14.- Encuentro sopresa.

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A veces me miro en el espejo y cuestiono quién soy. Quién es en realidad Soli Sanders. Justamente me pregunto eso ahora mismo; siento que estoy perdida y que tal vez nunca me encuentre a mí misma, es uno de mis mayores miedos.

Cierro los ojos, pero realizo que fue un error ya que una oleada de recuerdos me inunda con fuerza, haciendo que mi corazón se estruje.

No puedo darme el lujo de ser débil. Nunca.

Me aferro al pensamiento que gracias a todo eso, yo estoy aquí parada, con vida y ganas de seguir, con personas que realmente valoran mi persona. Al momento de abrir mis ojos, por primera vez en mucho tiempo puedo ver algo diferente en él: una chica valiente dispuesta a dejar todo atrás, puesto que eso era justamente lo que hice y soy. Me meto la idea en la cabeza de dejar de lamentarme por todo lo que me ha pasado, y tragarme ese episodio gris de mi vida. Estoy viva, estoy sana, estoy feliz. No permitiré que nada de eso cambie ahora. Pinto una sonrisa en mis labios, pero noto que ésta aún lo logra llegar a mis ojos. Todavía hay muchas heridas en mi corazón que no sanarán de un día a otro, pero mi siguiente objetivo era esbozar una sonrisa verdadera.

Justo como Corey me había dicho aquella mañana. Se me eriza la piel de sólo pensar en su nombre. Rápidamente descarto todo pensamiento de él.

Me dirijo a la cama y saco un viejo cuaderno que siempre traigo conmigo, y escribo. Escribo todo lo que siento porque ahora mismo éste objeto es el único que puede escuchar mis gritos internos, los que nunca he logrado sacar de mi sistema. Este pequeño y viejo diario conoce el sabor de mis lágrimas, tiene memorizado el sonido de mis sollozos por las noches de desesperación y conoce mi alma a la perfección, sabe de memoria mi completa historia. Este diario y Grace eran mis únicos confidentes, pero mi prima no conoce todo lo que se encuentra escrito en el objeto que tengo entre mis manos.

Termino de escribir y lo guardo debajo de la cama para después limpiar la única lágrima que logró escaparse de mí. Nunca he llorado más de siete lágrimas, siempre las contengo en mis ojos, porque no puedo permitirme desperdiciarlas en gente que en realidad no vale la pena. Poco a poco mi corazón fue construyendo un pequeño muro a su alrededor para protegerme a mi misma, uno que no he logrado tumbar.

Pero, extrañamente tengo el presentimiento que éste muy pronto caerá, que alguien podrá picarlo y atravesarlo.

Y creo tener una vaga idea de saber quién será esa persona.

***

Hoy es un día muy especial, y estoy muy emocionada por ello.

He convencido al Sr. Charlie de ponernos en contacto con su hija. Tardé días en convencerlo, tratando de que pusiera sus miedos a un lado, y cedió. Aceptó, más que nada por su esposa, ella quería que él buscara a Mary, que conociera a la hija de la que nunca supo su existencia.

Nunca es tarde para empezar de nuevo.

Tomo mi celular y llamo el número que está escrito en el viejo papel que Jess dejó, esperando con todas mis fuerzas que alguien tome la llamada, que el número telefónico todavía esté vigente. La esperanza llena mi cuerpo al escuchar que la llamada si pasó. Espero pacientemente a que alguien conteste, pero nadie lo hace. No me rindo y marco otra vez, viendo al pobre viejo hecho un manojo de nervios.

-Intentaré de nuevo. -le informo.

No sé cuánto tiempo paso con el teléfono en mi oreja ni cuántas veces he marcado. Creo que alrededor de trece.

Con las esperanzas por los suelos, me digo a mi misma que intentaré una última vez. Si no toman la llamada, al menos sabremos que lo intentamos y que no dejamos que la oportunidad pasara. Cuento los timbres, uno, dos, tres....cinco. Cuando estoy a punto de colgar la llamada, puedo escuchar una voz al otro lado del teléfono. Brinco de la emoción y lo pongo en altavoz, estrechándole el móvil al hombre sentado frente a mí.

Hasta que la última rosa marchite | Corazones Rotos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora