Capítulo 2 - Periodo de caza y desarrollo de características.

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Estuvimos en movimiento durante unos veinte minutos aproximadamente, a una velocidad constante de como mínimo ochenta puñeteros kilómetros por hora. Si no me equivoco, debemos haber recorrido un poco más de veinticinco kilómetros en distancia.

¿Cuán grande será este bosque?

Mientras avanzabamos, decidí conversar un poco con Madre sobre el tema, principalmente para saber qué diablos se supone que debo hacer.

— Madre, tengo una pregunta. ¿Podrías decirme ya cómo hacer para matar a esos animales?

Con una risa burlona, impropia de ella, Madre solo me ignoró, algo sí propio de ella. De igual forma, ignoró cualquier otra pregunta con relación al tema.

¿Conque esas tenemos, eh?

Dejé de lado el cómo y pasé al qué, decidí preguntar qué cazaremos y con suerte, ella respondería.

Y tuve algo de razón.

Madre respondió con un simple: «Será algo fácil, relájate.»

Y una mierda lo de fácil.

— ¡Es un ciervo de casi tres metros! ¿¡Cómo diablos llamas tú a esto «Algo fácil» para un alguien dos veces más pequeño?!

Madre no paraba de reír ante mi reacción, no sé qué parte de todo le daba tanta gracia. Puede que la parte donde envía a un infante de casi ocho meses a cazar algo con más de dos o tres veces su altura, puede que no, o puede también que sea el hecho de hacerlo sin explicar el cómo.

— Como se esperaba de un macho, todos son unos asustadizos con respecto al tamaño. ¡Usa tu veneno, pensé que serías más inteligente que esto! El veneno es todo lo que necesitas, una vez que tu cuerpo detecte la necesidad de segregar veneno desde las glándulas hasta tus colmillos, sea un ciervo o un elefante negro, matarás cualquier cosa en son de alimentarte. Ah, y alimentar a Madre también es algo que no puedes olvidar—comentó de último minuto luego de guiñar su par de ojos humanos.

¿Eso es todo? Sé que había arañas con venenos capaces de incluso derretir la piel y causar un colapso respiratorio, ¿pero matar con solo inocular un poco?

Como si fuera extraño, Madre me levantó luego de darse cuenta de mis dudas y subió a un árbol cerca del ciervo.

En él, se acercó a una rama justo sobre aquel ciervo intimidante, para luego dejarme caer en él cual caja de suministros en el PUBG.

Ahora que lo pienso, casi todas mis referencias mentales son en torno al siglo XXI.

Vaya, ¿tan marcado me dejó el trópico?

Eh, incluso pude oír a Madre decir: «Mátale, sino, pues aún están las hembras para confiar todo el terreno.»

Para cuando me di cuenta de que mi existencia era una especie de comodín descartable en esto del juego de la casita, ya estaba arriba del ciervo y éste también se dio cuenta de mi presencia. En el acto, el ciervo decidió galopar a toda velocidad para hacerme caer.

Con toda la fuerza que pude reunir, clavé mis patas en la piel del ciervo y me agarré a él.

Sin darle mucha vuelta al asunto, mordí con el par de quelíceros en mi cara al ciervo e intenté liberar veneno como dijo Madre, lastimosamente funcionó como lo pensé.

¿Por qué lastimosamente?

En pocos instantes, el cuerpo del ciervo cayó abruptamente al suelo mientras que, por el veneno, la piel del mismo burbujeaba y se derretía poco a poco. Era como ver a una araña violinista inocular una y otra, y otra vez veneno hasta convertir la piel en baba.

Quelícero - Reencarnado en otro mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora