pasadizo, no sé porque no hacíamos pero se nos había hecho costumbre.
Muy a menudo, debería decir siempre, ella vencía.
Pero es que como no desistir ante tan cautivadora mirada, la cual hacia que me tiemblen hasta el aliento.
ESTÁS LEYENDO
Un alma herida y un corazón desecho
Historia CortaDicen que un hombre no llora, pero aquí estoy yo. Ella, una mujer paradisiacamente bella con una sonrisa deslumbrante, y yo un loco enamorado. Sus ojos son un pedacito de universo hecho de chocolate que se me antojan tanto comerlos aparte de mirarl...