Demasiadas visitas inesperadas

159 7 3
                                    

Editado y corregido: 27 de noviembre de 2016

Capítulo diez - Demasiadas visitas inesperadas

Elisa

Me despierto de mi escaso sueño. No he podido casi dormir, sólo unos minutos entre los innumerables desvelos de las pocas horas que he estado acostada. ¿Seguir teniendo este dolor en el pecho es común? Porque cada vez me duele más. Que te rompan el corazón de esta manera no es agradable, sobre todo cuando él no me ha hecho algo específico para provocarlo. Ni tampoco sabe de ello. Remoloneo hasta bajarme de la cama y deambulo por mi cuarto. Durante unos escasos segundos considero la idea de salir al pequeño jardín de mi casa y despejarme mientras observo el riego automático del césped regarlo todo y mojar mis pies, pero al mirar por la ventana y ver el radiante sol que luce en el cielo cuando yo no tengo ánimos para disfrutarlo desecho la idea. En su lugar, rebusco en mi caja de materiales junto al escritorio y extraigo un ovillo de lana con el que me siento de nuevo en la cama y comienzo a tejer con los dedos. Es una forma de mantenerme ocupada y no pensar en nada.

Cuando mi singular bufanda rosa alcanza los quince centímetros de largo, el timbre de la casa resuena hasta mi cuarto. Dejo que mamá se haga cargo de atender a quien sea que haya venido, supongo que algún paquete de mi padre. Vuelvo a concentrarme en mi trabajo manual hasta que la puerta de mi cuarto se abre y la cabeza de mi madre se asoma discretamente.

-Ha venido tu prima Aurora a verte- susurra con una sonrisa que para nada comparto con ella.

Sé que voy a tener que dejarla pasar pero no tengo fuerzas para mirarla a la cara, ni a ella ni a Fer. Sin embargo fuerzo una sonrisa y asiento para que la deje pasar. El rostro de mi madre desaparece y es sustituido por las finas facciones de mi prima. Su gesto trasmite preocupación pero no hasta tal punto de parecer desesperada por verme. Está claro que es una visita de cortesía.

-Hola Eli -saluda en voz baja. Mi madre ha tenido que decirle que no me hable muy alto-. Me ha comentado tía Diana esta mañana que te has puesto enferma y he venido a ver cómo te encuentras.

Ojalá pudiera ser sincera, decirle que me duele el alma sólo por haberla visto cogida de la mano de Fer. Desgraciadamente, eso haría que mis esfuerzos por mantenerme alejada de él a causa de su interés por Fer sean inútiles y esté sufriendo este dolor de forma absurda. Decido que lo más sensato es continuar mi papel de enferma con ella.

-Me ha debido de sentar mal el desayuno o he cogido frío esta noche. Ya sabes que cuando hace calor me gusta dormir con la ventana abierta pero que por la mañana el frío no me sienta del todo bien.

Bajo mi tono de voz para hacer más creíble mi condición de convaleciente. E increíblemente Aurora se cree mi mentira porque pasa su mano por mi brazo, dándome apoyo. Si supiera que me está apoyando con otro tipo de dolor y relacionado con ella...

-Veo que has decidido adelantarte al invierno -comenta señalando la bufanda que descansa a un lado de la cama con el ovillo casi en los pies. No me he dado cuenta de que había rodado hasta ahí abajo.

-No tenía la cabeza para leer o estar con el móvil.

Giro mi rostro hacia ella e intento poner una sonrisa cansada. Pero mi prima es lista y en seguida detecta que algo no va bien.

-Aquí pasa algo más que no me has dicho, ¿verdad? -articula enarcando una ceja.

-Creo... Creo que al final me habría gustado ir con vosotros y el hecho de no haberos acompañado ni en la salida ni en la llegada no me ha ayudado mucho a sobrellevarlo.

Aurora reacciona poniendo una sonrisa triste pero comprensiva. Se sienta a mi lado en la cama, con las piernas cruzadas y jugando con la bufanda de lana.

Una sonata para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora