CAPITULO 37

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Eran las siete de la mañana cuando Kálay despertó. Miró a su lado, Emily ya se había levantado. Observó el cielo encapotado tras la gran ventana. Varios relámpagos verdosos se vislumbraron entre los espesos nubarrones, se acercaba tormenta. Se levantó y, desnudo como iba, salió de la habitación en dirección al baño. En el salón, Deylan, Winter, Emily y Kron Skinwood se lo quedaron mirando. Kálay ni siquiera levantó la cabeza, se limitó a meterse en el baño y cerrar la puerta.

Apoyó las dos manos sobre la barra y observó su imagen en el espejo virtual. Estaba hecho un desastre, muy delgado, lejos quedaban aquellos musculitos que antaño había tenido. Se fijó en el tatuaje que cubría su brazo y hombro derecho, parecían pequeñas serpientes que se cruzaban unas con otras. Agotado cerró los ojos. El efecto de la sarla había pasado y tras la euforia había llegado el bajón. Respiró hondo varias veces antes de volverse a mirar a la cara sin poder evitar un gesto de dolor. Los recuerdos de los últimos años habían vuelto y amenazaban con destruir su integridad, o lo poco que quedaba de ella. La llegada a la prisión, Winter, el Arca, los mírlox, los necrófagos... apretó los dientes. Había recordado los abusos y vejaciones a las que él y Winter fueron sometidos. Más de un millón de veces deseó morir antes de que su mente se bloquease para evitar el intenso dolor y sufrimiento. Volvió a coger aire. Había vuelto, había regresado del infierno para encontrarse con una situación nada fácil. La historia que Deylan le había explicado era del todo increíble, una misión para salvar a la raza humana... hay que joderse, ahora resulta que de la noche a la mañana se había convertido en el puto salvador de toda la humanidad. Era de locos. Y luego estaba Emily, recordó su llegada a Nueva York, como se enamoró de ella. Joder, amaba a aquella mujer como nunca antes había amado, eso lo recordaba bien, pero había algo en su interior que lo frenaba, algo que, sin saber bien que era, impedía que sus sentimientos aflorasen como era debido. Era como si su alma, sus sentimientos, estuviesen metidos en su cuerpo dentro de una cárcel que les impedía salir y mostrarse como él desearía y eso no estaba bien. Era del todo consciente que su actuación de la noche anterior con Emily no había sido la correcta. Debería haberle hecho el amor como si hubiese sido la primera vez en lugar de embestirla como un animal. Avergonzado bajó la cabeza. Debía centrarse y recuperar su yo. Por Emily y por todos aquellos que lo habían ayudado y apostado por él, debía arrancarse la hostilidad que lo gobernaba y recuperar su vida, después de todo era un hombre afortunado, la vida le había dado una segunda oportunidad junto al amor de su vida, algo que no estaba dispuesto a desaprovechar. Estaba decidido, lo primero era recuperar su tono; tenía veinticuatro años y un cuerpo de mierda que pensaba recuperar a la voz de ya. Levantó la cabeza y con decisión se metió en la cabina de vapor. Cinco minutos después salió mucho más relajado, la lectura de consciencia que había hecho minutos antes lo había ayudado a centrarse y ver donde estaba realmente. Cogió uno de los paños, se secó las gotas de vapor y se lo enrolló en la cintura. Abrió la puerta y lo que vio lo dejó helado: justo enfrente estaba su padre.

—Hijo...

—Voy a vestirme, ahora vuelvo —dijo con frialdad. Verlo así, de repente lo había dejado en shock.

Emily salió tras él.

—Kálay, esto es tan difícil para ti como para él. Podrías ser un poco más...

—No pasa nada —la cortó—. Quería vestirme, no ir medio en pelotas.

—De verdad que no te entiendo, pareces otra persona.

—Todo está bien. —Se acerco a ella.

Instintivamente Emily dio un paso atrás. La brusquedad de la noche anterior la había dejado muy marcada.

—Eh... —Lejos de recular, Kálay se acercó aún más y la agarró por la cintura.

Emily lo frenó colocándole sus dos manos sobre el pecho.

TIME OUT. Legacy (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora