4.

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Louis

Era demasiado temprano y aún tenía el estómago vacío por aquel simple café que me había tomado a medias.
Andaba por la calle en silencio, había dejado mi móvil en casa y no había cogido las llaves, así que solo llevaba conmigo un abrigo acogedor y algo de dinero.
No habían muchos coches por la calle, y el total silencio que había en la avenida era muy relajante. Era diciembre, por lo que el frío aquí era descomunal, y eso significaba que mis manos y mi nariz estaban frías las 24 horas del día.

Cuando había andado durante 25 minutos aproximadamente, decidí pararme en una pequeña cafetería a comer algo.

En cuanto abrí la puerta, el tintineo de una pequeña campana situada sobre mi cabeza hizo al propietario saber que yo había ingresado en su tienda.
El lugar era muy acogedor, tranquilo y resguardado del frío. De fondo sonaba una suave melodía instrumental que hacía que me calmase, y el olor a café y dulces me abrió el apetito.
Me acerqué rápidamente al mostrador, y al momento apareció un hombre de avanzada edad quitándose unos guantes como los que usaba mi madre para sacar pasteles del horno.

— Buenos días joven, ¿qué desea?

— Hola — sonreí—, ¿podría servirme un café solo y una magdalena de estas?— pregunté señalando una gran magdalena de chocolate que había en la cristalera del mostrador.

— Por supuesto— asintió el señor, y me dijo el precio de todo aquello. Yo le di el dinero exacto. Le di mi nombre, Louis William.

En cuanto el hombre se adentró en la cocina, yo decidí sentarme en una mesa cualquiera de las muchas que habían vacías. La silla era muy simple e incómoda, y la mesa era para una o dos personas, de madera oscura y sin muchos más detalles.

El lugar estaba un poco solitario, tan solo había una mujer y un niño de unos 12 años sentados en una mesa del fondo de la pequeña tienda, así que saqué mi móvil y mis auriculares, y me puse a escuchar algo de música aleatoria. La primera canción que sonó fue You found me de The fray. Amaba esa banda.

La campanilla de la puerta sonó, y entró un muchacho alto que se quedó parado en la puerta. El señor mayor del mostrador pareció no haberse dado cuenta, y me pareció extraño.
El chico seguía allí. Ni siquiera la señora y su hijo se habían fijado en el muchacho de pelo oscuro.
Seguí escuchando la preciosa canción que sonaba en mis oídos.

Lost and insecure
You found me
You found me”

“Perdido e inseguro.
Me encontraste
Me encontraste”

— ¿Louis William?— me llamó el hombre y tuve que quitar la música para poder pensar en lo que estaba ocurriendo. Oh si, el pedido.

Sin perder el tiempo, fui al mostrador mientras el hombre me servía el café y sacaba la magdalena. Entonces miré al chico que minutos antes había entrado en la tienda. Sin tenerlo muy en cuenta, hice contacto visual con sus penetrantes ojos verdes.

Era él.

Lo recordaba.
Era el chico del puente.

Me miró de vuelta. Llevaba un gorro de lana de color azul oscuro, casi negro; una chaqueta de un color oscuro también, y unos pantalones ajustados.
Me dedicó una sonrisa torcida que le llegó a los ojos con sinceridad. Yo se la devolví.

Only AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora