Acto 15: El anuncio -Escena 10-

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Lautaro continúo caminando, sin saber que había pasado. Kella giró su cabeza y gritó:

— ¡Lautaro!

El volteó, lo miró tendido en el piso, con sus ojos vacíos...

¿Qué habrá pasado? Se habrá caído, pensó, negando. Luego se acerco, lo miró de cercas. Señaló a una mujer Martyriana, le pidió que verificara si había sufrido algún problema. Estaba sosteniendo sus lágrimas en su lúgubre mente.

—Ya no esta con nosotros, Lautaro. Esta con Yuve—dijo algo alegre la mujer.

Mi pequeño, mi hijo. El todo, se calló, mordiendo sus labios, comenzando a lamer las lágrimas que caían con miedo.

Los Martyrianos se mantuvieron alertas, la unidad de exploración de riesgos, tenía sus manos cercas del puerto gi.

Tavin, hijo mio. Mi complemento, por ti segui... nuestra semilla. Nuestro sincero amor. Sus pensamientos le condujeron a viejos recuerdos:

Tavin, un bebe, sonriéndoles a sus desconocidos padres. Dandole vida a los cansados ojos de Lautaro.

—Mi hijo—lo abrazó—. ¿Quién puede estar tan hermoso?—le besó en sus diminutas mejillas azuladas.

El bebe con sus grandes ojos, sentía el cálido cuerpo de su padre. El hombre, que cuidaría de él, por siempre.

Ahora, Tavin pequeño e indefenso caminaba dificilmente en las colinas cercas del mar. Mirando a sus padres detrás.

—Anda, Tavin—le sonrió Lautaro—. O...O—lo levantó en sus brazos. Lo acarició con su barbilla. El pequeño Tavin lo apartó y quiso irse con su madre.

Lautaro echo una carcajada.

Ahora, Tavin sonreía, sonreía, sonreía, sonreía hasta caer...

Y la realidad abrumó de nuevo a Lautaro, exclamó:

— ¡No! Yuve, devuelvemelo. ¿Por qué a ellos dos? Todo lo que tenia, ¿por qué?— lloriqueó aún mas. Un par de lágrimas cayeron en el casco de Tavin. El recostó su cabeza en la espalda de Tavin, acarició y esparció sus lágrimas por el casco. Se lo quito. Le besó el cabello.

Continúo en sus recuerdos:

Tavin estaba sentado en su casa, admirando a su padre, mientras le mostraba las películas. Exhaltaba de felicidad, aplaudía y con palabras inentendibles señalaba a su padre.

—Ese soy yo, hijo. Tu padre, es un gran actor, ¿no lo crees?

Tavin asintió.

—Oh, ya se. ¿Quieres que te lleve a ver, como es que trabaja tu padre?—

Tavin sonrió.

— ¿Eh? Lo piensas llevar sin consultármelo—respondió Tania desde el otro cuarto. Se acercó, y le dijo a Lautaro—. Nos llevaras a los dos.

Tavin sonrió aún más.

Ahora, Tavin lloró, lloró, lloró, la muerte de su madre.

Se reincorporó y pensó: Oh, vaya. Todo ha sido mi culpa. He sido yo. Les he fallado. Que fue lo único que me convirtió en alguien realmente bueno: ¿Actor? No, ni siquiera la gente me considera bueno. ¿Padre? He fallado mucho, durante tanto tiempo. Apenas y pase tiempo con él... Si, fui yo. ¿En algo, alguna vez fui bueno? Nunca... Lo parece asi.

Volvió a sus recuerdos:

Tavin, estaba con su padre, sentados en uno de aquellos viajes tematicos que realizaban los tres... De hace tiempo.

Tavin comia, y señalaba hacia un pequeño grupo de animales feroces, sinteticos. Animales que parecían ser tan reales; de tres miembros. Una familia, como ellos solian ser.

Lautaro le asintia, tratando de mostrar el lado más fuerte a su hijo. De forma casi abrupta, Tavin dejo de probar mas comida y le pidió a su padre salir. Irse hacia su casa.

A medio camino. Lautaro detuvo su vehículo y salieron, hacia un pequeño campo de marrones flores; sentadas en el caluroso dia, esperando que los soles se ocultasen.

Le mostró lo maravilloso de la naturaleza. El renacimiento de aquella flor, una que había sido regada con el mar Yuve, donde sus padres una vez, navegaban. Ahora estaban ahí, formando parte de Martyr, de su tierra.

—La persona que aún amamos. Estará aquí, junto a mis padres. Podremos verle en el futuro—miró de rodillas a su hijo—. Y, jamás volveras a sentirte triste por ella. Ahora, nos tenemos uno al otro. ¿No seremos capaces de demostrale a tu madre, que sus hombres son tan estupendos?

—Si—trató de sonreir Tavin. Acarició un pétalo de la flor. Se frotó sus ojos, y le dijo a su padre—. Vamos. Regresemos. Los dos.

Lautaro se alegro, lo abrazó e ingresaron al vehículo.

Ahora, Tavin sufría, sufría, sufría...

Lautaro seguía deseando que fuera parte de alguna prueba. No sentía enojo hacia los humanos. Sentía impotencia, por el mismo.

Esto... Esto, ¿por qué siento un ardor en mi pecho? ¿Qué hice a lo largo de mi vida, para conducir a esto?, pensó y continuó No es así. Ahora formará parte de la Tierra. Y necesita que este con él, por siempre. Y así será, hijo. Nunca más volveré a fallarte. 

ODISEA ÁNIMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora