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La chica asintió suavemente. Estaba algo contrariada con la actitud firme del científico. Nunca pensó que lo vería así, o que lo llegaría a obedecer.

Pero tenía qué, él era técnicamente el segundo al mando de la mansión y la preocupación por el demonio preñado era mutua. Así que rápidamente salió de la habitación hacia la sala de comandos para pedir todas las grabaciones de la noche.

Quince minutos después, Flug entró a aquella sala. Con una actitud tan intimidante y firme que terminó atrayendo la atención de todos los presentes. Puesto que ya había dejado de usar la bolsa, todos podían admirar la gran expresividad que demostraba.

—¡Doctor Flug! —llamó Roxy, que entró hace menos de diez minutos a la sala por el alboroto—¿No hay ningún rastro en la habitación?

—Mas allá del círculo pequeño cortado en la ventana para abrirla, no hay nada. Debió de usar guantes de látex para que ninguna partícula quedara libre. —declaró, acercándose al gran monitor donde Demencia revisaba las cámaras delanteras de la mansión y él se puso a revisar las traseras.

—¿Encontraste algo? —le preguntó a la joven.

—Aún no. Lo que se llevó a Black debió hacerlo por más allá de las tres de la madrugada... —giró hacia el hombre que revisaba los monitores con igual persistencia que ella—¿No tienes ni idea de quién pudo hacerlo...?

—... Pues, hay varias opciones... Pudo ser algún villano aparte que entró sin problema... O tal vez Ángelo sí le dijo a la organización del estado de Black Hat pero... —abrió los ojos en sorpresa, sintiéndose un estúpido. Ató clavos.

—Doctor, el mismo Black Hat dijo que la agencia no podía hacerle nada. Pues él no infringe ninguna normativa con su embarazo...

—¡Pues claro! ¡¿Por qué no lo pensé antes?! —golpeó la larga barra de comandos con las palmas—¡Fue Kirkland! Ese maldito... No puede quedarse quieto cuando se siente enjaulado.

—Y ahora tiene a Blacky... Y al bebé... Flug ¿Qué pasará con ellos?

La chica lagartija se levantó de su silla, no sentía ni la comodidad de estar sentada con los nervios.

—No lo sé, Demencia. Podrían hacer cualquier cosa. Son villanos, igual que nosotros. Y eso significa que piedad es lo que menos tienen...

La chica comenzó a morderse las uñas, asustada; Roxy la acercó en un abrazo suave para calmarla, eso siempre funcionaba con sus hijos, y parecía funcionar también con la joven que instintivamente se aferró a las ropas de la asistente.

—¿No podemos hacer nada, Doctor?

—Solo nos queda ir a la mansión de Kirkland... El problema es que él tiene muchas... Pero no importa. Lo que menos podemos hacer es atacar sin alguna estrategia... —giró suavemente la cabeza de nuevo a las grabaciones.

Gruñó al observar en la grabación la silueta de la misma fémina que acompañaba al de ojos carmín el día del restaurante. Vió al felino en el techo amistar con ella y luego la grabación se cortó con el logo de las empresas del demonio.

—Oh, mira nada más. Allí está tu condenado gato, Demencia. —señaló cuando al rato la grabación volvió a la normalidad y mostraba al felino dormir en paz en el techo—Esa bola de pelos es el espía. Es que es demasiado obvio ¿Por qué no lo noté antes? Agh...

Giró la silla para ver tras de él que Demencia parecía sollozar en el pecho de la mujer que la acunaba. Soltaba unos "lo siento" muy bajitos. Se sentía horrible.

Oh... —murmuró, dándose cuenta de su actitud—Demencia, no es tu culpa. Tranquila... —consoló el científico levantándose y sobando la espalda la chica.

▶Consecuencias◀ [PaperHat]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora