CAPITULO 50

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—Dos minutos para el llenado del cuarto cuadrante —informó Horemheb con esa expresión de pocos amigos.

En unos minutos el arma estaría cargada.

En la pantalla el planeta Marte, y tras él, el grueso de la fuerza rebelde donde Talos Nadrik esperaba la señal para iniciar el ataque.

Kálay miró el panel superior, la línea roja había rellenado ya más de la mitad de su recorrido. En apenas una hora, los datos de Zaphire se habrían trasladado y el gran ciber-cerebro volvería a estar operativo, poniendo en peligro cualquier cambio que los rebeldes pudieran hacer. Todo parecía perdido, estaba claro que el asalto a la estación había fracasado y, por si fuera poco, Lansky, o lo que quedaba de él estaba a punto de lanzar su arma contra Marte para destruir a la pequeña flota rebelde. Su única esperanza era que alguno de los demás hubiese podido enviar un mensaje a Nadrik alertándoles del peligro. Resignado, miró a su padre.

Kron entendió al instante la mirada de su hijo, como él, sabía que las cosas no podían ir a peor.

—Iniciando el llenado del quinto cuadrante —Horemheb parecía preocupado y movía las barras de información de un lado al otro.

La carga de Zaphire entró en su recta final. Se habían completado las tres cuartas partes.

—Señor, tendremos el arma cargada en unos minutos.

Nehmen-Rah miró a Horemheb y sonrió triunfal. Era su gran momento. Con las manos en la espalda se posicionó frente al gran panel y miró la imagen de Marte.

—Poco se esperan el regalo que estamos a punto de enviarles —siseó.

Kron apretó los puños. Era todo cuanto podía hacer.

Emily no pudo reprimir un escalofrío al escuchar la siseante voz de su tío, era como una serpiente sucia y rastrera. Se fijó en su cabeza, ahora sin pelo, en su piel casi traslúcida que dejaba entrever sus venas por las que de vez en cuando circulaba una especie de líquido negro. Era ciertamente repugnante. ¿Cómo había llegado a aquello? Del otro lado tenía al padre de Kálay, su mirada de rabia y odio lo decía todo. Toda una vida luchando para llegar a esto, era injusto que todo acabase así. Y qué decir del propio Kálay, estaba convencido de que la misión iba a ser un éxito y ahora se encontraba allí, sin nada que poder hacer más que controlar las constantes ganas de arrancarle la cabeza a Lansky y por si fuera poco justo enfrente tenía a Horemheb, el asesino de su madre. Y en medio de aquella vorágine estaba ella cuando un pensamiento de paz la inundó como remanso en medio de la nada: estaba embarazada. Tenía en su interior el fruto de su amor, una nueva vida que tal vez nunca llegaría a nacer. ¿Permitiría su tío semejante atrocidad? Después de todo era sangre de su sangre. Todo pensamiento se borró de repente al verlo allí delante, ataviado con aquel traje asiático y aquellas largas y asquerosas uñas, parecía la viva imagen de la momia de Fumanchú. Definitivamente aquel ya no era su tío, era un engendro hecho a base do odio que no se iba a detener ante nada ni nadie. Asustada apretó con fuerza la mano de Kálay.

—Treinta segundos, señor.

Nehmen-Rah miró el indicador: una esfera de color verde que poco a poco se iba rellenando. En menos de treinta segundos el arma estaría cargada y la victoria sería total.

—Señor, iniciando proceso.

En el exterior la compuerta empezó a abrirse y el gigantesco cañón empezó a emerger del interior.

—Diez segundos, iniciando la cuenta atrás.

Kron miró primero hacia la pantalla que tenía delante y luego a su hijo. Estaba desesperado y lo peor era que nada podía hacer.

TIME OUT. Legacy (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora