15.

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No sabía donde estaba el bar más cercano porque nunca transitaba esa zona, pero sabía de uno que no estaba demasiado lejos, y sólo quería ir para tomar un par de copas antes de volver a casa.

Eché a andar, y en mi cabeza creí que iba a tardar menos, pero al final estuve andando al menos 40 minutos hasta llegar al bar.

En la entrada había un hombre tirado en el suelo murmurando cosas sin sentido. Estaba muy pero que muy borracho.

Pasé por encima de él sin pisarlo e ingresé en el bar. Había venido ya varias veces y no era mi lugar favorito, pero en esos momentos era el único sitio al que podía acudir.

Habían varios hombres cincuentones bebiendo cerveza y jugando a las cartas, otros jugaban al billar, y otros pocos — tres, exactamente— bebían en la barra sentados en un taburete.

Yo opté por sentarme en el taburete más alejado de todos, lejos de los que bebian allí pegados al grifo de cerveza.
En la tele había puesto un programa sobre fútbol americano, y yo no era muy seguidor del deporte.

— ¿Qué te sirvo? — preguntó el camarero moreno, limpiando un vaso.

— Ponme whiskey, por favor.

El hombre sacó un vaso y me sirvió un buen vaso de whiskey, y sin pensármelo dos veces, le di un gran trago.

El líquido oscuro quemó mis papilas gustativas, y siguió arrasando con mi traquea, mi faringe, y finalmente noté como la bola de fuego caía en mi estómago.

De mi boca salió un Wow ronco.

— Ey, bébetelo más lento o te quemarás la garganta entera— me recomendó el camarero riendo a carcajadas.

Hice lo que me dijo y me lo tomé más calmadamente, pero el sabor se había vuelto adictivo y echaba en falta el ardor en mi interior, así que en cuanto acabé un vaso, pedí otro.

Mientras acababa mi segundo vaso, me fumé un cigarrillo — ya que allí dentro estaba permitido fumar —.

Tras terminar el segundo vaso de whisky, pedí un tercero, y un cuarto, y un quinto, hasta que perdí la cuenta de cuántos había tomado y ya todo se tambaleaba hacia los lados.

— Po-ponme otro vaso.— intenté decirle al camarero, y la voz me salió más aguda de lo normal mientras tenía hipo.

— No Louis, vete ya a casa. Ya está bien por hoy.

Suspiré cansado. Él no quería darme lo que yo quería, así que debía irme a casa.

Me bajé del taburete y me tambaleé sin equilibrio. Me costó un rato poder andar medio bien, hasta que me acostumbré y pude llegar a la puerta de salida.

Salí del bar lleno de humo y olor a alcohol, sin recordar que tras la puerta había un hombre inconsciente tirado en el acerado.
Mis pies se enredaron en su pantorrilla y salí disparado hacia delante, callendo con mi cara en el suelo.

¡Ouch! Joder— grité adolorido.

— Mira que eres imbécil, Louis— escuché a mis espaldas, y unos brazos se sujetaron a mi pecho para levantarme.

— ¿Q-Qué haces? Sueltame, o v-voy a gritar— grité, tartamudeando.

Cuando conseguí ponerme en pie, y me giré para plantarle cara a la persona que había osado llamarme imbécil, me topé con lo que menos me esperaba.

¿Harry?— pregunté muy asombrado.—  ¿Qué haces aquí?.

A pesar de estar borracho, era consciente de todo lo que pasaba.

— Mejor dicho, ¿qué haces tú aquí? — contraatacó.

Me encogí de hombros y Harry rodó los ojos, suspirando. Posó sus manos en sus caderas, y esperó a una respuesta.

— No lo sé — me defendí—. Vine para ahogar mis penas en alcohol.

— ¿Y eso te parece correcto? — me encogí de hombros otra vez— ¿Cuánto has bebido?

— No lo recuerdo. Puede que varios vasos de whiskey.

Me tambaleé hacia los lados, tratando de buscar una base sólida donde apoyarme.

— Eres un irresponsable Louis. Esto es muy infantil — casi gritó, muy enfadado, señalándome con el dedo.

— No puedes juzgarme si no sabes por lo que estoy pasando, ¿si?. Lo único que quiero hacer ahora es evadirme del mundo, porque hace dos malditas horas estaba pidiéndole matrimonio a Aurora, y ya no hay vuelta atrás. Lo único que quería era que todo el dolor se fuese por unos instantes, pero al parecer soy muy infantil — le grité en mi defensa, y se quedó parado unos segundos.

Frunció el ceño y abrió la boca para decir algo, pero ningún sonido brotó de su garganta. Se quedó como si estuviera procesando todo lo que había soltado por la boca. Lo miré esperando una respuesta, pero no la obtuve.

— Vamos, te acompaño a casa.

Cogió mi muñeca para llevarme con él, pero bruscamente tiré de mi brazo. Él se giró y me miró con un atisbo de aturdimiento en sus facciones.

— ¿Qué mierda haces Louis?

— No necesito que me acompañes a casa Harry, no soy un niño pequeño, no necesito a nadie que esté pendiente de mí todo el tiempo. Vete.

Me quedé frente a él mirandolo, esperando a que diese un paso y se marchase. Pero en cambio, volvió a agarrar mi brazo.

— Te he dicho que nos vamos a casa— dijo enfadado.

Comenzó a andar y tiró de mí en su dirección para seguir su ritmo. No pude negarme. Estaba muy borracho y sabía que de todas formas no iba a poder llegar a mi casa solo, y a estas horas de la noche.

Estuvimos andando durante al menos 35 minutos, él delante tirando de mí, que iba detrás. No hablamos durante el viaje, y mucho menos intercambiamos miradas. Nosotros solo andábamos.

Cuando ya casi estábamos llegando a mi casa, me habló.

— No vuelvas a hacer lo que has hecho esta noche, ¿te enteras?. Imagina lo que hubiera pasado si yo no hubiese estado ahí.— murmuró amenazante

Nunca había visto a Harry tan enfadado como aquella noche. Él siempre había sido un chico tranquilo y amable, pero ahora estaba muy serio y muy a la defensiva, muy sobreprotector.

Traté de evitar su pregunta.

— ¿Por qué haces esto por mí, Harry? ¿Por qué siempre da la puta casualidad de que apareces en el momento exacto? ¿Por qué me ayudas? Dame una explicación lógica — pregunté, realmente intrigado. Pasados varios minutos, él no contestaba—. Bien Harry, al menos dime por qué estabas en la puerta del bar.

Él se paró, en silencio. Ya habíamos llegado a mi casa y todas las luces estaban apagadas.
Me puse frente a él con los brazos cruzados, y seguía esperando una respuesta.

— Yo solo cuido de ti, Louis.

Lo miré a los ojos. Esos ojos verdes penetrantes. Él no sonreía, tenía una línea recta en los labios, pero sabía que lo había dicho con sinceridad.

De repente escuché a mis espaldas cómo se abría la puerta de mi casa. Me di la vuelta y vi a mi madre.

— Louis, ¿qué haces ahí? Entra en casa, venga, que hace mucho frío — murmuró adormilada, con el pijama puesta.

Antes de irme y entrar en casa, me giré para mirar a Harry.
Me dedicó una media sonrisa un poco forzada. Lo veía dolido y dañado. Yo solo pude suspirar arrepentido.

Me di la vuelta y me adentré en mi casa.

Only AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora