26. Amigas

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El fuego crepitaba tranquilo y la hoguera era la única fuente de calor de la que podían disponer. Sin embargo, tampoco estaban incómodas. Los leves y amortiguados sonidos en plena naturaleza, la extrañamente relajante oscuridad bajo un enorme cielo estrellado y la luna brillando suavemente sobre sus cabezas, iluminando las runas del santuario donde se estaban refugiando aquella noche, solo lo convertía en un remanso de extraña paz. 

Un leve bostezo hizo a la Espada levantar levemente la cabeza.

-Si estás cansada será mejor que descanses, Luna. Mañana nos espera un camino muy parecido al de hoy.

-Estoy bien, quiero disfrutar de esta paz un poco más.- Contestó la princesa reposando la barbilla sobre sus rodillas.- ¿Nos queda mucho hasta llegar a Duscae?

Amnis desdobló un mapa y se cambió de sitio para sentarse a su lado y verlo las dos juntas. 

-Estamos por aquí, o sea que en Duscae ya deberíamos estar. Si no tenemos muchos inconvenientes deberíamos poder llegar como mucho mañana a esta estación de servicio. No es muy elegante, pero nos vendrá bien para conseguir algo de información y provisiones. 

-Pareces desenvolverte bien en estas situaciones.- Se sorprendió Lunafreya.

-Bueno, yo solo actúo por repetición.- rió Amnis.- El que realmente sabe de esto es Gladio. Él, su padre e Iris se iban a menudo de acampada. Alguna vez me invitaron a ir con ellos y, la verdad, para ser dentro del Muro, se lo tomaban muy en serio.

La princesa rió. Le gustaba escuchar las anécdotas que le contaba Amnis sobre Noctis y sus amigos. Sentía que a través de sus historias era capaz de conocer a Noctis un poco mejor. 

-Hablas mucho de Gladiolus. No será que… ¿te gusta?- La picó con una sonrisa maliciosa. Apenas se vió por la escasa luz que había, pero por la expresión que puso, Luna podría haber jurado que el color de su cara era de un rojo intenso. 

-Es un amigo... Muy buen amigo. Aspirar a más solo me llevaría a estropearlo todo, y eso es lo último que quiero. Ya no solo por mí, sino también por Noct. Si vamos a ser su Espada y su Escudo, será mejor que no haya rencillas… ¿no crees?

La princesa sonrió empática. No lo había experimentado por ella misma, pero podía imaginarse cómo se sentía su amiga. 

-Aunque estar con la persona a la que amas continuamente sin poder expresar tus sentimientos no es… ¿como una tortura? A mi me resultaría demasiado difícil…

-Bueno, todo es acostumbrarse supongo. Al principio es difícil… ¡vaya si lo es…! pero supongo que con el tiempo, una situación que no cambia va apagando la llama… Es triste, pero es lo que toca.- Respondió con una sonrisa triste, intentando convencerse a sí misma.

-¿Y si tú le gustaras a él?- La chica pareció sorprenderse ante la pregunta de la princesa.- ¿Nunca te lo habías planteado?

-Él siempre está rodeado de chicas… a cual más espectacular. Dudo mucho que a mí me vea como algo distinto a una buena amiga… o incluso a una hermana. Hemos crecido juntos después de todo…- La chica hizo un breve silencio, quedándose algo pensativa.- Bueno, princesa, creo que deberíamos dormir ya.- Concluyó añadiendo un poco más de madera a la hoguera. 

La princesa sonrió asintiendo a sus palabras y ambas se tumbaron junto a la hoguera, buscando la fuente de calor. 

La noche no fue especialmente húmeda ni fría para lo que acostumbraba por la zona. Comparada con la desértica zona de Lleide, Duscae ofrecía un soplo de aire fresco después del agobiante y seco calor del desierto que habían dejado atrás hacían escasos dos días. 

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