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Notamos que los asientos más próximos al pizarrón se encontraban libres y nos dirigimos hacia ellos.

Algo que solíamos hacer era disputarse el asiento que daba hacia el pasadizo, no sé porque no hacíamos pero se nos había hecho costumbre.

Muy a menudo, debería decir siempre, ella vencía.

Pero es que como no desistir ante tan cautivadora mirada, la cual hacia que me tiemblen hasta el aliento.

Un alma herida y un corazón desechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora