24.

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Las noches son eternas cuando tu cabeza no para de pensar en todo a la vez.

No podía dormir, un dolor punzante inundaba mi cabeza, y podía notar el latir de mi corazón en mis sienes.

Las sábanas se pegaban a mi cuerpo y me agobiaban a causa del sudor frío que bañaba mi piel.

Estaba muy cansado, notaba la falta de descanso en mi interior, pero aún así no comprendía por qué no podía conciliar el sueño.

Desesperado, me incorporé en mi cama, y tiré las sábanas lejos de mi cuerpo húmedo. Retiré el pelo de mi frente sudorosa.

Mi cabeza no paraba de dar vueltas, aunque no sabía si estaba pensando en mi familia, en Aurora, o en Harry.

Bajé a la cocina, y me bebí dos vasos de agua muy fría, para luego simplemente sentarme en el filo de mi colchón a pensar.
Me pasé las manos por la cara, y suspiré derrotado. ¿Por qué simplemente no podía tumbarme y quedarme dormido como un bebé?

Quería que Harry apareciese, quería que me abrazase hasta quedarme dormido, pero al parecer él aún no sabía que yo estaba pensando en él, y esta vez no iba a aparecer en el momento exacto.

Abrumado por mis pensamientos, me levanté de mi cama y corrí las cortinas para ver si ya era de día, pero para mi sorpresa, el sol no había salido aún, y la Luna alumbraba el cielo de mi ciudad.

Abrí la ventana, y apoyé mi cabeza en mis manos, mientras veía pasar el tiempo asomado a mi jardín.

De vez en cuando, una brisa suave pero fría me daba en la cara, pero en aquel momento no me importaba nada, porque mi inquietud y mi lío emocional me mantenían más ocupado.

Yo sabía que debía decirle muchas cosas a Harry, pero, ¿como se suponía que debía decirle que estaba enamorado de él, que era un fantasma? ¿Como se suponía que debía explicarle mis sentimientos?

Busqué entre mis cajones llenos de papeles, y encontré mi ansiada cajetilla de tabaco.
Saqué un cigarrillo, y me lo llevé a los labios. Encendí la punta de este, hasta que se consumió un poco y pude sentir el humo entrando en mis pulmones.

Calma.

Podía sentir calma, paz.

Respiré profundamente, con un cigarrillo en mi mano derecha, y todo un lío de pensamientos en mi mano izquierda.

Expulsé el humo, y lo vi desvanecerse con la brisa que corría. No quería que el olor se quedase en mi habitación, así que por eso fumaba en mi ventana.

— Esos vicios te acabaran matando — murmuró, a mis espaldas.

Entonces lo sabía, sabía que él aparecería sí o sí.

— De algo tenemos que morir— respondí, dando otra calada, y expulsando el humo.

En ningún momento me giré a encararlo, pero noté como poco a poco se acercaba a mí.

— Podrías, tal vez, tirar ese cigarrillo y dejar que la naturaleza te matase.

Solté una risa, con un toque de ironía.

— ¿Para qué? Un simple cigarro no me matará de un día para otro.

Noté que ya estaba lo más pegado posible a mí.
Noté su aire frío.

Su mano, con tacto congelado, se poso sobre mi hombro.

— ¿Por qué no estás durmiendo?— preguntó.

— No podía dormir. Bueno, más bien, mi cabeza no me ha dejado dormir.

Su mano bajó por mi brazo, hasta alcanzar mi mano libre: la izquierda.

Noté como poco a poco, la temperatura de mi mano descendía, al igual que la de mi habitación.

No me había percatado de lo difícil que se me hacía respirar en aquella atmósfera fría.

Entonces, tras un silencio, acabé mi cigarrillo y lo tire por la ventana.
Me giré, y fue ahí cuando fui consciente al cien porcien de lo cerca que estaba Harry de mi cuerpo.
Nuestras caras casi se rozaban.
Tragué el nudo de emociones que se había formado en mi garganta, para poder hablar.

— Eh... ¿Te importaria venir conmigo a mi jardín? Creo que necesito hablar contigo.

Harry se encogió de hombros, y me siguió en silencio por los pasillos hasta llegar a mi jardín.

Nos sentamos en el césped, yo a su derecha, sin mirar a un lugar en concreto, aunque en aquel momento yo solo podía mirar las estrellas.

— ¿Vas a hablar?— preguntó impaciente.

— Aún estoy pensando en lo que te voy a decir— contesté, nervioso.

Tenía claro que, de alguna manera, debía explicarle a Harry que lo quería por encima de todas las cosas.

— Las cosas han cambiado muy rápido — comencé —, y me entristece que las cosas entre nosotros se vayan a acabar tan pronto.

Harry suspiró, y miró las estrellas. De repente, dejó caer su espalda sobre el césped.

— Las cosas cambian para todo el mundo, no solo para nosotros, Louis — se quejó.

Y tenía toda la razón, pero yo me negaba a quedarme con esa simple e idiota reflexión.

— Ayer hablé con Aurora — continué—. Me confesó que ella me quería, pero no quería estar conmigo porque ella sabía desde el primer día que yo quería casarme con otra persona. Pero joder, ¿como supo que yo quería casarme contigo?

Harry me miró con el ceño fruncido, y mi corazón se estrujó dolorosamente.

— ¿Tú... Quieres casarte conmigo?— preguntó, y me quedé callado dando por echo la respuesta— ¿Por qué yo?

— Porque el día que te conocí en aquel puente oxidado, supe que te necesitaba. Llegaste y me enseñaste que estar roto no era sinónimo de irreparable— dije, con los ojos húmedos —. Y sé que somos jóvenes, y que estamos separados por la barrera de la vida, pero joder, me encantaría casarme contigo. Me he enamorado de ti, Harry, y ya no hay manera de que eso deje de ser así.

Él no me miraba, se dedicaba a observar la Luna, y a pesar de ello, sabía que tenía lagrimas en los ojos y un nudo en el pecho que no lo iba a dejar hablar.

Me quedé callado. No tenía nada más que decir, así que esperé paciente.

Hasta que, en medio del silencio nocturno, un gemido de puro dolor arañó su garganta.

Supe en aquel momento que su corazón estaba hecho trizas.

Only AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora