30.- Un sabio consejo y una pieza de baile.

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Domingo

Hoy sería nuestro último día aquí, en esta bonita casa en Shutterville.

Suspiro con tristeza, recordando y analizando lo que pasó anoche, puesto que después de eso, lo menos que pude hacer fue dormir. Estuve por horas revolcándome en la cama, que un día antes se sentía de lo más cómoda, pero que ahora parecía de lo más molesta. La consciencia no me dejaba en paz y lo único que quería hacer era estrellarme con algo para caer en la inconsciencia y no despertar por largos días.

El plan de hoy era llevarme a conocer un poco la extensa ciudad, pero a decir verdad, no tenía muchas ganas de hacerlo, sino prefería la idea de quedarme aquí, tal vez durmiendo o encontrar un buen lugar en el que podría estar tranquila, pero la otra parte de mí quería salir a explorar un poco y estar más tiempo con los chicos aquí.

Y teniendo en el pensamiento a todos ellos, me es imposible no notar que todos estaban fingiendo entusiasmo o felicidad, puesto que en sus ojos podía notar el mismo sentimiento, uno que aún no lograba descifrar.

—Soli, ¿ya estás lista? —me llama Claire desde la puerta, terminando de abotonar su pantalón.

—¿Eh? —me sobresalto— Oh, sí, claro. Vamos. —dibujo una sonrisa forzada en mis labios. Ella sonríe de vuelta.

—Genial —me jala del brazo—. Verás, primero quiero que vayamos a comer a este restaurant, la comida es deliciosa y...—comienza a parlotear, pero dejo de prestarle atención cuando diviso a los demás.

Aún enganchada del brazo de Claire, llegamos hacia los chicos, que al parecer nos estaban esperando. Frunzo mi ceño al ver a Corey, el cual no estaba sonriendo, sino que estaba con la mirada perdida.

La voz de la castaña llama la atención de todos y de inmediato veo cómo este me regala una sonrisa. Así me gustaba más.

Tal y como dijo Claire, se hizo todo lo que ella había dicho, y en todo el trayecto no me soltó ni un segundo. Ella estaba más entusiasmada que yo, y que todos los demás, en realidad.

Y cuando menos pensé, ya estábamos de vuelta en la casa de lago, guardando todo nuestro equipaje, preparándonos para despedirnos de este bonito lugar. Nos veremos el año que viene. Claro, si todavía estaba viva para ese entonces. Já.

Las horas que pasamos en el coche en el trayecto de vuelta a Chicago pasaron más largas. La razón es que en este viaje casi no había dormido. Esta vez, Corey se sentó de nuevo junto a mí, pero desde el principio. No esperó a que durmiera para acompañarme en el trayecto.

Yo no me quejé, sino que sonreí internamente.

Eran alrededor de las dos de la mañana y todos los demás ya habían caído profundamente en un sueño, a excepción de Drew y yo.

—¿Qué opinas de la casa del lago? —Pregunta viéndome a través del retrovisor— A que es genial, ¿no? —sonríe. Enfoca su vista de nuevo en la carretera.

—Sí, me ha encantado —le devuelvo la sonrisa—. Lástima que solo vengamos una vez al año. Esperaré con ansias el que viene para que todos volvamos. —digo con entusiasmo.

La sonrisa de él tiembla un segundo con lo que dije, pero después de eso no se dijo nada más. Tampoco tentó el tema con el chico que tenía dormido a mi lado, con la cabeza reclinada en mi brazo derecho.

Espero unos minutos para que la atención de Drew esté completamente en la carretera de nuevo para enfocarme en Corey.

Sonrío disimuladamente al verlo tan sereno, con la respiración controlada. El corazón se me acelera con tan solo hecho de tenerlo tan cerca, y lo que por días estaba tratando de negarme a mi misma pero que ahora no podía hacerlo más. Lo extrañaba, con locura. Estúpidamente pensé que si no lo aceptaba, no se hacía verdad, pero eso solo hacía que el sentimiento se hiciera más fuerte cada vez con cada día que pasaba.

Hasta que la última rosa marchite | Corazones Rotos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora