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Ella es sin duda una mujer divina, y no exagero en absolutamente nada.

Ella, con tan solo una mirada, puede enseñar a amar al ser más agreste.

Sus ojos son un pedacito de universo hecho de chocolate que se me antojan tanto comerlos aparte de mirarlos todo el día.

Y qué decir de su sonrisa, quién diría que de aquellos labios salen palabras y no avecillas.

Cuál pétalos refinados sería sentir su esbelta cintura entre mis dedos, acariciar su rostro, besar su frente, tenerla junto a mí.

Un alma herida y un corazón desechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora