//N.A: Hola a todos! Perdón por haber tardado en actualizar, realmente espero terminar este fanfic antes de que termine el año. En fin, estoy algo dormida y he estado teniendo algunos problemitas, así que si el capítulo les resulta medio raro sepan comprender (?) Jajajaja ya saben que los amo, pronto estaré respondiendo todos los comentarios que se me atrasaron de capítulos anteriores, pero ahora tengo muchísimo sueño, no dormí por escribir este capítulo xD Ya estamos a nada del final! Dos capítulos más o tres (y esta vez es en serio) jajajaja los amo <3
----------—Apareció otra víctima. — informó la voz preocupada de Jack aquel mediodía al teléfono.
—¿El hijo de la senadora? — preguntó Will, algo alarmado, mientras terminaba de vestirse. Aún se encontraba sentado en su cama desordenada después de sus retozos amorosos con el caníbal.
Will, al ver que era Jack, no había querido atender, pero eso sería sospechoso.
Y no era este un buen momento para andar jugando con las sospechas de Crawford.
—No. Pero esto acorta aún más el plazo de vida de ese chico. Billy el titiritero ya se deshizo de su ultimo títere… Ahora tendrá que empezar a hacer uno nuevo. — respondió Jack.
—¿Cómo está la senadora? —
—Realmente desesperada… Sabe que el tiempo se acaba. Y Ahora además de preocuparnos por la fuga del caníbal y su hija, tenemos que lidiar con mas asesinatos de este psicópata… Ya ni siquiera respeta sus propios tiempos… Está vez descartó su marioneta mas rápido que las dos anteriores. —
La voz de Jack sonaba atormentada, pero a Will no le conmovía en lo absoluto.
—En un rato estaré allá. — prometió Will, miró el lado de la cama donde había estado durmiendo Hannibal no hacia mucho y sonrió para sí. La mañana era mucho mas hermosa ahora que ellos por fin estaban juntos.
Jack le dijo la dirección antes de colgar, y Will en cuanto terminó de vestirse fue hacia la cocina.
—Creo que el almuerzo tendrá que quedar para otro momento, Jack me acaba de decir que encontraron otra víctima. — dijo Will, acercándose a Hannibal y abrazándolo por la espalda mientras este cocinaba.
—¿El hijo de la senadora? — preguntó Hannibal, pero Will negó con la cabeza.
—Bien. Encontraré la manera de salir sin que los guardias de afuera lo noten. Tengo que ir a por Abigail. —
Hannibal se dio la vuelta tras decir esas palabras y depositó un suave beso en la mejilla del agente. Pero Will, por su parte, prefirió tomar el rostro del doctor y plantarle un beso en los labios que duró varios segundos.
—Mucho mejor…— Will sonrió —Solo tengan cuidado… Cuando todo esto termine…Tendremos que pensar que hacer. —
—¿Cuándo todo esto termine? — inquirió Hannibal, pareciendo olvidarse de la comida por un momento.
—Supongo que nos iremos… Pero no me iré antes de atrapar a Billy… Ese asesino…— Will suspiró profundamente, recordando todos los rostros de esos pobres niños muertos. —Con este asesino… Es personal. —
—¿Por qué lo sientes asi? —
—No lo sé…— Will sacudió levemente la cabeza, pero era una sensación que tenía desde que lo había visto en el periódico, borracho en las calles de Florida.
—Algo debe tener para llamar tanto tu atención…— Hannibal apagó el fuego de la cocina y se sentó en una de las sillas, mirando a Will de pie frente a él.
—Quizás… La sensación de que puede enseñarme algo. — dijo Will mirando al doctor con las cejas levemente enarcadas.
—Puedo ayudarte a atraparlo… Si me lo pides. — murmuró Hannibal al cabo de un rato de silencio en el que parecía sopesar los pro y los contra de las palabras que salían de su boca.
—¿Lo conoces? ¿O solo intentas jugar conmigo? —
—¿Quieres mi ayuda? —
Will giró los ojos, pero después sonrío. A pesar del tiempo Hannibal seguía siendo el mismo. Aquel hombre que alguna vez lo había asustado tanto, pero por quien ahora podía ser capaz de sentir un amor mas pleno que nunca.
