Capítulo 19 - Los dos dragones Káiser

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—Escuchaste eso, ¿verdad? Ellos dicen que las leyendas nunca mueren. Deberías dejar de jugar a la cazadora de leyendas, o te van a masacrar —susurró una voz a mi oído, una dulce e inmadura voz resonante e implacable que acaba con todo mi sentido común cada vez que la escucho.

—Cierto, cierto. Cada vez que comienzas a sangrar por intentar alcanzar tus metas, determinada, continúas llevando tu cuerpo al límite en busca de esos posibles elegidos. Concuerdo con la moción presentada para detenerte —exclamó a mi otro oído esta vez una voz nueva, una vieja y sabia voz llena de conocimiento y sed de batalla, cargada con la experiencia de miles de soldados que alguna vez caminaron estas tierras olvidadas.

—Cómo olvidar que la lucha está cerca de esta muchacha. Oye, chica, la guerra está en lo más profundo de tus huesos, desgarrándote sin misericordia, haciéndote correr hacia el dolor del fuego raudo y excitante que se haya en la batalla, moliendo y reformando tu cuerpo en algo diferente a lo que debiste ser, una guerrera. Deberías parar esto y conseguir una nueva vida —gritó a mis oídos una voz ronca y pesada de escuchar, devorando las pocas ganas de levantarme que tenía hasta hace un poco.

—Pero niña... antes de que todo empiece, sufrirás, por los demás, o por ti misma para alcanzar esa tonta meta tuya... olvídalo, con el tiempo, todos caemos en el olvido, haz lo que quieras, yo me di por vencido contigo desde hace varios años —dijo, con una voz herida por el tiempo y por momentos tristes, alguien del grupo de voces antes de desvanecerse entre las demás.

— ¡Estúpidos! Cuando los muros de la vida que nos ataban a todos cayeron, cada uno de nosotros fue abandonado ahí, sin alma dentro de nuestros cuerpos, solo carne y hueso sin ningún tipo de uso. Tantos hombres y mujeres olvidados, y seguimos existiendo en estos cuerpos sin forma real, ¿es que alguna vez tendremos la oportunidad de mostrarles a todos lo que un grupo de olvidados pueden causar? Claro que llegará esa oportunidad, malditas bolas de inseguridades y desesperación, confíen en la joven, logró atravesar todos esos posos de muerte conocidos como naciones emergentes, ¡claramente podrá superar uno que otro percance como este! —exclamó una voz jovial y cargada de energía opresiva, una voz llena de odio y rencor con el leve tono distintivo de una mujer.

—Como una nube me mantuve asolando todo lo que pertenecía a esos asquerosos y déspotas dioses, evitando ser detectado y controlado de nuevo. Desterré a los que rezaban por esos mundanos mentirosos al abismo, escuchando su estertor cada vez que los veía ante mí, trayendo hasta el momento más de quinientos años de guerra, haciendo que todos esos malnacidos se cegaran por el odio mutuo y terminando con sus patéticas vidas en el momento que eran más débiles, sacié mi venganza. Ahora ya no me queda nada por qué luchar, asolaron todo lo que tenía, mi hogar, como el de ustedes, ya no está, y mis amados fueron asesinados, todos menos uno, y ahora estoy viviendo solo por esa pequeña Magno Reactor de las nubes que me rescató. Me mantuve firme, me mantuve honorable y orgulloso, pero si, entre todas las cosas que pueden pasar en este patético mundo, tú deseas terminar con la esperanza de todos los soberanos que estamos en esta conversación, aunque muramos y terminemos siendo por fin borrados de la historia, me mostraré insolente, y yo te mataré —terminó diciendo una clara voz metálica y molesta haciendo que mi cuerpo se contrajera un poco. Nos hemos opuesto varias veces, pero nunca había demostrado su descontento de esta forma, con un tono iracundo y con sed de sangre, mi sangre.

—Vivo y muero por los elegidos, esta vez me coloco del lado de los soberanos oscuros, tú y esa perra rabiosa de la soberana del epitafio sagrado pueden retarlo si quieren, pero dudo mucho que nuestro presunto elegido se quede de brazos cruzados mientras lo atacas. Míralo, ya te ha alcanzado en estadísticas y posee un talento descomunal, es solo cuestión de tiempo para que, cuando lo enfrentes, él te mate con solo su lengua. Estate calmada joven arcángel, sé que tienes tus razones, pero no busques una muerte irracional —dijo en un tono gentil y filoso a la vez una de las voces, una que conozco muy bien ya que cuyo dueño fue un viejo amigo. Ahogado en la necesidad de vivir, renunció a la caza de nuevos elegidos y decidió, junto a diferentes káiser, estar a la espera del nuevo gran dios soberano para seguir sus órdenes.

Quelícero - Reencarnado en otro mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora