Quince

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—¿Por qué no nos contaste que ya tenías novio? —pregunta mi tía Dina en un interrogatorio que apenas inicia—. Cuando te pregunté hace un rato no lo mencionaste, Theresa.

Todas las mujeres en la mesa están atentas, escuchándolo todo y escaneando a mi supuesto "novio", el cual había entablado una extensa conversación con la abuela en cuanto yo me volteé.

No hay mucho tiempo para responder. La tía Dina ya está tomando la palabra cuando me doy cuenta.

—Este chico es mucho más apuesto que el otro —opina uno de mis parientes, el cual no puedo identificar. Esto llega a los oídos de la abuela, atrayendo su atención y la de Kieran, provocando que se apoye sobre la mesa para acercarse y escuchar—, ese noviecito tuyo, ¿cómo se llamaba?, ¿Taylor?

—Es una suerte que lo dejaras ese... Trevor no era para ti —dice la abuela acompañando sus palabras con un movimiento de su mano dando a entender que tiene poca importancia.

—Travis. Se llamaba Travis. —El fastidio se hace presente en mi voz.

No pensaba pasar mi tarde evaluando a mi antiguo novio y comparándolo con Kavinsky. Primero porque no hay punto de comparación, y segundo porque Travis era parte de la época en que creía que debía traer a mi novio a conocer a mi familia. No tardé en aprender que antes de dar ese paso él debía saber lo loca que puedo llegar a ser a veces, así luego podría mostrarles de donde salió tanta locura.

Aunque debo reconocerle a Kieran que lo está controlando bien. Si fuera él ya hubiera tomado mis cosas y corrido lo más lejos posible.

—Ese chico definitivamente no era para ti. Tú y Kieran hacen una hermosa pareja, querida. —Mis tías no tardan en asentir y dar comentarios afirmativos (algunos más molestos que otros) sobre mi vida amorosa.

Mi hermano, que entra al comedor con un par de fuentes en las manos nos dirige una mirada entre sorprendida y molesta. Mamá está detrás de él, ya puedo ver su lado casamentero aflorando en ella y eso es lo que colma mi paciencia.

—Abuela, no somos novios —exclamo. Recorro la sala con mis ojos para que esas palabras calen en lo profundo de las cabezas de todos, aunque dudo que alguien realmente me haya escuchado de verdad.

Ella toca mi hombro maternalmente y me sonríe.

—Tessi, está bien. No debe darte pena, somos tu familia. Además, querida, yo que tú presumiría a un chico así de apuesto. En mi juventud... —Parpadeo repetidas veces mientras ella sigue contando una de sus incontables historias. Acabo de decir que no hay ningún vínculo entre Kavinsky y mi persona, y mi familia lo ha interpretado como le place.

Perfecto.

Por lo visto, yo soy la única a la que le molesta la situación porque Kieran está muy a gusto en su lugar junto a mí. Comiendo todo lo que quiere y charlando con mi abuela como si fuera la suya.

Así pasa una hora, en la que trato de no atragantarme y comer como una persona normal.

—Y... Kieran —me tapo la cara cuando papá quiere participar en la charla —, ¿qué puedes contarnos sobre ti?

Creo verlo vacilar cuando voltea a verme y nuestras miradas se cruzan por segunda vez desde que entró en mi casa. Por una milésima de segundo creo que está buscando mi ayuda. Sin embargo, habla con su naturalidad de siempre, con un poco menos de su característica superioridad.

—Claro, señor Grier.  Soy capitán del equipo de lacrosse de la escuela, en el que su hijo jugaba. Eso ya lo sabe, he venido un par de veces a su casa luego de ganar algún partido.

Instantáneamente la conversación toma un rumbo distinto al de hace minutos atrás. Ahora, se trata de tácticas, de la temporada y demás cosas que yo no entiendo.

Ayudando al PlayboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora