Acto 7: Resolviendo el enigma -Escena 01-

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Unas luces adornaban las paredes del largo y ancho pasillo del centro de investigación, algunas caras de preocupación yacían en los hombres con atuendos graciosos, unas holgadas batas de disitintos colores conducían el objeto siendo orquestado por Thiyya.

El artefacto se hallaba tendido en un gran recipiente, donde una lámina circular servía como base y otra en la parte superior al artefacto se encontraba la siguiente. Una gran luz blanca bañaba el objeto. Los ordenadores se encendieron freneticamente; hubo una pausa cuando los ojos de los científicos observaron una esfera, la Musalij. Un hombre chisteó sus dientes y se dijo. Increible, no creo que sea el mejor momento para empezar a grabar. Ni siquiera sabemos por donde empezar.

Thiyya ordenó a un pequeño grupo de jóvenes la exploración en el material del objeto. Izumi quien se encontraba a cargo se alegró, saludó a la esfera y dijo en voz alta:

— ¡Esperen por nosotros! Sigan viéndonos. Observen como resolvemos este enigma.

Izumi con una cabellera frágil, gris por un lado y del otro negra; tenía un redondo rostro y unas regordetas mejillas que hacían juego con una barriga más que satisfecha. El hombre era bastante eficiente y dedicado a su trabajo. Comenzó de inmediato a realizar un escaneo exterior. Distintas placas barrian con una luz fosforescente el objeto. Algunas zonas brillaron más. Y de inmediato códigos cifrados aparecieron en el computador. Izumi leyó con atención el hecho de que aquél cuerpo constaba de aleaciones de metales y entre otros materiales. Se sorprendió al notar que una gran cantidad de minerales poco convencionales lo constituían.

El hombre metió sus manos en los bolsillos de la bata y extrajo un alargado pincel con el que comenzó a palpar al cuerpo. El pincel succionó una fina capa de partículas, las analizó y arrojó la existencia de enlaces atomicos, aleaciones y un metal que estaba sobre la superficie lateral del cuerpo. Una forma redonda se hallaba ahí, un metal precioso.

— ¡Aja! Sabia que debía ser eso— mencionó Izumi al hombre que estaba a su lado.

Su compañero se desconcertó y antes de preguntar el porque, el científico ya se ubicada enfrente del computador. Introdujo el pincel por una salida del ordenador, y a continuación se hacia una combinación de información entre la base del sistema y lo recién descubierto.

— ¡Oro!— concluyó Izumi. Dibujó una sonrisa en su rostro.

Izumi regresó una mirada hacia Thiyya que asintió con la vista. Luego un grupo de sujetos vestidos con camisetas y pantalones marrones, cubiertos con una máscara se acercaron al objeto. Uno de ellos llamo a Izumi.

— ¿Dónde esta el oro?

Izumi señalo la zona. Los hombres sujetaron un extremo de una máquina y comenzaron a analizar la circunferenica.

Del otro lado Thiyya sujetaba fuertemente un cilindro. Su piel se tiñó de un azul pálido, aún más. En su mente se plasmaba unas letras de color dorado y ordenó la búsqueda en la parte conocida de la galaxia; por sistemas solares, donde el metal como el oro lo utilizacen en la creación de objetos. Una larga indagación sucedió, un gran mapeo fue haciéndose cada vez más pequeño. Un cuadrante fue a lo que se redujo al paso de unas horas. Una enorme fila poso frente al ordenador, alrededor de ochocientos planetas tenían oro. Después al hacer caso omiso de ciertos factores como el nivel tecnológico, se fue reduciendo hasta obtener doscientos planetas. Ahora se encontraban atascados en una búsqueda en círculos.

Tyron y su escuadron de técnicos seguían analizando detenidamente el disco, el disco de oro. Una combinación de escritura yacia sobre él. Aquella máquina analizadora de patrones marcaba un titineante "Sin Informacion".

Tyron a través de un comunicador, aviso a Thiyya. Enseguida la mujer apresuró su paso. Miró el disco y la simbología.

—Sería un buen momento para guardar la información del analizador—presumió un delgado y pequeño disco con bordes amarillos.

Tyron accedió y le entregó los nuevos datos.

Aquella búsqueda sin resultados ahora se tornaba ligeramente a su favor. Los doscientos planetas apenas se habían reducido a tan solo treinta de ellos, la lengua, escritura y simbología eran demasiado similares. Era algo inusual, eran semejantes, pero estaban a una distancia muy lejana de unos a otros.

Thiyya acomodó su cabello, lo peinó con sus manos y con una mirada perdida en las imágenes recordó alguien. 

ODISEA ÁNIMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora