CAPITULO 18

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Al oír aquellas palabras, Deylan notó como un escalofrío helado le recorría la espalda. Todo coincidía.

—¡Lo ves! ¡Lo ves! ¡Es lo mismo que me ha dicho Breis! Todo encaja, aquí hay algo Mac, lo presiento.

—Sí, pero es el propio barón el que lleva la investigación. Así que imagina lo que ocurrirá. Culparán a algún pobre desgraciado, como siempre, que acabará pagando por todo.

—Puto carroñero hijo de puta. Tenemos que investigar por nuestra cuenta.

—Otra vez no, no empieces de nuevo. Esta vez podemos meternos en un buen lio.

—No voy a quedarme quieto ¿Y de dónde has sacado la información? Es muy extraño, primero Breis, ahora tu...

—Según me han dicho, todos los que estuvieron aquel día en la estación fueron retenidos y han estado en cuarentena durante estos tres años, al parecer quedaron expuestos a un patógeno desconocido y el barón ordenó su aislamiento. Hace una semana que los soltaron, de los cinco que salieron cuatro han muerto ya en circunstancias nada claras.

—Pero... ¿por qué cojones no me has contado esto antes?

—Te lo estoy contando ahora.

—¿Me dices que me olvide del tema y ahora me sueltas esta bomba?

—No lo había relacionado con Kálay, ha sido al comentarme tú, que yo...

—¡Lo ves! ¡Aquí hay tema! Dices que cuatro han muerto, ¿y el quinto?

—Está escondido en casa de Rhona. Ella es la que me lo ha explicado esta mañana.

—Salgamos de aquí, esta música me está taladrando los oídos.



El vehículo libélula de Deylan se incorporó a toda velocidad al carril aéreo principal. Desde allí arriba las diminutas luces de la ciudad se mezclaban las unas con las otras debido a la alta velocidad del vehículo.

—¿Vamos a apagar un fuego? —preguntó Mac.

Deylan lo miró y sonrió.

—Deylan, por aquí no se va ni a tu casa ni a la mía.

El vehículo libélula descendió casi en picado para reincorporarse a uno de los carriles secundarios. El estómago de Mac amenazó con salirse por su boca. Estaba acostumbrado a las acrobacias de Deylan, pero no podía evitar agarrarse con fuerza al asiento cada vez que su amigo se lanzaba en plan kamikaze.

—Vamos a casa de Rhona.

—Deylan, son las tres de la mañana, no son horas de ir a casa de nadie.

Dos minutos después, el vehículo aterrizó en la plataforma de uno de los edificios de la periferia. Deylan miró a Mac, le entornó sus ojos de gato y puso su cara de «venga...» poco después estaban los dos plantados ante la puerta de acceso al edificio.

—¿Te acuerdas de qué apartamento es?

Mac marcó en la pantalla 798 sin mirarlo a la cara. Deylan soltó una carcajada.

—¡Qué cabrón! ¡Qué callado te lo tenías! ¿Desde cuándo Rhona y tú...? —preguntó con un movimiento obsceno de cadera.

Una línea verde se materializó en el aire frente al panel.

—Mac, ¿qué pasa? —vibró la línea.

—Nada, no pasa nada. He venido con Deylan, tenemos que hablar.

Rhona no respondió y la puerta se abrió con un chasquido. Entraron y se metieron en una de las cápsulas que había libre. Se apoyaron en las espalderas acolchadas y un haz de luz los dejó sujetos mientras una voz les preguntaba el número del apartamento. Al momento el cilindro salió disparado por el circuito y pocos segundos después estaban ante la puerta del apartamento de Rhona. No hizo falta llamar, Rhona ya la había abierto y los esperaba en el umbral con los brazos en jarra.

—¡Sirve de algo decir que no son horas?

Deylan, con un rápido gesto y una amplia sonrisa, se metió entrando de lado en el apartamento. Mac se la quedó mirando y encogió los hombros, ella puso los ojos en blanco y cerrando la puerta entró.

—Hola Rhona, cuanto tiempo...

—Deylan —lo saludó con sequedad.

—Rhona, parece ser que tu amigo podría tener algo que ver con Kálay... —Mac parecía nervioso.

—¿Le has contado lo de Sam? —le susurró entre dientes cogiéndolo del brazo y apartándolo hacia un lado—. ¿Es que no has entendido nada?

Deylan permaneció impasible, mirando la escena divertido.

—Esto es importante, y Deylan es de confianza.

—Podemos ayudarlo —sentenció Deylan con su fuerte y potente voz —¿Está aquí?

Rhona se los quedó mirando. Deylan la había conocido justo antes del viaje de fin de curso en el que Kálay desapareció. A Kálay nunca le gustó la chica, decía que era demasiado seria para él y la verdad es que la relación fue más que fugaz y aunque Rhona insistió, Deylan prefirió tomar otros derroteros más divertidos y alocados, mucho más acordes a su condición. Desde entonces apenas se habían visto un par de veces y siempre por casualidad, pero cada vez que la veía sentía lo mismo: una incipiente sensación de presión y calentón que empezaba en su entrepierna y amenazaba con explotar por todo su cuerpo. No era por sus inmensas tetas ni por sus voluptuosas curvas, tampoco era por su rizada y larga melena negra ni por sus rasgados ojos verdes y aquella gran boca que pedía su polla a gritos, era por todo el conjunto, pero ahora ella estaba con Mac, así que simplemente se centró, enfrió sus neuronas y se centró a por lo que había venido.

—La vida de mi amigo está en juego.

Rhona dejó caer los hombros, era muy difícil resistirse a la mirada de Deylan. Los recuerdos afloraron como un torrente en su cabeza y un rubor encendió su cara. Siempre había sabido cómo convencerla

—Esperad, voy a ver.

Deylan desvió la mirada, era mejor no mirar.

—Mac, Deylan, este es Sam —dijo apareciendo con él en el salón.

Sam saludó con la mano. Todavía estaba dormido. Era un tipo extraño y delante como lo tenían, en bóxers y una ancha camiseta para disimular su gran cuerpo, no desprendía amenaza alguna. Se rascó la tripa y preguntó:

—¿Qué pasa aquí?

—Nada, tranquilo, solo queremos hablar contigo —dijo Deylan condescendiente.

—Estos amigos dicen que pueden ayudarte.

Sam miró a Rhona.

—Puedes confiar en ellos.


Qué les va a contar Sam???

TIME OUT. Legacy (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora