Corey
Exhalo el aire que contienen mis pulmones mientras la veo marcharse de mi casa; cierro los ojos mientras me paso una mano por el cabello, frustrado.
¿Por qué la he dejado ir?
Doy media vuelta y golpeo la pared solo una vez. Desde que esta mujer llegó, solo ha logrado confundirme. Estaba dispuesto a dejar que me rompieran el corazón, solo por ella. De lo que no me di cuenta es que el momento en que ella dio un paso fuera de mi casa, en mi corazón se hizo una pequeña rajada, pero rememorando mi promesa, estaba dispuesto a esperar por ella.
El tiempo que le tome dejar sus miedos de lado. Claramente vi ese sentimiento llenando sus ojos amielados.
Pero más preguntas acorralan mi mente. Unas que solo logran frustrarme aún más.
Anoche pasé el susto de mi vida. Si nunca la hubiera seguido, si no hubiera escuchado su voz gritando desesperadamente mi nombre no sé qué le hubiera pasado. Ese pudo haber sido la última vez que la viera. Se me eriza la piel al pensar lo que le pudieron haber hecho aquel par de malnacidos.
No quiso que la llevara a un hospital y respeté su decisión. Tal vez si la hubiera llevado, no hubiera podido quedarme con ella toda la noche, tratando de transmitirle la seguridad de que yo estaría ahí para ella. Me partía el corazón al verla tan asustada, con sus bonitos ojos más apagados de lo normal, con el sentimiento de esperanza completamente esfumado de ellos. La llevé a mi casa para poder abrazarla toda la noche, refugiándome en la patética excusa que ella estaba asustada. Cada vez que ella despertaba gracias a una pesadilla era inevitable pensar en mí.
Yo también las tuve. Pero me alegró ser yo la primera persona que viera cuando realizara que simplemente era sueño y decirle que todo había pasado. Cuando Soli tuvo la certeza que nada más le pasaría al fin pudo descansar. Lloraba mientras dormía y me sentía inútil porque lo único que podía hacer era estrujarla entre mis brazos...y ella me lo permitió.
¿Por qué?
Ella me devolvió el abrazo y me sentí débil ante su tacto. Me dejó entrar en contacto con su cálida piel, me permitió cambiarle la ropa. Le quité lo que solía ser antes un vestido blanco, gracias a las manchas de tierra que ahora lo cubrían. La vestí con mi camiseta viendo que ésta le llegaba a los muslos. Me negué a cubrirla con la ropa que en veces Summer y Claire dejaban cuando venían. Sentía que tal vez así, sería la única oportunidad que tuviera para cubrirla con algo mío; tenía la sensación en la piel de que nos separarían. Tal vez ella dejándome a mí o yo dejándola a ella.
¿Pero cómo podríamos dejarnos sin siquiera haber empezado algo? Por lo contrario, al parecer, lo estábamos...ella lo evitó.
No pude dormir en toda la noche, el sueño había dejado mi cuerpo, solo cerraba mis ojos a ratos, tratando de dormir un poco, pero su cuerpo estremeciéndose me lo impedía.
Yo ya estaba despierto cuando ella empezó a acariciarme el rostro. No abrí mis ojos, quería seguir sintiendo sus palmas sobre mi piel, quería dejarla pensar que estaba dormido para no interrumpirla, pero me fue inevitable no suspirar ante su tacto.
¿Por qué me acarició?
Me sentí completamente desarmado cuando me dio un pequeño beso.
¿Por qué me besó?
Mientras me sentaba en la orilla de la cama pude encontrar la razón detrás de todo lo que estaba haciendo, porque yo lo estuve haciendo durante toda la noche. La admiré mientras dormía y acaricié su terso rostro. Soli estaba intentando descubrir qué era lo que podría llegar a sentir por mí, o tal vez solo confirmando sus sentimientos. Yo ya lo sabía.
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Hasta que la última rosa marchite | Corazones Rotos 1
RomancePrimer libro de la trilogía: Corazones rotos. ***** Huyendo de su pasado, una chica fuerte y decidida, buscando nuevas oportunidades se muda a Chicago, en donde una tormenta desastrosa cargada de sentimientos encontrados la llenará. Una tormenta her...