27.

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Lo miré a los ojos, mientras una furia inmensa me invadia. Quería pegarle, quería insultarle, quería matarlo.

Di un paso al frente, y no me lo pensé dos veces.

— ¡Eres un cabrón! No te aguanto, te lo prometo, no aguanto ni un segundo más conviviendo contigo— gritaba, mientras mi padre me miraba atónito, pero cabreado hasta la mierda—. Te vas a joder tú, porque no me voy a casar con Aurora. Las cosas irían mejor si tan solo hubiérais pensado en nosotros por dos segundos. ¡Pero no! Sólo pensais en vuestro puto ego y vuestra mierda de dinero. ¡Meteros el dinero por donde os quepa! Estoy cansado...

Entonces fui interrumpido.

— No lo hacemos por dinero, es por vuestro bien— habló Jean, sereno.

Lo miré con desprecio, y abrí la boca para hablar, pero de nuevo fui interrumpido.

— ¡No jodas! — gritó Aurora, sorprendentemente —. Papá, también estoy cansada de ti. Estás mal de la puta cabeza. No has pensado en mí ni un minuto, ¿tanto me quieres como dices? Porque entonces me habrías tenido en cuenta. Louis no se merece nada de esto, estamos cansados de vosotros.

La miré atónito. Wow, eso había sido increible.

— ¿Si? Perdona, pero he sido yo quien te ha dado una vida llena de lujos y dinero, siempre has tenido todo lo que has querido.

— Me importa una jodida mierda tu dinero. ¿Sabes? Hubiese preferido nacer en una familia normal, antes que tener un padre como tú.

— ¡No vuelvas a repetir eso, Aurora! Ni se te ocurra quejarte de nada. Siempre has vivido como una reina. Si no fuese por mí, tu serías una estudiante de 20 años mediocre en una universidad pública, probablemente irias de fiesta en fiesta revolcándote con todos los chicos, y no tendrías dinero para pagar el alquiler de una casa digna. ¡Eres una puta! Pero tienes la suerte de haber nacido en una familia millonaria.

Los ojos de Aurora estaban cristalizados, y no sabría decirte si era a causa de la frustración de no poder darle una bofetada, o de la agudeza de las palabras.

— Estoy tan avergonzada de tener un padre como tú... Ojalá no hubiera nacido aquí.

Sin pensarselo dos veces, la mano de Jean impactó en la mejilla de la rubia. La sala se sumió en un silencio sepulcral, nadie se movía, y los presentes en la sala nos mirabamos los unos a los otros de reojo, sin saber que hacer o decir.

Entonces Aurora levantó la cabeza decepcionada, mirando a su padre con lágrimas en las mejillas. Soltó un suave jadeo, y luego gritó:

— Estás enfermo.

Se fue corriendo fuera de la sala, y en décimas de segundo, su madre la siguió.

Mi madre se había quedado sin respiración y tenía el corazón encogido en un puño.

Mi padre, sin embargo, tenía la mirada valiente clavada en mí, sin despegarla ni un momento.

Lo miré a los ojos sin expresión ninguna y negué con la cabeza.

— No te das cuenta papá pero tus palabras me destruyen, me han destruido durante toda mi vida. Me haces sentir como si fuera una mierda, estoy cansado de ti, me das pena.

La voz me tembló, y entonces supe que no iba a ser capaz de guardarme las lágrimas.

Salí rápido del salón, y no sabía a donde ir. Recorrí un pasillo entero mientras escuchaba los gritos de enfado de mi padre.
En el trayecto pude soltar todas las lágrimas que había tratado de retener todo el tiempo.

Only AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora