31.- Deseo concedido.

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—Vamos a la cama, cariño. —me dijo con voz suave.

Asentí con pereza.

—Está bien. —le dije, pero no moví un músculo, sino que me volví a acomodar.

Nos habíamos quedado un rato acurrucados en la banca, escuchando la radio de fondo. Me rodeaba con su brazo derecho, acariciando levemente mi oreja con sus dedos, dándole un masaje que había logrado que me quedara dormida en su pecho. Claro, él no se había dado cuenta de eso hasta que él decidió hablar sobre algo y no recibió ninguna respuesta de mi parte, solo un gran bostezo que logró sacarle una pequeña risa la cual alcancé a oír.

Cerré nuevamente mis ojos ya que no escuché nada más de su parte. Me sentía relajada, pero estaba un poco incómoda por la posición en la que me encontraba, pero no tenía ganas de moverme. Estaba muy agotada.

Al siguiente segundo sentí como se levantaba, causando que abriera mis ojos adormilada mientras lo veía. No me gustó para nada que se haya alejado, pero no me duró el disgusto más tiempo cuando pasó un brazo por debajo de mis piernas y la otra por mi espalda, levantándome. Rodeé el mío por su cuello, para detenerme un poco. Volví a abrir mis ojos, observándole desde abajo, admirando lo guapo que se veía en este momento.

Sonreí con los ojos cerrados.

Comenzó a caminar y como pude, hice un esfuerzo para hablar.

—Llévame a casa...

Silencio.

—Cariño, ya estás en casa. —besó mi frente.

Estaría mintiendo con descaro si dijera que eso no logró despertarme de golpe. Esta vez abrí los ojos grandes, sorprendida, conmocionada —y tal vez un poco asustada— por las palabras que habían formado sus labios.

Con cuidado me colocó sobre la cama, pero ahora no quería dormir. Me senté en la orilla del colchón. Notó mi reacción y me miró con fijeza con una sonrisa burlona en su rostro. No Corey, yo no le veía lo gracioso algo tan...grande y serio. Díganme exagerada pero vamos, apenas le había confesado que lo quería hace un par de horas, para que él dijera algo como eso.

Él no perdía tiempo.

—No te asustes, bonita.

—Yo no estoy asustada, Corey. —intenté ocultar mi expresión, pero muy en el fondo pude sentir cómo las populares mariposas hacían acto de presencia en mi estómago.

Tranquila, Soli.

Tomó asiento a mi lado y tomó mi mano. Despejó el cabello de mi cara y alzó mi mentón, haciendo que lo mirara; no había notado que no quería mirarlo. Mi respiración se descontroló, mi corazón se agitó y mi mente se nubló.

¿No vamos muy rápido?

—Vamos al ritmo perfecto, corazón. —rio y me atrajo para besar mi frente. Al parecer había repetido la pregunta en voz alta.

—¿De verdad? —asintió y me dio un pequeño beso en los labios.

Me abalancé sobre él y lo abracé con mucha fuerza. Solamente un novio había tenido, y eso pasó cuando yo tenía dieciséis años. Con él pensé que había conocido el amor, con él creí que me había enamorado pero no duramos más de ocho meses juntos. En aquel entonces creía fervientemente que nos quedaríamos juntos para siempre, no hasta que lo encontré besuqueándose con otra chica.

Primera vez que salí con el corazón roto por amor, pero lo suficiente para asustarme cuando me topé con este mismo tiempo después.

Y digo "pensé" porque ahora que estaba con Corey, he realizado que nada de eso se compara a lo de ahora, a lo que teníamos él y yo en este momento. Inhalo su aroma y me lleno con ella, tranquilizándome poco a poco.

Hasta que la última rosa marchite | Corazones Rotos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora