Acto 16: El camino -Escena 04-

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◊Antes de la partida de los Martyrianos

La mujer que acompañaba a Talim se acercó a Lautaro, con su mirada hacia el suelo, cavilando, luego alzó la vista y le dijo:

—Lautaro. Me veo en la obligación de informarte que, el traje no soportará una estadia de más de doscientas horas terrestres; y al momento de retirarlo, tu vida se recortará a un minimo de ciento sesenta años. Sin embargo, te resultará complicado respirar muy bien al paso de los primeros minutos al extraer tu casco. Tu piel comenzaró a arrugarse drásticamente después de ochenta años, símbolo de la ausencia de minerales garnium y vefal. Y para sustituir tales componentes, encontramos que la composición de las hojas del árbol Mantis, como le llaman los humanos, tiene en cantidades moderadas, lo que necesitas.

—Lo aprecio en verdad. Lo tomaré muy en cuenta—dijo Lautaro.

—Por mi parte es todo. Deseo que logres lo que anhelas en verdad y que puedas vivir plenamente aquí.

—Te lo agradezco, Heyna. Llegen a salvo a Martyr y si te es posible. Recuerdale a Joss que aún es joven y que no vuelva a mortificarse, ¿si?

La mujer sonrió.

—Se lo haré saber.

Los humanos comenzaban a reunirse. Comenzaron a hacer el tributo respestuoso hacia Tavin.

Se despidieron de Lautaro, el se despidió de ellos.

Los miró irse, ocultándose bajo las escaleras.

El salió al último, solo para mostrarse completamente. Las personas lo vieron, absortos ante el hecho de quedarse.

—Estaré con ustedes. Hoy y hasta el final de mis días. No siento rencor hacia ninguno de ustedes; solo el sentimiento de optimismo. Si necesitan a un padre, estare ahí. Soy Lautaro.

Volvió adentro, tomó el cuerpo de su hijo. Después sintió manos ayudándole, hasta ver como una veintena se disponía ayudarle. Se alegró.

— ¿Algun mar cercas? Uno especial, uno que forme parte de ustedes.

Terrar contestó:

—<< El Benefactor, el de la nación Belgiu. Definitivamente es el mas especial >>—le sonrió. Y luego agregó—<<. Puedo ayudarle a llevarlos alla. Si me lo permite. >>

— Me encantaría...

—<<Terrar. >>

—Bien. Terrar, estaría encantado—comenzó a mirar los rostros de las personas; en verdad que contemplaba ojos que les delataba su sinceridad e inocencia. Se entusiasmo.

Lo llevaron al vehiculo en el lugar para los Tarr y lo ingresó en el. El espacio era lo bastante grande; con comodidad Lautaro puso la cabeza de Tavin en su regazo.

—<< ¿Se encuentra bien?, partire ahora mismo >>—comentó Terrar.

—Muy bien. Hazlo cuanto antes, por favor—miró el reflejo del joven en las reflectoras ventanas, causadas por la luz interna del vehiculo. Era delgado en su rostro, ojos apagados, un cráneo que destacaba, brillante y grande. Los labios eran rosados con matices rojas—. Antes, me gustaria que me respondieras algo: ¿El mar es capaz de hacer flotar un cuerpo, aquí en la Tierra?

—<< Si, necesitaría pesar una nave completa para hundirse>>—contestó extrañado.

—Entonces bien, dejaré que me lleves alla, tranquilamente.

El vehiculo ando, y otros mas le siguieron detrás.

Al llegar, el Sol estaba un poco mas arriba del horizonte, marcando las claras aguas del mar. Se mostraron los animales marinos, saltando y gruñiendo cuando salian a la superficie. La arena era suave, delicada y de un color rojo.

El mar estaba listo para recibir a Tavin.

Lautaro y más personas le ayudaron con el cuerpo. Delante, con un melancolico rostro apareció Besnik. Había llegado tarde. Se sentía un tanto culpable. Luego tendieron a Tavin con sumo cuidado sobre la arena. Lautaro comenzó a quitarle el traje y se quito el propio. Le dio un largo beso en la mejilla. Uno más en su frente, y le acarició el cabello una última vez.

La útima vez en vida, la primera vez después de ella. Recibiras siempre mis charlas, aquí en el mar de la Tierra. Se que me escucharas, y si en algun momento en el extenso universo encuentras a tu madre, se que me escucharan los dos. Siempre estarán ahí para mi. Me adueñaré de su tiempo. Cuando duerma los encontraré, sonrientes y expectantes. Cuando despierte estarán en la primera imagen que vea... Siempre. Puso la esfera Musalij y corrió las grabaciones en la nave, la primera vez cuando suibieron a ella. Donde Bashkim les presionaba para comer. Dejo pasar cada imagen. Vio cada una de ellas. Lloro más fuerte y secó sus lágrimas con el mar.

Se silencio, y acomodó el cuerpo de su hijo a la orilla. Dejo que las pesadas olas le llevasen. FIN

ODISEA ÁNIMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora