24.- Locamente.

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Aún recuerdo cuando recién había conocido al sr. Charlie, cuando yo esperaba poder ayudarlo a encontrar ese alguien que pudiera ser el pilar que él necesitaba cuando su esposa había fallecido y no tenía nadie en quién recargarse. Tiempo después, lo ayudé con mi cometido; conoció a una hija de la cual no tenía idea que existía y que en el paquete se le sumó un nieto: Corey.

También recuerdo querer ser con desespero el pilar de alguien y yo en verdad quise haber sido ese pilar que él necesitaba y tal vez, sí lo fui por un tiempo, pero de lo que yo no había caído en cuenta es que la que en realidad, la persona que realmente ocupaba uno con desesperación era yo. Usualmente, mi pilar siempre había sido Grace, era ella quien me sostenía, pero cuando me mudé, no realicé que ya no tenía a nadie que ocupara su lugar. Era la única persona que me entendía y sabía lo que verdaderamente sucedía con mi corazón.

No hasta el día de ayer. Lo que sucedió la noche anterior causó que me derrumbara tanto y que mis heridas ardieran hasta un punto que causaran otras pocas con el fuego de éstas mismas, que la única persona que pudo sostenerme fue él, Corey.

Cuando desperté, pude darme cuenta que ya no estábamos en nuestra posición inicial, sino que de alguna manera estábamos acostados en los asientos, abrazados el uno del otro. También observé que él ya estaba más que despierto, pero sin embargo se había quedado ahí, esperando a que yo despertara.

Me acurruqué en su pecho y Corey me estrechó aún más contra él, mientras que, por milésima vez, me besaba la frente.

—Lo siento tanto —dije con voz ronca, evitando que un sollozo saliera de mi garganta, ya que aún tenía ganas de llorar—. Nunca quise que de entre todas las personas, fueras tú el que presenciara lo de anoche.

—Bonita, ¿por qué no me lo dijiste? —Nos separó levemente, solo lo suficiente para poder vernos a los ojos.

Y como si me picara el asiento, me levanto con las pocas fuerzas que puedo reunir y me acomodo como puedo para sentarme, con él siguiéndome el ritmo. Sin querer darle la cara, escondo mi rostro en su cuello e inspiro su olor. Una mezcla de su perfume con un toque del olor a cigarrillo.

—Me mudé a Chicago solamente por una cosa, para empezar de nuevo, no para recordar lo que me había llevado hasta allá —digo. Me tomo unos segundos para separarme de él y enfrentarlo—. Nunca quise que esto saliera a la luz; simplemente quería enterrarlo y olvidarlo para siempre, pero después de lo que pasó, creo que no será posible.

Por un par de meses creí haber hecho eso mismo, pero mi pasado será algo con lo que tendré que cargar por siempre. Algo con lo que, tarde o temprano, tendré que aprender a vivir.

—Siempre supe que algo te había llevado a Chicago, sabía que aquellos ojos tuyos tan apagados tenían un pasado doloroso —mientras recita aquellas palabras, mira a la nada, recordando—. Y cuando noté que las chicas estaban distraídas y preocupadas, vinieron a mí y me lo contaron todo. Si yo tan solo...si yo me hubiera enterado de esto antes, habría venido contigo desde el día uno.

Al escuchar su confesión, la molestia inundó mi cuerpo unos segundos; Summer y Claire no tenían el derecho de haberle contado lo que yo con tanta dificultad les había dicho, pero en realidad eso no importó mucho. No ahora, con este problema recién sucedido. Después de todo, gracias a que ellas le hayan contado a Corey sobre mi pasado, él estaba aquí, conmigo. Si no hubiera sido por ellas, probablemente...no sé. No sé qué hubiera pasado conmigo.

—¿Hubieras venido después de aquella noche en que te lastimé? —Susurro, con un nudo en la garganta de tan solo recordar lo que pasó entre nosotros—¿Hubieras venido después de haberte alejado con mis palabras?

Hasta que la última rosa marchite | Corazones Rotos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora