Scorpius Malfoy lleva enamorado de la prima de su amigo por casi 7 años.
Tras un pequeño incidente consigue una revista muggle y se deja llevar por los consejos de esta.
¿Podrá el joven hurón albino conseguir sus propósitos?
Es un Malfoy, no...
Caminaba agarrada del brazo de su padre, quería desaparecer del lugar cuanto antes, su cara estaba iluminada por el carmesí que le causaba su sonrojo y una enorme sonrisa amenazaba con aflorar.
- ¿Segura que no te sientes bien, princesa? - la voz preocupada de su padre la sacó de sus pensamientos.
- No papi, yo solo... quiero descansar- evitaba mirarlo a la cara. ¿Qué le diría su padre si se enterase de lo sucedido?
- Esta bien, agárrate fuerte - llegaron al espacio autorizado del jardín para poder realizar apariciones en ese día tan especial.
Los jóvenes habían regresado dos días antes a sus casas, pero aquellos que festejaban sus graduaciones o, formaban parte de los invitados; podían quedarse hasta el día de las festividades en Hogwarts. Si las maletas no eran recogidas, la directora se encargaba de enviarlas con un encargado por la red Flu.
Rose al ver su hogar soltó un suspiro. Las paredes blancas y las enormes ventanas siempre habían formado en ella un sentimiento de paz.
- Creo que aún es muy temprano - dijo su padre tras ver el reloj que descansaba en una de los estantes de roble que resguardaba celosamente las fotos familiares.
- Supongo que demoraran algunas horas en llegar - sonrió.
- ¿Estás mejor princesa? - la examinó preocupado.
- Sí papi, ahora voy a darme un baño y ponerme algo cómodo - se quitó los tacones con ganas de tirarlos al olvidó y dar un grito de liberación. ¡Cómo Victoire puede correr con esas torturas! Espera, es de tu prima... no puedes tirarlo, mejor los subo a mi cuarto y los dejo con cuidado al lado de mi cama.
- Espera, princesa.... - su padre detuvo su huida a su habitación. Se acercó a ella y la tomó con delicadeza de una mano para luego hacerla girar, logrando que el vestido se levante ligeramente - eres muy hermosa, mi niña, muy hermosa - ella levantó la vista, las pequeñas lagrimas que caían por las mejillas de su padre la enterneció.
- Gracias - se aferró a su pecho.
- Ustedes son lo mejor que me han pasado, no lo olvides mi pequeña, lo mejor y estoy tan orgulloso de ti - le dio un suave beso en la frente
Se separó un poco de él, aguantando las lágrimas - voy a darme un baño y luego bajó para comer algo.
- No soy muy bueno cocinando - se rascó la cabeza.
- Lo sé papi, ¿qué te parece si pedimos pizza? - su padre pareció meditarlo.
- Esta bien, no demores princesa - se dirigió a su habitación para quitarse el traje.
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Tras un baño rápido, se puso una ligera polera y pantalones sueltos, acompañados con unas pantuflas lilas. Su cabello mojado estaba recogido en un moño alto, y el sonrojo de su rostro había desaparecido.
