CAPITULO 26

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Los ocho reparadores estaban preparados, imponentes, con sus trajes desplegados y armados hasta los dientes. Solo Constance permanecería en la nave esperando al grupo. Junto a ellos, el profesor Skinwood seguía sorprendido y maravillado con las características de aquellos trajes. Eran muchas las veces que los había visto, tanto en persona como en archivos multimedios, pero nunca imaginó lo que se podía sentir al llevar uno puesto. Era cómodo, extremadamente cómodo, parecía una segunda piel y a la vez proporcionaba una total sensación de seguridad.

—Iniciando fase de acoplamiento a Odisseus—sonó la voz de Constance.

Los golpes secos resonaron por todo el habitáculo. El acoplamiento se estaba realizando. A una señal de Deylan todos activaron sus cascos y las líneas de vida los iluminaron. Quien más, quien menos lucía sus líneas entre los tonos verdes y amarillos, solo el profesor las mostraba de color naranja, seguramente debido a los nervios y emoción del momento. Para él, a pesar del motivo de la misión, no debía resultar nada fácil regresar a aquel lugar.

Estaban listos. La puerta se iluminó de rojo al principio y azul después para señalizar el final del acoplamiento. Deylan se acercó, y colocando la palma de la mano sobre el panel abrió la puerta. En el otro lado la oscuridad era total. Nek fue el primero en cruzar dando un gran salto con sus piernas biónicas; un grave accidente lo había dejado sin extremidades años atrás y ahora lucía orgulloso sus avanzadas prótesis metálicas. Con un rápido movimiento pasó la mano por su hombro y un potente haz de luz surgió del traje. Tras él, Deylan, Mac, Drake y Paris lo imitaron. Dragane ayudó al profesor a entrar en el oscuro muelle de la prisión. Breis y Stone fueron los últimos en entrar.

Un rio de duros recuerdos invadió la mente del profesor, la última vez que había estado allí luchaba por su vida intentando escapar de aquel infierno. Ni en sus peores pesadillas imaginó que un día volvería y menos aún que el motivo sería para rescatar a su hijo. Sin poder evitarlo desplegó su casco, el aire rancio y viciado le llenó los pulmones. Deylan lo reprendió al instante para que lo volviese a activar, no sabían que podía haber allí y podía ser muy peligroso respirar el aire sin filtrarlo previamente. Kron lo miró y sin decir palabra lo activó de nuevo.

—Debemos marcharnos. —dijo secamente. La voz del profesor resonó en los cascos de todo el equipo—. No tardarán en llegar en busca del cargamento y no es conveniente que nos vean.

Todo estaba previsto. Para no levantar sospechas se había descargado la vaina cargada de alimentos. Todo debía apuntar a que se trataba de un cargamento más dejado allí para los habitantes de la prisión. La puerta se cerró tras ellos y los golpes amortiguados de los ensamblajes indicaron que la nave se había separado y se alejaba de Odisseus. No debían despertar sospechas, todo debía ser como siempre. La nave llegaba, descargaba y se iba.

Guiados por el profesor Skinwood, el grupo se adentró con cautela por los estrechos pasadizos excavados en la roca. Los reflejos azulados de las paredes brillaban ante los haces de luz de sus trajes orbexales. Durante más de una hora avanzaron en fila de a uno siempre atentos a cualquier movimiento extraño. Nek cerraba la fila con sus largas zancadas.

—Ahí está el Arca —informó el profesor.

Al final del largo pasillo se adivinaba un resplandor de tonos violáceos. Los reparadores se agarraron a sus blasters y se prepararon para la incursión, sabían que no iba a resultar nada fácil, pero todos sin excepción estaban convencidos del éxito de aquella misión. Sobre todo Deylan que llevaba semanas planeándolo y estaba más convencido que nadie de que en menos de una hora estaría abrazando a su amigo. Al principio, después del atentado en CentralSky y tras ser recuperado, siempre pensó que Kálay llegaría detrás de él. Con el tiempo empezaron las dudas, habían pasado varias semanas y su amigo seguía sin aparecer. Poco a poco las esperanzas dieron paso a la desesperación, Kálay no aparecía y aunque todo el mundo le decía que se olvidase, que pasase página, él seguía pensando que su amigo estaba perdido en algún lugar y nunca se dio por vencido. Loco, enfermo, había llegado a obsesionarse con el tema, aguantando comentarios de todo tipo, pero ahí estaba, al final lo había encontrado y en breve podría verlo y pegarle unas merecidas collejas. Llevaba años imaginando como sería ese momento y estaba muy emocionado. Sus líneas de vida empezaron a tomar un tono anaranjado.

TIME OUT. Legacy (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora