¡Reacciona, Fer!

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Editado y corregido: 23 de enero de 2016

Capítulo siete — ¡Reacciona Fer!

Fernando

El viaje en avión no dura mucho, sólo una hora de vuelo. Durante el trayecto he notado a Aurora comportarse de manera diferente. Se ha mostrado más dulce y cariñosa que de costumbre, sobre todo conmigo. Es extraño que me trate así, no es precisamente el trato que suelo recibir de ella. Pero ahora eso no me importa, estoy demasiado centrado en lo que pasó ayer con Elisa. Si es verdad que hay algo que le impedía darme el beso, ¿qué es? Necesito saberlo para poder arreglarlo pero no tengo ni idea de qué puede ser. Ya estamos en el hotel. En el reparto de habitaciones nos colocan de tres en tres, Andrés, Rubén y yo estamos en la misma. El problema es que sólo hay un par de camas individuales y un sofá cama, con lo cual toca echar a suertes quién empieza durmiendo en el sofá... Desgraciadamente me ha tocado a mí y todos sabemos que van a darme largas para que acabe toda la semana durmiendo ahí. Mientras, ellos disfrutarán de las cómodas camas enormes e individuales que tiene la habitación. Además, no sé si ha sido buena idea ponerme con ellos en la habitación porque Rubén ronca como un camión y Andrés habla en sueños, más bien GRITA en sueños. Todo esto junto hace un total de unas vacaciones sin poder dormir.

Hoy por ser el primer día nos han dado vía libre para salir por la ciudad. Nosotros tres nos vamos a ir a unas pistas de fútbol que hemos visto al llegar mientras Aurora y Marta van a ir a "ojear" las tiendas de alrededor. Antes del toque de queda nos vamos a reunir todos en una heladería frente al hotel a tomar un helado pero no sé si las chicas llegarán a su hora. Cuando llegamos a las pistas nos encontramos con un grupo de chicos que antes no estaba. Son de aquí, eso está claro. Félix, uno de los chicos que han venido con nosotros, se ofrece para hablar con ellos y echarles un partido. Los otros aceptan encantados la oferta, se ve que tiene ganas de jugar con rivales diferentes. Sin embargo nosotros les superamos en número, por lo tanto algunos de los nuestros se ofrecen a formar parte de su equipo e igualar las fuerzas. Menos mal que, incluso con estas medidas, nosotros somos más. Así que me ofrezco a quedarme fuera del partido a disgusto de Rubén.

—Y yo creyendo que por fin conseguiría que jugases al fútbol con nosotros —me relata decepcionado.

—Sabes que soy más de baloncesto —me defiendo.

Me aparto de las pistas y me siento en un banquillo tras la valla del campo. Se suceden varios partidos cortos los cuales ganan uno cada equipo hasta que Kevin, nuestro casi jugador profesional, aprieta su ritmo de juego y acabamos ganando por dos partidos de ventaja. Me sorprende que ninguno se haya tomado mal el resultado, supongo que tener a gente de los nuestros en ambos equipos ayuda. Nosotros nos dirigimos a la heladería de enfrente y esperamos en la puerta durante veinticinco minutos hasta que aparecen las chicas.

—Llegáis tarde —les regaña Rubén.

—Hemos ido de compras y se nos ha pasado el tiempo enseguida —justifica Aurora.

—Pues tendremos que darnos prisa —hablo yo—. El tiempo libre termina en un cuarto de hora.

—Lo sentimos —se disculpa Marta—. ¿Podemos entrar ya? Me estoy asando y necesito ese helado con urgencia.

Pasamos al interior de la tienda y nos quedamos mirando los sabores expuestos en la vitrina.

—Mirad —dice Aurora—. Hay una oferta de "helados para compartir" que sale más económico.

Observo el cartel que muestra la promoción, es a partir de dos personas pero sólo puede ser un sabor. Habrá que juntar gustos.

—Pues —salta Andrés—. O alguien se come conmigo uno de turrón con cereza o me cojo uno yo solo.

Una sonata para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora