CAPITULO 40

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El resto del día lo pasaron visitando los alrededores del complejo. Toda la zona era un reclamo turístico pensado para aliviar la estresante vida de las grandes ciudades. Restaurantes a la antigua usanza, cocina natural, dentro de lo posible, centros de ocio y masajes donde se evitaba abusar de las tecnologías con las que se convivía en el día a día. Todo el personal era humano, algo nada habitual para la época. Una apuesta segura que sin duda iba a encantar a Emily, y no se equivocó. Se relajaron en unos baños árabes donde se deleitaron con un típico masaje de la época, disfrutaron de una suculenta comida en un restaurante típico de la zona donde Emily descubrió sabores que ni sabía que existían y pasearon por el concurrido mercado de la zona donde Kálay no paró de comprar y meterlo todo en un cesto de plástico de color blanco. Emily se divirtió viéndolo coger de aquí y de allá, batallando con los comerciantes y la gente por la mejor pieza.

Fue una tarde realmente divertida que había conseguido hacerles olvidar la realidad en la que estaban metidos. Jugaron a ser una pareja más que, simplemente, había ido a pasar un fin de semana a la costa hasta que al final se lo creyeron. Emily estaba feliz y Kálay no podía estar más emocionado, todo estaba saliendo tal y como él lo había previsto.

Empezaba a oscurecer. Las previsiones habían vaticinado una noche extraordinariamente clara y si todo salía bien iba a ser una velada más que especial.

Emily vio a Kálay enzarzarse en una acalorada conversación con uno de los comerciantes, gesticulaba y parecía que se estaba quejando. Algo no iba bien. Le había dicho que se quedase al principio del callejón, pero viendo los problemas que estaba teniendo su chico no dudó en acudir al rescate, si de algo podía vanagloriarse era de ser una excelente negociadora. Justo cuando estaba a punto de llegar, Kálay entregó algo a aquel hombre con el que discutía y se dio media vuelta para darse de bruces contra Emily.

—¿Todo bien?

—Todo perfecto.

—Te he visto discutir y pensé que algo no iba bien.

—No te has de preocupar por nada. Todo está bien —la calmó pasando el brazo por encima de sus hombros para llevarla lejos de la multitud—. Anda, ven.

Kálay la condujo hasta una explanada que había junto al mercado, estaba lleno de esos vehículos que parecían escarabajos de colores y que Emily no había parado de ver por todas partes. Uno de ellos, de repente, se iluminó elevándose a unos cincuenta centímetros del suelo.

—Ese es el nuestro —señaló Kálay.

—Parece un escarabajo de feria, con tantas lucecitas. Me encanta —gesticuló.

Emily se sentó en el pequeño vehículo, era sorprendentemente cómodo. Kálay la miró divertido antes de acceder al panel y sellar las puertas.

—¿Qué te decía aquel hombre? —Emily parecía preocupada.

—No te preocupes por nada, ya te lo he dicho. Solo discutíamos por el lugar donde debía devolver el vehículo —mintió.

Colocó las palmas de las manos sobre el panel y el auto salió del aparcamiento muy suavemente.

—¿No vuelan?

—No, estos no —rio—. Son tucs terrestres, son muy básicos, pero efectivos para su propósito.

Emily se fijó en su interior, parecía hecho de plástico. Lo tocó: era plástico, aunque con un tacto aterciopelado. Toda la parte superior, en cambio, era una cúpula de fino cristal. La tocó: seguía siendo plástico, o al menos eso parecía. No se parecía a nada de lo que ella había visto, que era mucho, era un vehículo cómodo y divertido, sobre todo divertido. Como por arte de magia, se deslizó flotando a poca distancia del suelo, lo que hacía que fuese extremadamente suave y unido a su pequeño tamaño, lo convertía en un vehículo perfecto para moverse entre la maraña de gente.

TIME OUT. Legacy (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora