Seguimos un corto tramo y llegamos a donde debíamos llegar.
Subimos las tediosas escaleras.
Yo iba detrás de ella, ingresamos al salón.
Este poseía cuatro reflectores ordenados de manera que todo el salón quede iluminado.
Las carpetas lucían deterioradas y presentaban rayones por todas partes.
Estas tenían capacidad para cuatro personas.
Al fondo se encontraba el gran pizarrón blanco con ciertos rayones y manchas negras del constante uso.
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Un alma herida y un corazón desecho
Short StoryDicen que un hombre no llora, pero aquí estoy yo. Ella, una mujer paradisiacamente bella con una sonrisa deslumbrante, y yo un loco enamorado. Sus ojos son un pedacito de universo hecho de chocolate que se me antojan tanto comerlos aparte de mirarl...