3. Adolescencia

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El tiempo pasa muy rápido cuando te envuelve la rutina, y en los años que siguieron, apenas surgieron eventos de gran interés. El Príncipe Noctis fue creciendo con la tranquilidad de cualquier niño pero con los requerimientos que su posición necesitaba. Sus notas eran notables y su entrenamiento físico y con armas habían ido mejorando poco a poco pero con constancia gracias a Gladiolus, el futuro Escudo del Rey, y su hermana no sanguínea, Amnis, a quien con el tiempo y bastante esfuerzo puesto por su parte, y algo de ayuda de su compañero de entrenamientos y el propio Príncipe, habían relevado de su puesto en el Servicio para entrar a formar parte de la Guardia del Príncipe junto con Gladiolus. Sin embargo el Príncipe no se quedó libre de alguien que le recordara sus obligaciones pues, aunque la persistencia y los recordatorios se habían reducido a la mitad con el cambio de puesto de Amnis, aún estaba Ignis como su consejero para estar encima de él como si una personificación de su conciencia se tratase.

Sin embargo, lo que para cualquier otro chico de su misma edad pudiera haber resultado todo un motivo de anhelo, para el Príncipe Noctis solo era una forma de sentirse excesivamente observado y controlado. No le gustaba la vida en la Ciudadela. Prefería estar más a su aire sin tener a nadie que le dijera continuamente lo que tenía que hacer o que tuviera cuidado. Debido a todo esto, al comienzo de su vida como estudiante de Preparatoria y aprovechando que la elegida para lo que "quería estudiar" estaba bastante lejos de dónde se encontraba la Ciudadela, consiguió convencer al Rey para mudarse por su cuenta a un apartamento que estuviera mucho más cercano. A pesar de todo, debía reconocer que nunca hubiera logrado ese grado de independencia si no hubiera sido por la mediación que tuvieron los otros tres en el asunto, asegurando al Rey su implicación a la hora de velar por la seguridad y bienestar del Príncipe.

Su preparatoria tampoco era algo muy especial. Estudiantes normales (de la zona o que se habían movilizado por cuestiones de especialización, al igual que Noctis) entraban a sus clases en un gran edificio de fachada enladrillada y ventanas con marcos blancos. El patio era como un enorme jardín en el que abundaba el "sol y sombra" que se filtraba a través de las hojas de los árboles que cubrían el camino hasta la entrada. En el interior, noctis pensaba en sus cosas apoyado en una de las paredes del pasillo que daba a su clase.

-¿Es el Príncipe?- Comentó una chica al pasar por su lado, reconociéndole.

-¡Vaya! ¡No puedo creerme que vayamos al mismo instituto!- Comentó la otra.

Noctis giró la mirada y echó a andar por el pasillo alejándose de la aglomeración que se estaba formando. Estaba cansado de ser siempre el centro de atención. Comprendía la novedad que suponía para ellos el tener a alguién de la Casa Real en su mismo espacio, lo que era poco habitual, pero aún así sentía como si todos tuvieran siempre las mismas reacciones predeterminadas. Casi podía adelantar en su cabeza los comentarios que se harían antes de que llegaran a sus oídos. Cuando salió al patio buscando algo de tranquilidad, la cosa tampoco cambió.

-¿Qué hacemos? ¿Vamos a hablar con él?- Sugirió otra chica, medio escondida con sus amigas detrás de las columnas del porche.

-No me atrevo- Rió una de sus amigas

De repente, sintió como una palmada en la espalda y al girar la cabeza, se encontró con un chico rubio de mirada alegre y gran sonrisa.

-¡Hola, alteza!- Saludó el recién llegado.

-¿Eh?- Acertó a reaccionar el Príncipe.

-¡Soy Prompto! ¡Un placer conoceros!

Noctis se le quedó mirando unos instantes y sonrió. Había cambiado bastante desde Primaria, pero le resultaba imposible olvidarse de aquel rubio gordinflón que parecía tener tantas ganas de acercarse a él desde que se vieron en un recreo pero que, a pesar de todo, nunca parecía haberse atrevido hasta ese momento.

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