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El profesor anotó la última palabra en el gran pizarrón, a las siete y treinta de la noche, y dio por terminada la clase.

Vi como la mujer que hace palpitar mi corazón, cerró violentamente su cuaderno.

Se puso de pie y de manera apresurada se dirigió hasta la salida.

Esa noche no estaba dispuesto a dejarla ir sola.

Tomé mis cosas lo más rápido que pude y corrí tras ella.


Un alma herida y un corazón desechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora