Especial

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¿Cuántas veces al día y por hora, un corazón llora en silencio por mantener su amor en secreto?

¿Cuánto es el tiempo adecuado que se debe soportar para no morir en el dulce veneno?

Tic tac, suena el reloj, tic tac, los minutos se escapan de tus manos. Tic tac, sabes que no te va a esperar, tic tac, sientes que te ahogas en toda esa marea de emociones.

¿Llorar? No se encuentra en tus planes. Eres muy optimista para aceptar la derrota.

Sueltas una carcajada ronca, tratas de desahogar toda la frustración que has acumulado por años con aquel insignificante gesto.

Te estás volviendo loco y lo sabes. Aceptas que tu locura es gracias a ella, pero no muestras ni una gota de arrepentimiento en todo esto. Estás seguro que terminará mal, que tal vez ese final feliz que buscas nunca se dará; que te seguirás escondiendo para poder mirar una de sus sonrisas; que mueres lentamente por la agonía de saber que nunca serás el autor de una de ellas. Y que debes conformarte con el simple hecho de esconderte como un criminal, un criminal por aspirar a un amor imposible.

Miras desde lo alto de la torre, tienes una vista perfecta de ella. Pero te aseguras que no te note. La timidez nunca ha sido una buena consejera ni compañera de un amante perdido.

Su cabello pelirrojo cae en pequeñas ondas alrededor de su rostro, esta vez lo lleva suelto y no en la típica coleta que suele usar. Desde lejos, notas cada una de las pequitas que decoran con delicadeza su rostro, lo observas embelesado y sueñas despierto en poder darle un beso, a cada una de las manchitas.

Lleva la bufanda de su casa alrededor de su cuello, un saco largo y negro, jeans y botas de peluche. Los pequeños copos de nieve que caen, contrastan con el color de su cabello.

Ella, solamente ella, es lo que sus ojos pueden enfocar en ese paisaje pintado de blanco por la nieve. Sonríe, y gira, sabes que la tranquilidad que buscaba estando sola se acabó. Un muchacho alto, de cabellos oscuros se acerca veloz, para luego arrojarla al suelo y rodar junto a ella. Ella lo empuja delicadamente tras balbucear algunas palabras que maldices por no poder escuchar, él arroja nieve a su rostro, empezando una batalla helada.

De pronto se detiene, te acercas más a la ventana de la torre para saber por qué. No puedes despegar la vista de ahí, es mejor irse por ahora, tu mente te reclama que no te sigas lastimando, pero tu corazón se niega a obedecer.

Ella baja la mirada, esta de espaldas. Él se acercó peligrosamente a la pelirroja. ¡Vete!, grita algo dentro de ti, ¡Vete!, pero cómo huir si no responde tu cuerpo al llamado.

La sigues mirando, sabes que nunca podrás alcanzarla, seguirás siendo un cobarde, que en ese momento será tu destrucción. Duele, pero no tienes ninguna herida, duele, y solo ella puede curarte.

Está ella ahí, a centímetros de él, tan lejos, a kilómetros; en su lugar, apartada de una serpiente. La sigues mirando, y las lágrimas empiezan a tomar el control de la situación.

- Mírame - susurras - Por favor- suplicas - mírame.

Papá una vez dijo que los niños buenos son recompensados, tú siempre le creíste, siempre has tratado de ser un niño bueno. ¿Acaso papá mentía y nunca habría recompensa?

- Mírame- tus palabras fueron cortadas por el frío viento de diciembre.

Cierras los ojos sin saber qué más hacer, presionas los puños en el umbral de esa sucia ventana, una lágrima recorre tus mejillas. Te la secas lentamente, del mismo modo que abres los ojos temeroso.

Azul, pero no es un azul cualquiera, son tan hermosos como el mar, azul profundo, azul sereno, real y verdadero, azul del cielo. Simplemente azul.

Ella estaba ahí, solo te mira a ti. El muchacho que la acompaña se va del lugar tras ser ignorado. Gris y azul, nada rompe la conexión entre ustedes. El rubor comienza a inundar tu rostro, la boca comienza a secarte, y no quieres moverte del lugar. Solo enmarcar el momento, detener el tiempo, guardarlo para ti.

- Me miraste - susurras - una mirada para mí - la sonrisa se abre paso entre las lágrimas.

Calor, ternura, alivio, y recuerdos, todo eso es ella capaz de darte con solo colocar su mano en tu mejilla. Él inclinó su rostro en su mano y disfrutó su tacto.

Mantenías los ojos cerrados, quería pensar que eso no era solo un sueño, que del mismo modo que, hace dos años atrás, ella hacía eso por él, que tal vez sus sentimientos la habían alcanzado. ¿Pero cómo eso era posible si, la chica dueña de cada uno de sus pensamientos, seguía siendo la pareja de ese estúpido Saari?

Permanecía con los ojos cerrados, como esa vez en la torre, con la esperanza de que, cuando los vuelva a abrir, estaría esos hermosos ojos azules observándolo.

Una corriente eléctrica que se apoderó de todo su cuerpo, abrió los ojos sorprendidos, luego los cerró dejándose llevar por el momento. Un sentimiento inexplicable lo envolvió, ya no existía ni bulla ni gente a su alrededor, solo los dos. Él la abrazó más a sí mismo temiendo que en cualquier momento perderla, que despertara de un momento a otro del sueño tan real que vivía. Ella de manera inexperta, al igual que él, profundizó el beso.

Tu ritmo es lento y tierno, grabas cada uno de los movimientos, disfrutas la dulzura que emana esos labios. ¡Está ahí, para ti! Grita una vocecita cargada de alegría dentro de ti. Tus brazos que rodean su cintura, haces que la atraigan más a ti. Para sentirte vivo, completo, feliz.

Respiras hondo, atrayendo el olor a rosas. Invadiendo tu alma, como lo hizo su presencia hace siete años. Tal vez falles al besar, tal vez no seas tan audaz, pero das todo de ti para que el momento sea perfecto, y estás dispuesto, encantado, a practicar con ella las horas que sean necesarias para convertirse juntos en expertos.

Al ritmo del beso ella acaricia tu cabello, juega con él, y sonríes pero sin apartar los labios. ¡Qué más da ya todo! La felicidad es desbordante y no puedes, ni quieres controlarla.

- Rose... - tu voz suena temblorosa, el miedo de manera veloz se apodera de ti. ¿Qué pasaría si despertabas de este ensueño y ella se disculpaba alegando que no debió haber pasado? Notas que posa con delicadeza su mano en tu rostro, te mira a los ojos, ¡Oh, bendito zafiros!, te sonrojas por el recuerdo y buscas desesperadamente entrelazar tus manos con las suyas.

- Scor, no digas nada por favor- usaba una voz melosa. Tierna, pensó al instante; mi niña hermosa - yo solo quería ir al baile contigo, solo contigo - las emociones las tenía a flor de piel y temía desmayarse- no lo olvides... solo contigo - contigo, repitió un susurro en su cabeza, siempre contigo.

Era ya el momento que había deseado, no había más vueltas que darle al asunto, iba a decir algo, tenía que decir algo. Pero notó que todas las miradas estaban posadas en ellos, definitivamente toda la magia desapareció y, no quería que su momento especial sea ultrajado por las miradas de todos. Definitivamente, debía ser privado, su hermosa princesa se lo merecía.

- Me tengo que ir - dijo Rose al no escuchar respuesta - pero llámame, eh - sonrió coqueta, y se retiró con paso ligero, muy parecido al que solía usar su Lily. Él se quedó petrificado en su sitio, con una mano en su corazón que latía a mil por horas.

No notó nada más, se perdió en el momento de felicidad, definitivamente, la locura era su dueña. Una locura que tenía nombre y apellido.

¿Cuántas veces al día y por hora, un corazón llora en silencio por mantener su amor en secreto?

¿Cuánto es el tiempo adecuado que se debe soportar para no morir en el dulce veneno del amor?

Tic tac, suena el reloj, tic tac, los minutos se escapan de tus manos. Tic tac, sabes que no te va a esperar, tic tac, sientes que te ahogas en toda esa marea de emociones. Tic tic, y esta vez lucharás, porque el momento había llegado y. tus sentimientos la habían alcanzado. 

15 pasos para conseguir una esposa (al estilo del ESCORPIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora