Tan solo la miré y sabía bien que esto era el inicio del fin.
Ella no tardó demasiado tiempo contemplándome y se apresuró a comprar dos pulseras (que asegurarían nuestra relación a su parecer).
En mi muñeca izquierda ató una plateada que portaba la letra R de su nombre.
En su muñeca reposó una dorada con la letra S , de mi nombre, desde luego.
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Un alma herida y un corazón desecho
ContoDicen que un hombre no llora, pero aquí estoy yo. Ella, una mujer paradisiacamente bella con una sonrisa deslumbrante, y yo un loco enamorado. Sus ojos son un pedacito de universo hecho de chocolate que se me antojan tanto comerlos aparte de mirarl...