El profesor anotó la última palabra en el gran pizarrón, a las siete y treinta de la noche, y dio por terminada la clase.
Vi como la mujer que hace palpitar mi corazón, cerró violentamente su cuaderno.
Se puso de pie y de manera apresurada se dirigió hasta la salida.
Esa noche no estaba dispuesto a dejarla ir sola.
Tomé mis cosas lo más rápido que pude y corrí tras ella.
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Un alma herida y un corazón desecho
Short StoryDicen que un hombre no llora, pero aquí estoy yo. Ella, una mujer paradisiacamente bella con una sonrisa deslumbrante, y yo un loco enamorado. Sus ojos son un pedacito de universo hecho de chocolate que se me antojan tanto comerlos aparte de mirarl...