—Lindy se fue. Yo también debería irme.
—No, Theresa quédate. No hay nada para hacer hoy. Podríamos quedarnos un rato para que me entrenes. —Su propuesta me deja descolocada.
—¿Y qué haríamos luego?
—No lo sé. Yo pago el almuerzo, ¿te parece?
Muerdo mis labios y lo medito unos segundos. ¿Qué puede salir mal si paso un rato con el playboy de la escuela?
—Bien —acepto de mala gana—. Pero luego tengo que irme.
—Entonces, ¿a dónde vamos?
—Ahí —apunto al supermercado—, quiero verte en acción. Y así puedes practicar para cuando tengas que hablar con Lindy.
Caminamos entre la muchedumbre hasta atravesar la entrada. Lo llevo por los pasillos buscando una presa para que pueda atraparla. Doy con una perfecta: rubia, ojos claros, con lentes, no obstante, con mirada decidida y parece ser de las que no se deja engatusar fácil. Ella servirá.
—Ella. La que está viendo fijamente una caja de cereal.
—No está mal. —La escanea de arriba a abajo sin reparo alguno.
—Okey. Ahora debemos lograr que saques esa cara de querer comer viva a toda chica que consideres que es linda. —le proporciono una cachetada con la cual la cara de caníbal que tenía se relaja un poco.
—¿Qué tiene de malo?
—A las zorras con las que te acuestas les gusta ser un bocado de comida, sin embargo, las demás detestan ser un pedazo de carne. Y te lo repito, no seas arrogante.
—Entonces...
—No abras la boca más de lo necesario —ordeno —. Pregúntale del cereal y háblale del cereal que te gusta.
—Odio el cereal. —Levanto ambas manos para estrangularlo, pero me detengo al recordar que todavía tengo que terminar de ver un par de series y de seguro no podré hacerlo desde la cárcel.
—Solo no metas la pata. —Me coloco detrás de él y pongo una mano en el centro de su espalda—. Ahora, ve y has tu magia, tigre. —Lo empujo y se aproxima a hablar con la chica.
Lo observo coquetear como un profesional. Platican unos minutos, mientras yo finjo que estoy decidiendo qué comprar. Por unos segundos, me distraigo con un paquete de caramelos masticables que amo y al darme vuelta veo a Kavinsky y a la rubia comiéndose la boca.
Definitivamente me equivoqué, esta chica es más fácil que Jen con unas copas encima.
Vuelvo a los caramelos, ya que son más interesantes que un par de adolescentes hormonales. Escaneo el estante en busca de otra delicia para llevar. Un minuto después, tengo ambas manos repletas de manjares: los caramelos, obviamente, galletas de chocolate, Kit Kats, paletas multicolores, bombones y otras cosas más.
Mi tonta e ingenua yo de hace unos instantes creía que podía salir de aquí sin caer en la tentación de llevarse todo el cargamento de dulces del supermercado, que ilusa. Cualquiera que pase por aquí pensaría que alguien ha saqueado el supermercado. Aunque ahora mi parte racional hace su aparición demandando que revise si tengo suficiente dinero para pagar todo y así ahorrarme vergüenzas —aunque lo creo imposible, ya que he dejado las estanterías vacías—. Con toda la tristeza del mundo me deshago de casi todo, sintiendo que mi corazón se parte en miles de pedacitos, y me quedo con la bolsa de caramelos... la vida es cruel.
De la nada, un par de manos tapan mis ojos impidiéndome ver algo. Forcejeo tratando de quitármelas de encima sin conseguirlo.
—¿Quién soy? —dice una voz grave en mi oído provocando que me estremezca.

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Ayudando al Playboy
Genç KurguTessa (Theresa) Greir, tiene un alto coeficiente intelectual, pero no es la típica nerd. Es sociable, tiene un grupo de amigos y no es una marginada. Kieran Kavinsky, popular, PLAYBOY con mayúscula porque hace lo que sea para llevarse a una chica a...