CAPITULO 8

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—No, no, no, se han equivocado, yo no debería estar aquí.

Las tres jaulas empezaron a elevarse lentamente hasta quedar en el interior de la nave. La compuerta se cerró con un fuerte estruendo. Casi al unísono, la compuerta del techo empezó con un movimiento en espiral hasta quedar totalmente cerrada con un largo chasquido succionando el aire de la gran sala de embarque. Los tres jóvenes se quedaron inmóviles en su interior. Ninguno dijo nada, solo se miraron entre ellos y callaron.

Era una sala oscura, de frio metal en paredes, suelo y techo. La poca iluminación provenía de los escasos puntos de luz que habían sobrevivido a lo que parecían actos de vandalismo. Todo estaba sucio y descuidado y un olor a rancio enrarecía el ambiente. Kálay miró a su alrededor, aparte de ellos tres solo había dos grandes contenedores en el otro extremo de la sala. Como por inercia, se dirigió hacia una de las paredes. Lo único que se oía era el ruido sordo de sus botas al repicar contra el suelo de duro acero. Allí no parecían haber puerta alguna, era como su estuviesen encerrados en una gran caja de metal. Varios paneles totalmente destrozados se concentraban en un extremo. ¿Qué habría pasado allí? Kálay era ajeno a todas las historias que sobre aquel lugar se contaban. Winter se acercó a él.

—En otros tiempos esto sería el hangar de recepción. Está todo destrozado —miró a su alrededor.

Kálay seguía sin decir nada.

—Eso debe deben de ser alimentos —dijo Winter señalando las dos grandes vainas que había en el otro extremo de la sala. —Deben de aprovechar los ingresos para abastecer la prisión. Lo que significa...

La pared que estaba junto a las vainas empezó a moverse con un gran estruendo.

—Tuerto, deberíamos escondernos ¡Vamos! —el instinto de supervivencia de Winter se puso en modo alerta.

Sin pensarlo tiró de Kalay y los dos se agazaparon detrás de uno de los paneles.

—¡Eh! ¡Espagueti! ¡Aquí! ¡Aquí! —Hizo señas a Tyler para que se escondiese con ellos.

Tyler ni se movió. Permaneció impasible con sus largos brazos colgando en medio de la sala viendo como la puerta se abría. Estaba aterrorizado.

Varios hombres cruzaron la puerta. Winter pudo contar un total de once.

—¿Qué tenemos aquí? —gritó uno de ellos acercándose a Tyler. —¡Nos han dejado un regalo! ¡Parece que hemos sido buenos! —rio a carcajadas.

Era un hombre alto, imposible definir su edad, tenía el pelo largo y una espesa barba, pero lo que más impactó a Tyler fue la falta de un brazo.

—¡Carne fresca! —gritó otro de ellos lanzándose contra el joven. —¡Menuda mierda! ¡Es un manojo de huesos!

—Hará un buen caldo —apuntó un tercero cogiendo a Tyler de la mandíbula.

Tyler estaba aterrado. Tenía la cara de aquel hombre a escasos centímetros de la suya; le faltaba un ojo que ni siquiera llevaba cubierto con un parche y la mitad de la cara llena de profundas cicatrices. Se acercó aún más y empezó a olerle la cara como un perro.

—¡Anaconda! Deja al muchacho. —ordenó el hombre manco.

El hombre de las cicatrices se acercó aún más y sacando una lengua bífida se la pasó por la cara.

—¡Que lo dejes, joder! —volvió a ordenar a carcajadas el manco dándole un fuerte golpe en la cabeza.

Tyler se orinó encima. Apenas se le aguantaban las piernas y todo su cuerpo estaba temblando.

—¡Vosotros, a las vainas! —mandó el manco a varios de sus hombres que sin decir palabra fueron directos a los contenedores—. En cuanto a ti, no creo que sirvas ni para hacer un buen caldo. Joder, cada vez los envían más secos y raquíticos.

El manco se lo quedó mirando de arriba abajo y con un rápido gesto metió sus sucios dedos en la boca de Tyler.

—Qué dientes tan perfectos.

—Yo no debería estar aquí —dijo Tyler con voz temblorosa.

—Joder, nadie debería estar aquí.

—Pero lo mío es un error, mi destino era otro... —Su voz era apenas audible.

—Sí, claro —se lo volvió a mirar, dejando la mirada fija en su entrepierna mojada —Nadie debería ir meado. ¡Quitadle los pantalones! —rio.

Varios hombres se abalanzaron sobre él.

—¡Un momento! ¡No! ¡No! ¡Noooo!

Desde su escondite Kálay y Winter observaron horrorizados.

—Tenemos que ayudarle —dijo Kálay.

—Ni loco. ¡¿Tú has visto a esos animales?! Ya no hay nada que nosotros podamos hacer por él.

Tyler seguía gritando. Los hombres acabaron de arrancarle la ropa y lo tumbaron en el suelo. El joven no paraba de gritar revolviéndose como si su cuerpo estuviera poseído.

—Ahora verás porqué lo llaman Anaconda —rio uno de ellos—. ¿Pensaste que era por su lengua? —. Las carcajadas resonaron por toda la sala.

—Darle la vuelta, dejadme ver ese culito —rio Anaconda.

Los gritos de Tyler se fundieron entre las carcajadas y vítores de los demás hombres.

—¡Eh! Dejadlo entero para luego —gritó el manco—. ¡Es para todos! —gritó soltando una sonora risotada—. ¡¡Asegurar esas vainas!! ¡¡Nos largamos!! —ordenó a los hombres que estaban al fondo.

Winter y Kálay vieron alejarse al grupo de hombres por la misma puerta que habían entrado. Los primeros llevaban las grandes vainas que, flotando en el aire, las conducían por el ancho y largo pasillo que había tras la puerta. Todos los demás iban detrás y los últimos arrastraban el cuerpo de Tyler que, con ahogados quejidos, había dejado ya de resistirse a sus agresores.

—¿Qué van a hacer con él? —preguntó Kálay visiblemente afectado.

Winter lo miró en silencio. No le gustaba recordar sus años de infancia donde los abusos de ese tipo habían sido una constante en su dura vida.

—Nada que te gustase, te lo aseguro —dijo al fin—. Olvídate de él y por lo que he visto solo espero que no dure mucho con vida.

La pared empezó a moverse de nuevo.

—La puerta va a cerrarse, tenemos que salir de aquí o quedaremos atrapados. —Winter se levantó.

—Yo paso, me quedo.

—Si te quedas morirás, aquí no hay nada.

—Me quedo —se rindió.



Se han llevado a Tyler... que les pasará? 

TIME OUT. Legacy (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora