CAPITULO 12

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Noto el zarandeo en sus pies.

—Despierta Bella Durmiente —increpó Flag—. Hora de decidir, tu compañero ya está en la armería.

Kálay se incorporó y, no sin dificultad, intentó salir del nicho. Flag lo vio tambalearse justo antes de caer al suelo inconsciente. Kálay estaba ardiendo. A una señal de Flag varios hombres acudieron en su ayuda para recoger el cuerpo de Kálay y devolverlo a su camastro.

—Este no va a durar, ha llegado enfermo. Joder, ¿alguna vez me van a enviar a alguno que valga la pena? —se lamentó.

—¡Qué hacemos con él, Flag? ¿Lo llevamos al agujero?

—No, dejadlo aquí. Luego me ocuparé de él personalmente.

Dárnel llegó puntual, como siempre, había sido una jornada agotadora y lo único que quería era descansar para poder recuperar fuerzas. Entró en el nicho y se acostó en su camastro. Miró a su derecha, tenía un nuevo compañero y su falta de barba le delataba como un recién llegado. Se incorporó sobre su hombro para verlo mejor, era un joven rubio, bien parecido. Agudizó su maltrecha vista, aquel joven sudaba como un cerdo y parecía estar temblando. Algo no iba bien. Salió de su cama; el nicho apenas tenía un metro de altura por lo que difícilmente cabía una persona sentada y los movimientos debían realizarse siempre a cuatro patas, era la única manera de moverse por el reducido espacio del nicho. Pasó por encima del camastro que los separaba y se acercó a Kálay. Le tocó la frente, estaba ardiendo y la fiebre le hacía delirar con palabras sueltas y sin sentido. Se arrodilló junto a él, lo último que necesitaba era una persona enferma en su nicho. ¿Y si era contagioso? Se apartó de golpe. Su primera reacción fue salir para pedir que sacaran a aquel individuo de su espacio; dado su trabajo no podía permitirse contraer ninguna enfermedad, eso supondría su caída. Sacó la cabeza por el pasillo, pero allí no había nadie, todos estaban con sus rutinas. Volvió a mirar a Kálay y entonces se fijó en la mancha que había en su pantalón, parecía sangre. Curioso y altruista, Dárnel se acercó al enfermo. Desabrochó con cuidado el pantalón y dejó al descubierto la herida. Al verla se sentó de golpe. Una herida circular en la zona inguinal solo significaba una cosa: allí había habido un órbex lo que significaba que aquel joven era un reparador. Nadie quería a un reparador a su lado, quien más, quien menos, estaba allí por culpa de uno de ellos. Si había alguien a quien todo el mundo odiaba a muerte era sin duda a los reparadores.

Se quedó sentado con la mirada clavada en la herida, se había infectado y no tenía buen aspecto. La suciedad y el calor habían acelerado el proceso y si no se remediaba, aquel joven no tardaría en morir. No podía quedarse con los brazos cruzados, por muy reparador que fuera, nadie se merecía morir en el más absoluto abandono. Flag y los suyos no tardarían en regresar y seguro se lo llevarían al agujero. Nadie salía del agujero. Se lo llevarían y esperarían a que muriera, luego lo quemarían.

Gateó hasta su camastro y retiró la manta que había en la cabecera de la cama. Había varias dosis de agua, paños limpios y desinfectante. Debido a su tipo de trabajo debía estar prevenido contra cualquier contratiempo. Rebuscó en un rincón, tenía que haber un inacuador por alguna parte, uno de sus clientes se lo había dado como pago y recordaba que lo había guardado allí. Metió la mano y palpó el fondo de la caja. Sonrió al encontrarlo y, con aire triunfal, lo sacó. Lo levantó en el aire y lo miró, el pequeño vial seguía intacto. Cogió todas las cosas y regresó al lado de Kálay. Cada vez estaba peor. La fiebre había aumentado y su cuerpo estaba empezando a convulsionar. Limpió la herida y colocó el vial justo al lado, presionó la parte superior y el líquido antibiótico se introdujo a través de la piel con un chasquido. Si todo iba bien el inacuador cauterizaría la herida y le haría bajar la fiebre. Cortó la sucia camiseta con un cuchillo y le aplicó paños húmedos para bajarle la temperatura. Kálay no paraba de sudar, con cuidado limpió su frente y lo acomodó en el rudo camastro. Cogió el trozo de tela que colgaba del techo a modo de separador y lo tapó con ella. Había hecho todo lo que estaba en sus manos, ahora solo cabía esperar.

TIME OUT. Legacy (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora