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A la mañana siguiente tan solo atiné a observar su ojos a lo lejos.

Nuestras miradas duraron algunos segundos, lo que hizo que mi cuerpo nuevamente se prendiera, sin embargo, notaba algo en su mirada, algo extraño que ciertamente no era afecto o lo que yo esperaba.

Quería acercarme a ella para aclarar o arreglar en cierto modo las cosas y pedirle una disculpa por haber actuado, quizá, de manera atrevida para su parecer, pero mi timidez me jugó en contra.

Tan solo baje la mirada y seguí caminando.

Un alma herida y un corazón desechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora