Capítulo 11 - Disputas que cuestan caro.

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— ¿Éste es el nuevo señor del bosque? Qué absurda broma es esta —exclamó el Hakarigua con una mirada molesta, dirigida hacia mi persona y hacia Kali a la vez.— Es imposible que alguien tan pequeño y frágil como esta niña sea mi nueva jefa, me rehuso a seguir órdenes de ella.

—Por primera vez concuerdo contigo, cerebro de músculo, no hay forma de que esta niña estúpida sea mi nueva señora. La raza de los lagartos no se someterá a alguien más débil que yo, así que mejor ve y busca a los trasgos y llena sus caras con mentiras —dijo el hombre lagarto empujando a Hakarigua hacia un lado.

Merina estaba fría, Kali estaba furiosa y yo estoy con mi humor ahora en el suelo.

¿Niña? ¿Frágil? ¿Niña? ¿Débil? ¡¿Niña?!

— ¿Sabes qué? —exclamé mientras hacía tronar mi cuello.— No necesito a dos analfabetos, cerebros de papaya, defectuosos, intolerantes, prejuiciosos, rastreros y estúpidos gigantes al mando de estas razas. Merina, llama al minotauro más inteligente familiarizado contigo. Si no conoces alguno de esta tribu, ve para otra, y explícale que debido a la muerte del jefe de esta tribu, él ha sido seleccionado para ser el nuevo jefe, y hazlo ya.

Cuando terminé la orden, Merina aún se sentía fría por la preocupación pero me obedeció y salió del ayuntamiento.

Volteé a ver al minotauro en cuestión. Era más grande y musculoso que los otros dos allá en la entrada, de su cabeza dos cuernos negros salían y tenía ahora en sus manos un hacha de acero.

— ¿Muerte dices? ¿Es una amenaza, niñita?

Y sin esperar mi respuesta, Hakarigua atacó con su hacha.

Lo lamento, pero eso no es suficiente para cortar mi armadura.

Cuando el hacha impactó en mi hombro sentí la presión del golpe mas no sentí dolor alguno. El hacha no logró perforar la armadura... pero rompió esa área de mi camisa.

Poco después, las manos de Hakarigua empezaron a sangrar. El reflejo de daño funciona.

Hakarigua y el lagarto estaban confundidos por la situación, y no los culpo. Es de sentido común que si das un tajo a alguien el herido es el otro, no tú mismo.

Sin dar mucha explicación, le quité de las manos el hacha a Hakarigua y luego la revisé. Era un hacha de acero en su pala con doble hoja y estaba enastada en una vara gruesa de madera.

Al usar «estado», vi que era de clase normal y fue hecha por la tal Tanya.

Disculpa Tanya.

Apreté el asta del hacha con un poco de fuerza y ésta se fracturó por completo. Tomé la pala del hacha luego de eso y se la entregué a Kali.

El acero me puede servir para forjar en el futuro.

— ¿Pero qué diablos? Cómo es posible... eres tan pequeña y flaca...

Ok, maldito bastardo, ya me cansé.

Con una de mis patas atravesé su peco. Intenté darle al corazón pero por desgracia no se encontraba en su pectoral izquierdo, así que le inoculé una gran dosis de ácido en él.

Hakarigua intentó forcejear, pero cuando logró siquiera tocarme ya el ácido estaba fluyendo por mis patas. Algunas veces agradezco que mis patas tengan aguijón, esta clase de escoria ni siquiera debe sentir mis colmillos.

Pasaron unos tres segundos hasta que Hakarigua dejara de ser algo sólido, por lo que podría decir que fue una muerte indolora, ¿verdad?

Luego de ver los acontecimientos, Kali se sentía más calmada por la situación que antes. Pensé que le produciría asco, pero bueno.

Quelícero - Reencarnado en otro mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora