8. Partidas

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Crowe sostuvo con cuidado la cajita en la que reposaba una peineta de oro blanco. Los diamantes que adornaban su centro, brillaban con luz propia otorgándole un toque especial a la elegancia y delicadeza que ya de por sí transmitía por sí sola.

-¿Una horquilla?- preguntó Nyx extrañado al verla en manos de Crowe.- No te imaginaba poniéndote algo así.- Bromeó provocando también las risas de Libertus a su lado.

-No es para mí, es un regalo para la Princesa. Pero ni una palabra, es alto secreto.

La furgoneta que estaba tras ella, su medio de transporte un pequeño tramo hasta que emprendiera su camino hacia Altissia, pitó haciéndola ver que estaba empezando a impacientarse.

-Bueno, tengo que irme.-Dijo mirando a sus dos amigos.

-Ten mucho cuidado.-Le advirtió Nyx preocupado.

-Ya sé que siempre te lo decimos pero eres como nuestra...

-...hermanita pequeña, ¿no? Sí, lo sé, ya cansáis con eso.- cortó la chica a Libertus.

-Nos conformamos con que vuelvas sana y salva, ¿vale?- Insistió Libertus. Crowe subió a la parte de atrás de la furgoneta y se quedó mirándoles antes de cerrar las puertas.

- Y me lo dice el lisiado....-se burló la chica

Acto seguido la furgoneta arrancó dejando atrás Insomnia durante un tiempo probablemente muy largo.

Mucho más lejos de allí en Tenebrae, un hermoso reino poblado por la vegetación y la armonía con el medio natural; donde los altos castillos se alzaban sobre plataformas de roca que parecían suspendidas en el aire, la princesa Lunafreya bajaba con apuro las escaleras que la llevarían fuera de su casa, dispuesta a huir de su reino, que ya no era suyo, pues había sido conquistado por el Imperio hacían ya unos años.

-¡Mi señora! ¡He dejado abierta la puerta trasera!- La avisó una mujer de su Servicio

-Gracias.- respondió ella simplemente, apurada por el momento.

-¿Estáis segura?- preguntó la mujer preocupada.

-Sí...- La princesa iba a responder algo más, pero fué interrumpida por los golpes a una puerta.

-¡Pues daos prisa!- La instó la mujer percatándose del poco tiempo del que disponían.

Sin embargo, fue tarde, pues en cuanto intentaron ir hacia la puerta se encontraron de frente con un pequeño cúmulo de soldados del Imperio.

-No recuerdo haberte dado permiso para abandonar tus aposentos, Lunafreya.- le echó en cara un hombre alto y rubio platino de aspecto fuerte y vestimentas en blanco.

-Ravus...- se impresionó la chica, pero poco le duró la sorpresa, pues antes de que se diera cuenta ya había vuelto a ser arrastrada hacia su habitación por él.

-Por tu propio bien, no saldrás de aquí hasta que partas hacia Lucis.- Le avisó el chico.

-¿Por mi bien?- Preguntó de vuelta la princesa- dime, ¿a qué viene todo esto? ¿Qué pretende el Imperio al casarme con el príncipe Noctis?

-Desean la paz. Tu boda tenderá la mano.- respondió el hombre.

-¿Pretendes que me crea eso?- Replicó la Princesa.

-Me da igual si te lo crees o no. No permitiré que le cuentes al asesino de nuestra madre tus delirios sobre un complot maligno.

-No deberías odiar al rey Regis. Nifelheim mató a nuestra madre, no él. La asesinaron y tu eres su perro faldero.

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