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Tan solo la miré y sabía bien que esto era el inicio del fin.

Ella no tardó demasiado tiempo contemplándome y se apresuró a comprar dos pulseras (que asegurarían nuestra relación a su parecer).

En mi muñeca izquierda ató una plateada que portaba la letra R de su nombre.

En su muñeca reposó una dorada con la letra S , de mi nombre, desde luego.

Un alma herida y un corazón desechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora