CAPITULO 38

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Durante los meses siguientes, Kálay se preparó a fondo para la misión que tenían por delante. El grupo, con Kron Skinwood a la cabeza había trabajado más unido que nunca planeando como parar la construcción de la Estación Negra. Los informes que a través de Dragane les llegaban no eran nada alentadores: la construcción de la estación estaba prácticamente acabada. Las idas y venidas del Alto Gobernador Rah eran cada vez más frecuentes lo que apuntaba a una inminente puesta en marcha del complejo. Según Dragane, la hipótesis que apuntaba a que la Estación Negra era en realidad un arma letal, cobraba más fuerza a cada día que pasaba. Poco imaginaban la descomunal fuerza que escondía la siniestra estación.

Emily, por su parte, había colaborado en todo lo que Kálay le había permitido. Él insistió desde el primer momento en dejarla fuera de la misión. Emily no estaba preparada y lo último que quería era ponerla en peligro. Su relación se había ido retomando, aunque a un ritmo más lento del esperado. Los fantasmas que habitaban en Kálay habían creado una barrera infranqueable entre ambos. Habían sido muchas las veces en las que Emily había intentado cruzar la barrera y entrar de lleno en lo que había ocurrido en Odisseus, pero Kálay se cerraba en banda y no quería ni oír hablar del tema. Emily quería entenderlo, insistía en que hablar del tema le ayudaría a superarlo, pero para Kalay era un muro demasiado grueso y doloroso como para derribarlo. Tan solo una vez, Emily consiguió encaramarse a ese muro, Kálay le confesó que, tanto él como Winter, habían sufrido durante meses todo tipo de abusos. Aberraciones que solo con recordarlas lo partían en dos y que lo último que quería era hablar del tema.

Desde aquella última conversación, Emily nunca más insistió, respetó los deseos de Kálay y se centró en recuperar al joven que la había enamorado. El trabajo resultó más duro de lo esperado. Al principio todo era novedad, todo era sorprendente, incluso podría decir que vivir en aquella época no era tan terrible como se lo habían planteado, pero con el tiempo las percepciones fueron cambiando. Las novedades dejaron de ser alucinantes para convertirse en algo normal y cotidiano. Siempre recordaría el primer día que vio un crucero interestelar. Estaba en el apartamento con Kálay cuando todo empezó a temblar. Ni él ni su madre se inmutaron, siguieron con sus quehaceres como si nada. ¿Era un terremoto? Un zumbido sordo, ahogado, inundó su cabeza ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué se quedaban como si nada? De repente todo oscureció, Kálay, al ver su cara de estupor se acercó a ella y con una sonrisa la condujo hasta la ventana más próxima. Lo que vio la dejó sin habla, la inmensa nave copaba el cielo hasta donde ella alcanzaba a ver. Era gigantesca y llena de miles de lucecitas que parpadeaban formando un espectáculo maravilloso.

—Es un crucero —le explicó Kálay—. Cerca de aquí se encuentra una de las bases principales del sistema.

Una película de ciencia ficción no, lo siguiente. Fueron varias las veces que se topó con aquellas gigantescas naves y siempre se detenía a observarlas. Ahora, en cambio, apenas se daba cuenta cuando uno de aquellos descomunales aparatos pasaba por encima de su cabeza. Había incluso llegado a acostumbrarse a la comida, aunque no eran pocas las veces que echaba de menos un buen chuletón cocinado al más puro estilo argentino. Kálay no se equivocó cuando les contó que el único motivo para comer en su época era el de alimentarse, que ya nadie se sentaba en una mesa para, simplemente, disfrutar de un buen ágape. Recordó el día en el que decidió montar un festín, menuda locura, Kálay recorrió cielo y tierra para encontrar todos los ingredientes que ella le había pedido, eran varias las opciones, ya que no sabía lo que podría encontrar. Kálay compró un sucedáneo de agua a precio de oro y consiguió la harina con la que poder hacer la pasta. Le fue imposible conseguir el marisco, pero sí que pudo traer una especie de langostas de crianza artificial, era un animal que nunca había visto, pero que serviría bien para su propósito, solo lamentó no poder disponer de unas almejas o mejillones que tanto sabor le daban al plato. Kálay la sorprendió gratamente al mostrarle unos tomatitos y sucedáneo de ajo que había conseguido en el mercado negro. Su famoso plato de pasta Frutti di Mare no le quedó nada mal. Kron se presentó con una caja de seis botellas de vino blanco, que, lejos de parecerse al chardonai, cumplió bien su función. Kálay prefirió no pensar en cómo habría conseguido aquellas botellas o lo que le habrían costado. A pesar de su esfuerzo, la comida resultó ser un auténtico fiasco. Juntar a Kron y a Merim en la misma mesa no fue la mejor de las ideas, Kálay ya le advirtió, pero ella, testaruda como siempre, insistió. Aunque Merim ya había recuperado a su hijo, la relación con Kron había ido de mal en peor, y cuando la Estación Negra salió a relucir en la mesa, la conversación se puso al rojo vivo. Por mucho que le explicaron, Merim seguía sin entender la obsesión de su marido por aquella misión sin sentido. Exponer a su hijo, después de todo lo que había pasado, era algo inasumible para ella. Deylan y Mac procuraron mantenerse al margen, Winter seguía estando, pero sin estar, como si con él no fuera la historia y luego estaba Breis; a Emily nunca le gustó aquella chica, no le gustaba su forma tan díscola de actuar, no le gustaba como la miraba con esos aires de superioridad, aunque lo que no soportaba era ver como miraba a su chico. Kálay volvía a estar en plena forma, había recuperado su cuerpo de antaño, Emily no lo había visto nunca tan musculoso, parecía incluso más alto y sin duda su atractivo deslumbraba a todo el que se le cruzaba, algo que no había pasado desapercibido para Breis que, constantemente, le lanzaba la caña intentando pescar sus favores. Emily se habría tirado sobre ella cada vez que la joven acariciaba sinuosamente a su novio de no ser por la indiferencia que Kálay le mostraba en todo momento. Fuera como fuere, la comida acabó con una desbandada general y Merim, como siempre, llorando sola en su habitación.

TIME OUT. Legacy (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora