CAPITULO 19

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—Sam, solo queremos hacerte unas preguntas —dijo Deylan intentando parecer amigo.

Sam los miraba con cara de no entender muy bien de qué iba aquello. Había acudido a Rhona escondiéndose de un algo desconocido que sin piedad estaba acabando con sus compañeros. Todo empezó tres años atrás cuando el barón Rah lo había aislado sin saber por qué en unas instalaciones de cuarentena donde había permanecido junto con sus compañeros. Hacía una semana que, después de una dura y larga batalla legal, los habían soltado. Desde entonces, uno a uno habían sufrido inexplicables accidentes que los habían llevado a la muerte. Solo quedaba él que, sin saber qué hacer ni cómo actuar, se había refugiado en casa de Rhona.

—Qué queréis saber —dijo con apenas un hilo de voz.

—Será mejor que nos relajemos —apuntó Deylan—. ¿Tienes sarla?

Sin duda si algo podía levantar la moral y volverlos a un mundo de colores con un solo sorbo esa era sin duda la sarla, una bebida energética hecha a base de extractos que se consumía a raudales por todo el sistema. Era una evolución natural de lo que antaño había sido la cerveza con unos nuevos efectos que se adaptaban al ánimo del que la consumía, conservando todo el cuerpo y sabor de la antigua bebida.

Rhona sacó un barril de sarla helado de cinco litros y lo depositó sobre la mesa que se había materializado ante ellos segundos antes. Puso la mano sobre el panel y cuatro jarras emergieron del centro de la mesa.

—Servíos vosotros mismos.

Mac cogió una a una las jarras y la llenó con el preciado líquido.

—Helada, como a mí me gusta —dijo Deylan pensando en voz alta sin quitarle la vista de encima a Rhona.

Rhona puso los ojos en blanco, había olvidado lo crispante que Deylan podía llegar a ser.

—Háblanos del día en el que según dicen tuvisteis contacto con el patógeno.

Sam tomó un largo sorbo de sarla.

—No hubo ningún patógeno, llegaron tres reparadores. Dos llegaron primero, uno era el mayor Zheng, al otro no lo reconocí —dio otro sorbo.

—Sigue —lo apremió Deylan.

Rhona y Mac se miraron el uno al otro con complicidad, pendientes de lo que allí estaba a punto de suceder.

—Luego llegó la chica. Recuerdo que llegó echando humo por sus piernas que estaban completamente deformadas. El barón Rah se acercó a ella, no pude ver bien lo que pasó, hablaron y minutos después ella estaba muerta.

—Los otros dos que llegaron. Háblame de ellos —Deylan estaba tenso y nervioso—. ¿Viste al que llegó con el mayor Zheng?

—Era joven, alto... rubio... —Sam notó como todo su cuerpo se encogía.

Deylan se puso de pie y empezó a dar vueltas frotándose el pelo con una mano.

—¡Era él, era él, lo sabía! ¡Era Kálay!

—Pudo ser cualquiera —apuntó Mac—. No nos precipitemos.

—Recuerdo que llegó gritando, estaba muy cabreado e intentó volver a meterse en el vórtex.

Deylan se extrañó de oír aquello, de haber sido Kálay no entendía por qué querría dar media vuelta y regresar. Si hubiese sido él habría querido quedarse, no dar media vuelta. Por unos segundos pensó que se había equivocado y abatido dejó caer los hombros.

—¡Skinwood! Recuerdo que el barón lo llamó Skinwood.

Mac se puso en pie. Deylan se había quedado helado. No reaccionaba, y de repente se giró abalanzándose contra él. Lo abrazó.

—Es él Mac —le susurró agarrado a él con la voz quebrada—. Es Kálay. Hace tres años... hace tres años que llegó...

—Vamos a encontrarlo, tío.

—El piloto le dijo a Breis que lo había llevado a Odisseus. El peor agujero de todo el sistema ¿Qué ha hecho, Mac?

Mac se lo quedó mirando, todo el mundo conocía las historias que se contaban sobre Odisseus y las pocas probabilidades que un joven como Kálay tenía de sobrevivir en aquella prisión. Si había un lugar en el universo donde nadie querría estar ese era sin duda Odisseus.

—Va a ser complicado y si el barón está detrás de todo esto...

—Voy a ir a buscarlo, Mac. Voy a sacarlo de ahí.



Aparcó su libélula frente al oscuro edificio. Recordó la última vez que había estado en casa de Kálay justo después de su graduación ahora hacía algo más de tres años, desde entonces no había vuelto a ver a la madre de su amigo. Ni siquiera sabía si seguiría viviendo allí. Subió las escaleras de dos en dos, respiró hondo y llamó. La imagen de Merim Skinwood se materializó frente a la puerta.

—Buenos días señora Skinwood.

—¡Deylan!

Un chasquido abrió la puerta. La madre de Kálay lo recibió con un cálido abrazo.

—Menudo hombretón te has hecho, qué guapo estás —dijo emocionada.

Deylan sonrió, parecía que las cosas no le habían ido muy bien, se la veía cansada, abatida. Un halo de tristeza la envolvía como una nube y sabía que verlo a él no le hacía ningún bien. Asumir que su hijo nunca volvería la había destrozado y su presencia no hacía más que recordarle su pérdida.

—Estoy muy orgullosa de ti. He seguido todos tus logros desde el principio, todo el mundo te admira y te adora.

—Tampoco es para tanto. No se crea todo lo que se dice, es puro márquetin.

—Solo hay que mirarte —sonrió—. ¡Y que bien hablas!

—Acabará por sonrojarme señora Skinwood —bajó la cabeza y se frotó el pelo con una mano.

Merim lo miró y sonrió. Aquel gesto le recordó a su hijo. Retiró la silla y se sentó mientras Merim preparaba una bebida caliente. Cogió dos cuencos, los llenó, los dejó sobre la mesa y se sentó frente a Deylan.

—Hemos encontrado a Kálay —le soltó.

Merim se agarró al cuenco con las dos manos miró fijamente su reflejo, sin levantar la cabeza, perdida entre las hondas de la humeante bebida. Deylan se quedó en silencio, debería haber sido más delicado, no soltarlo así de golpe. Las manos de la mujer empezaron a temblar y muy despacio levantó la cara y lo miró.

—Llegó hace poco más de tres años. —No tenía ni idea de cómo enfocarlo. Dijera como lo dijera lo que debía explicarle no iba a ser nada agradable.



Y a petición de una buena lectora, hoy, capitulo doble. 

TIME OUT. Legacy (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora