CAPITULO 33

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Todo el Consejo permaneció en silencio, resignados debían acatar la decisión de la mayoría. Ninguno de ellos estaba satisfecho con el resultado, aunque todos, cada uno a su manera, tenían sus razones para hacer lo que habían hecho. Por primera vez en 150 años un miembro no perteneciente al Consejo había sido elegido Alto Gobernador de la Unión de Planetas. Hacía diez días que la Alto Gobernador Moon había muerto repentinamente víctima de un paro cardíaco y tal y como ordenaba la Constitución Global, el Consejo disponía de quince días para escoger a su nuevo representante.

El barón sonrió triunfal, por fin todas las piezas del puzle empezaban a encajar. Llevaba meses empleado a fondo para conseguir que los votos del Consejo le fueran favorables una vez la Alto Gobernador estuviera fuera de juego. Necesitaba siete votos de los trece para conseguir el nombramiento. No fue nada difícil conseguir convencer a cinco de ellos dado el alto grado de corrupción que se movía por las altas esferas de la Unión, solo le faltaban dos para conseguir su objetivo. Lo tenía todo controlado hasta el día en que la Alta Gobernador Moon lo convocó para una reunión de urgencia y le informó sobre los últimos informes recibidos de la luna Juno: era demasiado arriesgado iniciar la extracción de Elión; los factores de riesgo superaban con creces las ventajas que la inestable fuente de energía podía ofrecer así que la Alto Gobernador había decidido paralizar las obras de construcción de la estación. La historia se repetía, como habían hecho años atrás, volvían a clausurar la luna, algo que el barón no estaba dispuesto a permitir.

No fue nada complicado poner a su mejor solador, Némines, al servicio de Moon que, siguiendo las instrucciones del barón, le fue administrando la nano-toxina que acabaría con su vida. Todo se había precipitado, necesitaba dos votos más para su nombramiento y apenas disponía de tiempo así que empleó toda su astucia y malas artes para conseguirlo. Una semana después de la muerte de Moon lo tenía todo atado y preparado, era cuestión de días que el Consejo lo nombrase XXIV Alto Gobernador de la Unión de Planetas.

Estaba en la cumbre más alta a la que un ser humano podía llegar. Ni en sus mejores sueños había imaginado que un día sería el cabecilla de toda la humanidad y estaba dispuesto a hacer historia. Estaba convencido de que la poderosa fuente de Elión supondría un antes y un después para sus propósitos haciendo caso omiso a todas las voces que le advertían del peligro que suponía la poderosa fuente de energía. Ahora ya no tenía oposición ninguna y podía disponer de los medios a su antojo, estaba preparado, había llegado el momento de acelerar el proceso y poner la estación de Juno en funcionamiento.

Orgulloso avanzó por el amplio pasillo que lo llevaba hasta el voladizo que había en la primera planta de la torre Vega, un balcón que, a modo de escenario, se levantaba frente a la gigantesca plaza de La Liberación. Fuera, la multitud se agolpaba expectante para conocer y ovacionar a su nuevo líder. Nehmen-Rah cruzó el umbral y salió al amplio balcón. Como siempre, iba vestido con un traje largo y negro hasta los pies de corte asiático. Los rebordes rojos y dorados brillaron a la luz de las potentes luces que lo enfocaban. Avanzó con las manos metidas entre las anchas mangas. La música resonó por toda la ciudad en el mismo momento en el que todos los edificios se iluminaban de un color rojo intenso. Al victorioso compás de la música, el impresionante logo con el águila plateado de SKY se materializó en la fachada del edificio Vega, extendiendo sus protectoras alas. Era la primera vez que la Ceremonia de Nombramiento se celebraba por la noche. Algo que el barón quiso hacer para dar más efectismo y espectacularidad al acto, a la vez que evitaría que su imagen quedase expuesta a la multitud. Las grandes pantallas que se repartían por toda la ciudad no ofrecían imágenes del evento, como hubiese sido de esperar, en su lugar se proyectaban gigantescas imágenes tridimensionales sobre la Unión que dieron aún mayor espectacularidad a la ceremonia. El despliegue era impresionante, dos hileras de guardias, ataviados con el atuendo asiático de la guardia personal del barón, salieron detrás de él y se apostaron en los bordes del amplio balcón. Nehmen-Rah permaneció en el centro y con un solemne movimiento se quitó la amplia capucha que cubría su cabeza. La iluminación cambió por completo, los focos dejaron de iluminarlo. La multitud agolpada en la plaza enmudeció, poco o nada sabían sobre aquel hombre, la elección del Alto Gobernador era siempre así, una figura desconocida a la que al instante empezarían a reconocer y respetar. Nunca más tendrían ocasión de ver al Alto Gobernador en directo, salvo aquellos privilegiados que tuviesen asuntos que tratar o fuesen convocados por el consejo.

Una plataforma iluminada de blanco radiante se materializó a los pies del barón que al instante se elevó quedando suspendida a unos metros del suelo. Nehmen-Rah separó sus brazos y triunfal los elevó hacia la multitud en clara señal de ofrecimiento. La gente, embriagada por la música y el juego de luces, en ese momento enloqueció. Desde la distancia y con las luces estratégicamente colocadas era prácticamente imposible ver siquiera los dos largos apéndices de sus dedos. Los gritos y vítores hacia su nuevo Alto Gobernador fueron absorbidos por la mente enfermiza del barón que satisfecho sonrió. Por fin había realizado su sueño, la gente lo adoraba como si de un dios se tratase. Estaba dispuesto a convertirse en el Alto Gobernador más venerado de toda la historia, quería que la gente lo amase por encima de todo y para demostrarle su agradecimiento y predisposición había proclamado tres días de fiesta y celebraciones en la capital, New L.A. a la que todo el mundo, desde cualquier rincón del sistema solar, estaba invitado.

Las fuentes de sarla dieron paso a la locura, la rica bebida alta en alcohol no estaba al alcance de todos y una oportunidad como aquella no se podía desperdiciar. Durante dos días, las fuentes ofrecieron el rico néctar a todo el que lo quiso degustar sin restricción alguna, algo nada habitual en la capital. Las reacciones no se hicieron esperar, miles de personas ebrias campaban a sus anchas por toda la ciudad. Era demasiada gente para tenerla controlada y todo se desbordó. Los saqueos empezaron a producirse, robos, violaciones y abusos de todo tipo se desataron por todo New L.A. Aquel fue el primer error del nuevo Alto Gobernador que, decepcionado ante el poco agradecimiento que había mostrado la gente, dio orden de detener a todo aquel que causase o hubiese causado algún daño. Miles fueron las detenciones que se realizaron entre los veintiocho millones de habitantes que tenía la ciudad. Algunas de ellas fueron justificadas, otras simplemente denunciadas por aquellos que pretendían algún tipo de venganza hacia sus amigos, familiares o vecinos. La celebración se convirtió en una oscura y descontrolada caza de brujas. Eran muchos los detenidos y antes de que la situación se le fuera de las manos, el barón ordenó la eliminación de lo que él consideró una panda de insurgentes dispuestos a acabar con el régimen. Para él era una clara conspiración encubierta para derrocarlo. Muchas fueron las personas que murieron en aquella noche a la que todo el mundo llamó la noche de la sarla. El barón había cometido su segundo error. Lejos de ser amado por su pueblo se había convertido en la persona más odiada y a la vez temida de todo el sistema solar.



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TIME OUT. Legacy (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora