CAPITULO 22

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—Un momento.

Deylan se detuvo en el centro de la plaza junto a una especie de monumento en forma de monolito. En la parte superior, una pieza de metal sujetaba varios aros entrelazados los unos con los otros. Deylan se lo quedó mirando y lo señaló. Ni Breis ni Mac entendieron bien.

—Perdone —Deylan paró a una de las muchas personas que pasaban por allí—. ¿Puede decirme quien ha hecho eso?

El hombre lo miró extrañado, como si no entendiese la pregunta y negando con la cabeza, sin decir palabra, continuó andando.

—Disculpe —preguntó a otro—. ¿Puede indicarme quien es el autor de esa obra?

Nuevamente negaron con la cabeza

—El viejo Beloc, eso lo ha hecho el viejo Beloc, un loco que vive en la colina de Arún —dijo una mujer bajita que había visto a Deylan mostrar su interés por la escultura.

—Es él —dijo mirando a sus compañeros—. El padre de Kálay era aficionado a las esculturas y había una igual que esa, pero más pequeña, en un rincón del salón de su apartamento.

—La mujer ha dicho que es un viejo —apuntó Mac.

—Y loco...—remató Breis.

—Es él, cien por cien seguro.

—¿Cuántos años tiene el profesor? —preguntó Breis curiosa.

—Kálay estaba a punto de cumplir los dieciocho cuando le dijeron que su padre había muerto. Por aquel entonces, yo todavía no conocía a Kálay, pero recuerdo que me contó que la última vez que vio a su padre fue para su 51 cumpleaños y siempre se entristecía al pensar que nunca lo vio cumplir los dieciocho. Así que si no me fallan los cálculos el profesor debe rondar los cincuenta y cinco —les explicó—. Es mucha coincidencia que esa sea la misma escultura que había en su casa. Ha de ser él, lo presiento.

Deylan y sus presentimientos. Mac puso los ojos en blanco. Debía estar alerta, sabía lo propenso que era Deylan a meterse en problemas.





Se reunieron en el punto de encuentro, un pequeño puesto de comida abarrotado de gente. Breis y Mac aparecieron con varios cuencos repletos de fideos con setas mientras Deylan les explicaba a los demás lo de la escultura y toda la información que durante horas habían averiguado. Estaba convencido de que el viejo loco al que llamaban Beloc era sin duda el padre de Kálay.

Tras la comida, buscaron a uno de los droides de protocolo para que los trasladase a la puerta de salida, debían recoger sus cosas y poner rumbo a la colina de Arún, que según le habían dicho estaba a menos de un kilómetro de la colonia.

La tormenta de viento había pasado, pero el aire y el frío seguían siendo intensos y molestos. Se cubrieron con las capas térmicas para protegerse y avanzaron por el escarpado terreno siguiendo las indicaciones que a Deylan le habían dado. Apenas debían tardar unos minutos en ver las luces verdes y rojas que coronaban la colina. En el cielo, el gran Saturno con sus anillos dominaba el cielo de color lila intenso. Paris miró hacia arriba justo en el momento en el que un reflejo verde serpenteó en el aire.

—Se aproxima una tormenta eléctrica, eso es chungo, muy chungo. Sek, el matado de la segunda escuadra, me dijo que los pilló una vez una tormenta de estas. Contó que los rayos caían como chuzos y que dos pavos del grupo quedaron fritos cuando una de esas mierdas los alcanzó.

—Paris, ya basta —lo reprendió Deylan.

—Yo solo aviso, tronco.

Si las miradas matasen, Paris hubiese muerto en ese mismo momento. De no ser por sus excepcionales condiciones, Deylan haría ya tiempo que lo habría desechado. No llevaba nada bien los embates barriobajeros de Paris, pero lo necesitaba, pocos eran los que habían aceptado aquella misión y si algo les debía era gratitud por el apoyo incondicional que le habían demostrado.

TIME OUT. Legacy (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora