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Esa misma noche.

El bus estaba a oscuras.

No había más ruido que el rose del viento con el parabrisas.

Ni más luz que un cuantas linternas al fondo que iluminaban el juego de naipes.

Ella se acercó a mi asiento.

Bajo la cabeza y se dejó caer a mi lado.

Un alma herida y un corazón desechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora