CAPITULO 46

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En la plataforma de traslación, los pequeños haces de luz empezaron a converger formando unas siluetas que poco a poco fueron tomando la forma de cuerpos humanos. La tecnología de traslación había sido la gran quimera de los últimos años, el gobierno había gastado tiempo y millones en conseguir que el traslado de cuerpos humanos desde un punto a otro fuese una realidad. Poder escoger el punto de salida y llegada fue algo que se resistió hasta la llegada de Nehmen-Rah. La construcción de la Estación Negra había propiciado el milagro. La gran potencia de energía que supuso el Elión propició el descubrimiento, unido en parte a la tecnología de los saltos en el tiempo, el teletransporte entre la estación y cualquier punto asignado del sistema solar era ya una realidad. El salto duraba unos segundos sin apenas repercusiones para el cuerpo humano más que un leve hormigueo, algo muy lejos de los agresivos efectos que representaba un salto temporal.

El cuerpo del Nehmen-Rah no tardó en materializarse en la plataforma de traslación, a su lado, Horemheb finalizó su proceso de composición seguido de seis miembros de la guardia personal del Alto Gobernador. En la sala de control, el cuerpo del profesor Shephard se tensó nada más verlos aparecer. Junto con varios miembros de su gabinete científico esperaban tras la barrera de seguridad para recibir y atender las cada vez más excéntricas exigencias del Alto Gobernador. Esta vez tragó más saliva de la normal e intentó disimular su nerviosismo, sabía que aquella visita inesperada iba a suponer un antes y un después para la historia de la humanidad.

—Profesor...

Su sibilina voz le heló la sangre.

—¿Todo listo? —preguntó sin siquiera detenerse.

—Todo preparado, señor —contestó intentando controlar la tos nerviosa que siempre lo asaltaba en esos momentos.

Nehmen-Rah fue el primero entrar en la sala de control, seguido de todo su séquito. Sin detenerse, avanzó hasta el gigantesco ventanal desde el que se divisaba todo el horizonte de la luna Juno con el majestuoso Júpiter dominando el cielo. Justo encima, una gran pantalla holográfica dibujaba un completo mapa estelar de todo el sistema solar.

—Señor, vamos a realizar la prueba contra un pequeño planeta deshabitado en el borde septentrional del sistema. Apenas tardará en llegar unos minutos y hemos calculado...

—Eris. —Lo cortó el Alto Gobernador.

—¿Señor? —Shephard no entendió nada.

—Ya me ha oído.

—Señor... —dijo con voz temblorosa— Eris es un planeta habitado...

—¡¡Por los rebeldes que pretenden atentar contra la Unión!! —bramó.

Shephard ordenó con un golpe de cabeza la instrucción que el Alto Gobernador acababa de darle. Hacía pocas horas que se le había informado de la visita sorpresa del Alto Gobernador y al instante supo lo que se proponía: el arma estaba lista y quería probarla, después de aquello nadie en su sano juicio iba a cuestionar su poder. Lo que nunca imaginó fue que el objetivo fuese un planeta habitado, que, aunque pudiese albergar la facción rebelde, acabaría con la vida de miles de personas inocentes.

La pantalla holográfica señaló el planeta Eris.

—Objetivo localizado —informaron desde control.

Nehmen-Rah permaneció impasible con la vista clavada en la gigantesca pantalla.

—Inicien cuenta atrás —ordenó Shephard.

En el exterior, el suelo empezó a deslizarse hacia un lado con un ligero temblor, dejando al descubierto un gigantesco hueco del que no tardó en emerger el descomunal cañón. El arma se había construido con una aleación especial de proteno y titanio que reflejaba a la perfección la superficie de Júpiter como si de un espejo negro se tratase. Durante varios minutos el arma se fue situando en posición dispuesto a lanzar su letal rayo contra el indefenso planeta Eris.

TIME OUT. Legacy (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora