7.- Sonrisas verdaderas.

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Me remuevo incómoda, quitando la colcha que cubre mi cuerpo y me acuesto sobre el lado izquierdo de mi cuerpo. Minutos después me volteo al lado derecho, luego me pongo boca abajo, para finalmente, ponerme boca arriba.

Suspiro con cansancio mientras cierro mis ojos con frustración. ¿Alguna vez les ha pasado que tienen sueño pero que no pueden dormir? Pues justo ahora me siento así. De un momento a otro me desperté porque mi celular había recibido un mensaje y desde entonces se me espantó el sueño, genial, ¿no? No sabía cuánto tiempo llevaba intentando volver a conciliar el sueño, pero justo ahora parecía una tarea muy difícil. Vuelvo a suspirar y me levanto de la cama para dirigirme a la cocina, no sin antes tomar mi móvil.

Reviso la hora; son las seis menos diez de la mañana. Suspiro de nuevo. Perdí la cuenta de cuántas veces lo había hecho, puesto que eran muchos y me aburrí de contarlos. El último que conté fue el número quince. Enciendo la cafetera mientras tomo un envase con agua y llenarla, para en otro compartimento, echarle café para colar.

¿Qué mejor manera que empezar el día viendo el amanecer? Era una de mis cosas favoritas por hacer, aunque no lo hacía tan seguido como quisiera, porque amo dormir y pues, me quedaba dormida...La razón principal por la que me gustaba ver el amanecer era que todo era silencioso, excepto el cantar de los pájaros, que era algo hermoso. Además de eso, era extremadamente relajante y podía observar cómo el cielo cambiaba de colores. Desbloqueo mi teléfono esperando encontrar algo entretenido en mis redes sociales, aunque lo dudaba, puesto que la mayoría de la gente aún se encontraba dormida. Después de un rato me aburro y lo dejo a un lado para después levantarme y servirme mi café.

Tomo un termo y lo lleno hasta el tope. Lo preparo ahí mismo, echándole azúcar y un poco de leche; al terminar, me regreso a mi habitación para ponerme unas botas y un abrigo antes de salir. La brisa haciendo contacto con mi piel causa que un escalofrío recorra mi cuerpo, haciéndome reír.

Debí traerme mi bufanda y mi gorrito.....ah, y mis guantes también, aunque no fueran necesarios los últimos, ya que me incomoda traerlos. Al fin de cuentas la temperatura de mis manos no cedía y quedaban igual de frías que antes, por no decir que todo lo que tomaba se me resbalaba de entre las manos. Aunque quisiera regresarme por las dos primeras cosas mencionadas, ya estaba alejada del apartamento y mi pereza no me permitía devolverme a por ellas. Le doy un sorbo al café y siento su calidez recorrer mi garganta, hasta llegar a mi estómago, haciéndome inmune al frío un segundo. Gracias a lo caliente del café, el termo se calentó por fuera, haciendo que mis manos no se congelen del todo.

Decido sentarme en la banqueta, donde me queda una vista perfecta para admirar el amanecer. Espero pacientemente mientras dejo que mi mente divague, y así perderme un rato de la realidad, solo viviendo en mi cabeza, en mi mundo, tomando café y estando relajada por la tranquilidad que recorre la ciudad. Cierro mis ojos y me concentro en lo que mis oídos captan.

El cantar de los pájaros hace que una sonrisa se dibuje en mi rostro. También puedo escuchar los motores de unos carros y cómo suena cuando pasan la carretera. Escucho el viento y trato de descifrar lo que quiere decir en los susurros que da; tal vez sea imposible, pero creo que si estás lo suficientemente callado y pones mucha atención, algún día puedas entender lo que éste quiere comunicarte. Mi abuelo me dijo eso cuando era una niña, y desde entonces cierro mis ojos, tratando de descifrar lo que el viento me quiere decir. Aún con los ojos cerrados, llevo el termo a mi boca y le doy unos cuantos sorbos cuando me doy cuenta que se ha enfriado un poco, pero al despegarlo de mis labios, la sonrisa que tenía antes pintada, vuelve a mí, y me llena.

—Nunca la había visto —dice la voz de un hombre a un lado de mí. Fue tanto mi susto que boté en mi lugar y grité con fuerza. Estaba tan absorta en mi mundo que no sentí cuando se sentaron a mi lado. Por fin decido dirigir mi mirada al intruso y me sorprendo de lo que veo, o más bien, de quién. Tal fue mi sorpresa al ver a Corey sentado a mi lado que se me olvidó el susto y me concentré en sus palabras.

Hasta que la última rosa marchite | Corazones Rotos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora