Tres miserables días había pasado aquí, en mi ciudad natal, y a decir verdad, ya era insoportable.
Solo bastó un par de días para que nuevos rumores volvieran a esparcirse por ella. En realidad pensaba que estando aquí y manteniendo el perfil bajo, solamente enfocándome en Scotty y Grace, nada malo pasaría y una vez más me equivoqué.
Anhelé con que mi familia me recibiera de una forma completamente diferente a como lo hizo, por el simple hecho de no habernos visto ni haber estado en contacto por meses, pero al ver las reacciones de todos al verme allí, parada frente a ellos cuando entré al cuarto del hospital, sentí como me martillaban el corazón. Cómo las heridas que ya estaban sanando, se reabrían poco a poco.
Y dolía como el infierno.
Pero ahora que ya sabía las "buenas nuevas" que se decían de mí, no me importó en absoluto salir a caminar por las calles de la ciudad en aquel particular soleado dejando que todos me regalaran miradas cargadas de prejuicios. No me sentía con ánimos de nada. Lo único que quería hacer en este momento era regresar a donde realmente estaba mi hogar: en Chicago. Me había prometido a mi misma quedarme a cuidar a mi hermano pequeño hasta que supiera que él estuviera completamente recuperado, pero viendo cómo estaban las cosas, la situación en la que me encontraba, no creía aguantar mucho tiempo más. Inspiro hondo y sigo pateando la roca que tomé como juguete mientras caminaba, simplemente escuchando la conversación entre Grace y su novio.
—Vamos, Soli, quita esa cara, ¿sí? —me detiene mi prima y mientras me miraba con preocupación en su rostro.
—Así la tengo, no es como que tenga la opción de cambiarla cuando desee, ¿verdad? —mi intento de broma suena fatal al momento de pronunciarla. Me río sin ganas y Grace simplemente me mira con pena. Al parecer al único que le agradó mi chiste fue a Matthew.
—Hablaremos sobre esto luego. —susurra para que solo nosotras dos podamos escuchar lo dicho.
Y con eso seguimos nuestro camino, solamente que ahora intento cambiar la mueca en mi rostro y reemplazarla por una más alegre.
***
Se llegan las cinco de la tarde y nosotros ya íbamos de regreso a casa con un refresco en mano. Matthew nos invitó a comer pizza y la bebida fue lo único que había quedado para poder traernos de regreso. Él en realidad es un buen muchacho, y no podía estar más feliz por Grace, pero entonces el recuerdo de aquellos ojos azules me golpea con tanta fuerza que hace que me duela el pecho.
Había hablado con Summer, Claire, Dan e incluso Drew se había contactado conmigo para saber cómo seguía mi hermano y para preguntar cómo seguía yo. Hablaba con ellos seguidos, pero cada vez que me llegaba un nuevo mensaje, siempre revisaba el móvil con la esperanza que alguno de ellos fuera Corey, mas ninguno lo fue. Le había dejado en claro que quería que me dejara en paz, pero creí que al menos él me mandaría algún tipo de mensaje para saber cómo estaba ya que yo era una cobarde como para hacerlo.
Solamente esperaba que algún día me pudiera a mi misma perdonar por esto y que él también lo hiciera.
—¿Problemas en el paraíso? —la voz de Matt me saca de mis pensamientos, trayéndome de vuelta a la realidad. Yo lo miro con curiosidad, ladeando mi rostro.
—¿A qué te refieres? —Pregunto, para después buscar a Grace con la mirada— ¿Dónde está ella?
—Está tomando una llamada, pero me dijo que no te dejara sola. Viene justo detrás de nosotros —apunta hacia atrás con el dedo pulgar. Sigo la dirección en la que su pulgar apunta, divisándola caminando con el teléfono contra su oreja—. Y sobre lo otro, la verdad es que conozco esa mirada y eso solo significa una cosa: problemas con chicos —abro los ojos, sorprendida—. Reconozco esa mirada en donde sea; tengo tres hermanas y una madre soltera. —se encoge de hombros. Río por su comentario.
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Hasta que la última rosa marchite | Corazones Rotos 1
RomancePrimer libro de la trilogía: Corazones rotos. ***** Huyendo de su pasado, una chica fuerte y decidida, buscando nuevas oportunidades se muda a Chicago, en donde una tormenta desastrosa cargada de sentimientos encontrados la llenará. Una tormenta her...