Se acercó a él a paso lento y lo abrazó, dejando que Hannibal descansara su rostro sobre su vientre.
—No esta vez… Estoy bastante seguro de que puedo hacerlo solo. — murmuró Will, acariciando suavemente el cabello de Hannibal.
El psiquiatra incluso se sintió un poco sorprendido por esas palabras. Jamás nadie le había dicho que podía sin su ayuda. Eso lo hizo sentirse orgulloso en cierto punto.
Cerró los ojos por un momento, disfrutando del regalo que eran para él las caricias que Will le daba.
—El recuerdo de Garret Jacob Hobbs es fuerte en ti…— murmuró Hannibal, ciñendo sus brazos en la cintura del mas joven.
—¿Por qué lo dices? —
—¿Por qué piensas que lo digo? —
—No lo sé, pero lo descubriré. Y cuando lo haga por fin podremos marcharnos de aquí. — murmuró Will, aun acariciando el pelo de Hannibal.
Se separó un poco y lo miró a los ojos con una sonrisa. Esas palabras de Hannibal otra vez le confirmaban que debía estar sobre una buena pista. Que ese asesino y Hobbs estaban conectados de alguna manera que descubriría tarde o temprano.
—Tengo fé en ti, Will. Siempre la tuve. —
El agente le dio otro beso en los labios al psiquiatra antes de separarse e ir hacia la puerta. Aquel día sería largo, estaba seguro de eso.
No pasaron ni diez minutos desde que Will se fue cuando, internándose entre los recovecos mas oscuros de su palacio mental, Hannibal Lecter estableció contacto con “El titiritero” como los medios tenían a bien llamar al hombre que ahora estaba frente a Lecter, en una habitación similar a su antiguo consultorio en Baltimore.
—No pasará mucho tiempo hasta que te atrapen…— fueron las palabras de bienvenida con las cuales Hannibal recibió a Billy.
La atmosfera de la habitación aquel día era mas oscura de lo usual, los tonos de la madera y tapices tan elegantes que llenaban el consultorio derivaban más y más hacia el negro. Quizás por culpa del estado mental del “invitado”.
—Creo que ya es tarde para pensar en eso, doctor. Siento que he perdido el control. — respondió Billy, mirando las cortinas que cubrían la ventana del consultorio. Se acercó a ellas y las hizo a un lado, pero del otro lado de la ventana no había paisaje alguno. Solo oscuridad.
Hannibal se quedó en silencio por un momento, luego solo asintió.
—Lo que haces… Tu manera de expresarte, pese a ser todo lo terapéutica que puede ser… No es sostenible en el tiempo. Necesitas evolucionar. — murmuró Hannibal, quien en contraste con el aspecto apagado y abatido del otro asesino, se veía radiante de vida y pletórico.
—¿Hay acaso alguna evolución posible para mi condición? A veces… En los momentos de calma… Creo que una parte de mi es completamente consciente de lo que hago… Y quiere impulsarme a terminar con todo de una vez. Pero el solo pensar en la realidad… Es insoportable. No pienso en ella ni siquiera mientras hablamos. Imagino que todo es un sueño…— susurró Billy, dejando caer las cortinas que ocultaron las tinieblas del exterior una vez más.
—Creo que nadie sería capaz de pedirte que reconozcas la realidad en tu estado. Pero debes aceptar las consecuencias de ella. —
—Todo lo que sé ahora es que necesito volver a hacerlo… Cuanto antes. Quizás por fin logre lo que busco…— murmuró Billy, y su voz se perdió en la negrura incipiente del consultorio.
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Al llegar a la escena del crimen, otra vez Will se encontró con un muñeco de aspecto triste y algo maltratado. Un niño rubio de no mas de once años que yacía en la bolsa de plástico donde Jimmy y compañía lo habían colocado.
Por mas que se les dijera que no debían manipular el cadáver antes de que Will llegue, la compasión era mas grande que nada para con los niños.
Will suspiró profundamente, era su culpa por haberse tardado tanto, sabía que sus compañeros solo protegían a la víctima de los fotógrafos exacerbados que tomaban fotos de todo.
La prensa había descubierto la escena del crimen demasiado temprano y ahora Jack había tenido que armar barricadas para evitar que aquellos individuos se metieran y contaminasen todo.
—Hola Will… Como en los casos anteriores… Dudo mucho que este sitio te sea de utilidad. No es la escena del crimen, obviamente. Solo el sitio donde descartó a su muñeco…—
Will asintió, pero de todos modos empezó a investigar el lugar. Dentro de una furgoneta del fbi estaba el mapa con chinches clavadas en los puntos donde habían aparecido las victimas y los lugares de donde habían desaparecido cuando estaban vivos.
No había un patrón exacto, eran puntos sumamente dispersos.
Will se quedó un momento, contemplando el mapa, pero lo que en realidad hacia era imaginarse el alivio que debió sentir la senadora cuando supo que la nueva victima no era su hijo.
Alivio … Y culpa después.
Culpa por haberse alegrado por la muerte de un niño. Un niño que no era el suyo.
Sacudió la cabeza, intentando no pensar en eso. Pero lo almacenó en un rincón de su memoria.
—¿Ya saben el nombre de la víctima? — preguntó Will cuando sintió los pasos pesados de Jack entrando también en la furgoneta.
—Aun no… Los chicos están en eso. —
—Bien. —
Jack se le quedó mirando por un momento.
—¿No has tenido ninguna noticia de Lecter? — preguntó Crawford a quemarropa.
—No, y supongo que eso es una suerte. Si no han venido aun a matarme es por que consideran que es peligroso. — dijo Will con calculada indiferencia.
—Si van a por ti… Los atraparemos. No lo dudes. —
Will ni siquiera respondió, su mente estaba puesta en el caso mas que en nada.
No dejaba de pensar en Garret Jacob Hobbs, el padre biológico de Abigail, quien había muerto hacia tiempo.
Parecía como si todo aquello hubiera pasado en otra vida. Como si todo aquello le hubiera sucedido a una persona diferente a él. A otro Will Graham.
Sin embargo, aun recordaba a la perfección la sensación de tener la sangre de Abigail manchando sus manos y escurriéndose entre sus dedos.
Pero esos recuerdos se veían opacados por otros que eran un poco menos antiguos.
Recuerdos en los cuales era Hannibal quien le abría el cuello de una oreja a la otra a la jovencita.
Will suspiró profundamente, intentando volver a enterrar esos recuerdos en lo profundo de su mente.
¿Cuál podría ser la conexión?
Hobbs estaba aterrado por perder a su hija… A su única hija.
Por eso le hacía a otras chicas lo que no se atrevía a hacerle a ella…
Pero se trataba de niños de once años. Los niños de esa edad no se iban a ningún lado sin sus padres. No existía el miedo a la perdida en los actos de Billy el titiritero…
Existía algo mucho mas oscuro.
Desesperación.
Negación.
Un esfuerzo constante por recrear algo… Por hacer… Replicas.
Algo pareció encenderse dentro de la mente de Will mientras mas y mas lo pensaba.
Su asesino no tenía miedo de perder algo. Su asesino ya había perdido ese algo.
Will se levantó bruscamente de su pasiva posición sentado en la camioneta y fue con Jack, quien estaba en compañía de otros agentes, dándoles ordenes.
—Jack, necesito entrevistar a la familia del primer caso…—
—¿A los padres de Andy Smith? — preguntó Jack, algo confundido. Ya los habían entrevistado hasta el cansancio.
—No, no… A los padres del amigo de Andy. —
La confusión en el rostro de Jack aumentó aun más.
—Ya les tomamos declaración…—
—Lo haremos de nuevo. — replicó Will bruscamente. —¿Me llevarás o iré solo? —
Jack suspiró con una leve mueca, pero sabía que si Will se ponía así era por que tenía algo.
Le avisó a sus muchachos a donde iba y al cabo de unos minutos ya iban de camino a la residencia de los Jones.
Todo lo que se sabía del asesinato de Andy Smith era que una noche se había quedado a dormir en la casa de un amigo y jamás había regresado a la suya.
Andy Smith, antes de marcharse de la casa de su amigo en mitad de la noche, había dejado una nota que explicaba que se marchaba de regreso a su casa a buscar unas cosas.
Andy nunca llegó a su casa. Ni tampoco volvió a la casa de su amigo.
Simplemente había desaparecido.
Las pruebas que se le hicieron a la nota tampoco eran concluyentes. Pudo escribirla Andy, pudo escribirla su asesino. Imposible saberlo con una nota escrita en computadora.
Will insistía en la sospecha de que el asesino había secuestrado a Andy de la misma casa, pero ¿cómo era posible eso sin que nadie se diera cuenta?
Por ese motivo, todo el mundo creía que el secuestrador se había llevado a Andy cuando el niño iba de camino a su casa a buscar las cosas que había olvidado.
Al llegar a la residencia Jones, una mujer palida y delgada pero de aspecto refinado y risueño les abrió la puerta.
Era la señora Jones.
—¿Puedo ayudarles en algo? — preguntó la mujer, su mirada se volvió reacia en cuanto Jack y Will enseñaron sus placas.
—Necesitamos hacerle algunas preguntas mas, señora Jones. — murmuró Will.
—¿Es realmente necesario? Mi esposo, mi hijo y yo ya rrespondimos todas las preguntas que se les ocurrieron… Hoy es el cumpleaños de mi marido… Estoy muy ocupada…— intentó evadirlos la señora Jones.
—Le recomiendo que simplemente nos deje pasar. — replicó Will de manera bastante cortante antes de entrar en la casa por su propio pie. Estaba siguiendo una pista, no tenia tiempo para idioteces.
—¿Dónde están su esposo y su hijo? —
—Salieron a comprar algunas cosas. Hagan esto rápido por favor, mi hijo sufre cada vez que se acuerda de la perdida de su amigo… Ese pobre niño Smith… Que Dios lo tenga en la gloria. — murmuró la mujer en respuesta a lo que Will preguntaba.
—Lo tendrá cuando su asesino esté preso…— respondió Will, mirando alrededor. La casa era muy linda, una mansión en toda regla. La típica casa de la clase alta estadounidense que vive con lujo pero no excesivo.
—Bien. Vamos al grano agentes. — pidió la mujer, tomando asiento en su sillón.
—La noche en la cual Andy Smith desaparecio… ¿Usted notó alguna actitud extraña en él? —
—En lo absoluto, estaba como siempre. Riendo y haciendo alboroto con mi hijo. —
—¿Durante la noche no escuchó ningún ruido extraño? Por mas mínimo que fuera…— insistió Will, estaba casi por completo convencido de que Andy había sido secuestrado de aquella misma casa. Si tan solo tuviera manera de probarlo…
—No, no escuchamos nada… Ni mi esposo, ni yo, ni nuestro hijo. — respondió la señora Jones, cruzando las piernas con un sutil y elegante aire aristocrático.
Will soltó un bufido casi imperceptible. Había algo en la casa, algo que le llamaba mucho la atención.
Se acercó a la chimenea, mirando las fotografías que había allí. Todas eran de la familia Jones. Se veían tan alegres y felices.
Con una insólita excepción.
Will de pronto sintió la boca seca al verlo.
Un hombre de cabello castaño y ojos grises estaba en una de las fotografías, algo oculta. Tenía en brazos a un niño de cabello rubio de no mas de seis años. Se veian perfectamente felices, a excepción de la mujer rubia que estaba con ellos. La madre del niño, Will lo supo de inmediato.
La mirada de ella era triste, vacía, carente de vida. Los ojos de alguien profundamente enfermo.
Mientras el cerebro de Will llegaba a un millón de conclusiones, el teléfono de Jack sonó, rompiendo el silencio, y los ojos de Graham se fueron a otra fotografía.
Era una fotografía de la familia Jones. En ella salían los dueños de casa, su hijo, y el hombre de pelo castaño.
Pero estaba solo.
Al lado de ese hombre ya no estaban ni la mujer ni el niño rubios.
Y la expresión del hombre había mutado de la felicidad a la oscuridad completa. La desesperación. El odio. El miedo.
Todo eso escondido tras una plástica sonrisa para la foto.
—¿Will? —
La voz de Jack lo sacó de sus contemplaciones, pero solo a medias. Ni siquiera pudo levantar la mirada hacia Crawford.
—Will, tenemos que irnos. Han descubierto la identidad de la victima. Se llamaba Josh Mckinley… Sus padres… Estaban muertos en su hogar hacia un par de semanas. —
Las palabras llegaron como apagadas a la mente de Will, pero completaron lo que faltaba del rompecabezas e hicieron el click definitivo en la mente de Will.
Dos de tres.
En dos de tres de los casos, Billy había asesinado a los padres de su futura victima.
¿Por qué no asesinó a los Jones?
¿Por qué no iba detrás del hijo de ellos? ¿O por algo más?
Will tomó la foto de aquel hombre donde salía con la chica y el niño rubio y la dio vuelta, leyendo la dedicatoria de la parte posterior.
“Para mi amada hermana, Melissa Jones. Con cariño, Charles.”
Quizás no los mató… Por que eran su propia familia…
—¿Quién es él? — preguntó Will como pudo, mostrándole la foto a la señora Jones.
—¿Èl? — la mujer lo miro con interés —Es mi hermano Charles… ¿Por qué? —
—¿Quiénes son las personas que salen en la foto con él? —
—¿Para que quiere saberlo? — preguntó la mujer levemente molesta. Se levantó y le quitó la foto de la mano a Will.
—Dígamelo. — ordenó Will, su voz sonó lo bastante fría y autoritaria como para que la mujer se le quedase mirando por un momento.
Jack por su parte los contemplaba, alerta.
—Son su esposa Annie y su hijo Louis… Ellos… murieron…—
Will se giró hacia Jack, mirándolo con severidad.
—Tienes que dar la alerta, Jack. Creo que tenemos a nuestro hombre. —
Crawford asintió sin siquiera discutir, sabía que el instinto de Will jamás debía ponerse en duda.
Al escuchar esas palabras, las manos de la mujer temblaron, y el retrato cayó de las manos de la señora Jones, con un sonido leve e insignificante sobre su alfombra cara.
:::::::ALGUNAS HORAS DESPUES:::::::::
Will se encontraba en la central del fbi, terminando de explicárselo todo a Jack y al resto de los agentes.
Se había dado la alerta sobre el sospechoso, Charles Williams, cabello castaño, ojos grises y cuarenta y tantos años.
Su fotografía junto con su familia ahora yacía ampliada por un proyector en una de las pantallas de la oficina de Jack Crawford.
—Charles Williams, 43 años, viudo. Es, o mejor dicho era, químico en una planta de desechos industriales. Dejó el trabajo hace tres años, cuando su esposa Annie decidió quitarse la vida dejando abierta la llave de gas de la cocina. — murmuró Will, cambiando la imagen del sospechoso a la imagen de la fallecida Annie.
“Se veía en sus ojos” pensaba Will mientras contempla la imagen de esa mujer. “Se veía en sus ojos que era una bomba de tiempo a punto de estallar… ¿Cómo no te diste cuenta Charles?”
Will suspiró antes de proseguir.
—Su vida no se apagó en soledad. El hijo de ambos, Louis, de once años de edad, se encontraba en la casa también. Ambos murieron por asfixia…— murmuró Will. El resto de los agentes estaba en silencio. Posiblemente todos ellos imaginaban al señor Williams entrando en su casa luego de un largo día de trabajo…
Sintiendo el olor a gas…
Y luego descubriendo los cadáveres de su esposa y su hijo…
—Tenemos la hipótesis de que el señor Williams jamás pudo aceptar la terrible perdida de su familia. Y comenzó a intentar regresar a su hijo a la vida… De esta manera. — dijo Will, comenzando a pasar las diapositivas de los cuerpos de los niños convertidos en muñecos.
No eran titeres, no era control y dominio lo que el asesino buscaba.
Si no recrear, aunque mas no fuera de manera artificial, aquello que había perdido.
—Por ese motivo asesina también a los padres de las victimas. Cree que no son merecedores de tener un hijo… Lo mismo que sintió respecto a si mismo y a su esposa luego de lo sucedido. En el caso de los Jones, no los asesinó no solo por no ser padres de su victima, si no también por que se trataba de su hermana y de su cuñado. Y fue esto lo que nos llevó a atraparlo. Hay alerta máxima en el país entero. No irá a ninguna parte…—
—Todo lo que yo deseo es atraparlo antes de que mate al hijo de la senadora…— murmuró Jack.
Habían entrado en la casa del susodicho apenas recibir la orden, todo para descubrir que se había largado.
Sin embargo, tenían algo a favor.
Habían encontrado una prenda que pertenecía al hijo de la senadora. Pero no había sangre ni muñeco. El chico seguía con vida.
En el sótano habían encontrado, por otro lado, todos los instrumentos necesarios para la taxidermia y la confección de los muñecos, y entre ellos también los hilos de pesca que servían para dar movimiento a los títeres, por lo que ya no cabía duda de que estaban detrás del sospechoso correcto.
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Lejos de allí, Charles Williams, o como todos lo conocían “Billy, el titiritero”, manejaba en un desesperado intento de salir del estado.
El instinto le había advertido que su refugio anterior no era seguro, por lo que se había visto obligado a abandonarlo en compañía de su nuevo hijo. O mas bien, en compañía de su futuro hijo.
Ese chico… El cual llevaba un nombre y un apellido que no eran los verdaderos… Pronto cambiaría. Pronto se transformaría frente a los ojos de Charles y su hijo tendría la oportunidad de vivir una vez más.
Lo contempló por el espejo retrovisor mientras conducía. El chico estaba calmado, bajo los efectos de un sedante, por lo que no era necesario llevarlo atado.
—Pronto estaremos lejos de aquí, Louis… Pronto podremos estar juntos de nuevo…— murmuraba el perturbado hombre, sin apartar la mirada del niño.
Charles Williams llevaba una peluca de cabello rubio y espeso, diferente a su fino cabello castaño oscuro, y grandes gafas de sol que cubrían su rostro, cuando decidió estacionar para cargar gasolina para el resto del trayecto.
Se veía completamente diferente a la fotografía que la policía hacía circular de él en ese mismo momento, pero no era el caso del niño que lo acompañaba.
Dylan Martin, el hijo menor de la senadora Ruth Martin, era un rostro bien conocido hacia ya un par de semanas, el tiempo que llevaba en manos de aquel hombre.
Al princpipo todo había sido terror y oscuridad para el niño, pero a medida que los sedantes actuaban mas y mas en su cuerpo, creaban una dependencia que hacían que el chico ya no supiera cuando estaba dormido ni cuando estaba despierto.
Era como estar envuelto en un helado capullo de suave seda que lo cubría de pies a cabeza.
Su cerebro ya no parecía estar hecho de materia gris, si no de un material similar al algodón. Liviano y hueco.
Aun así, de vez en cuando tenia episodios de lucidez lo bastante fuertes como para intentar morder o arañar a su captor para liberarse. Esos episodios duraban pocos minutos hasta que el asesino por fin volvía a sedarlo.
Charles jamás espero que uno de esos esporádicos episodios de lucidez sucediera justo en el momento en el cual él se bajó para cargarle gasolina al auto.
Dylan parpadeó lentamente, y a su alrededor vio la oscuridad de la noche. Estaba dentro de un auto. Estaba en el exterior.
Luego de tantos días encerrado… estaba afuera otra vez.
Se dio cuenta de inmediato de que se trataba de una estación de servicio, y con una de sus frágiles manos, atinó a abrir la puerta del auto y bajarse de un salto, mirando a la cámara que había en la gasolinera, filmándolo todo.
—¡Ayuda! ¡Si alguien puede verme ayúdeme por favor! — gritaba el niño con desesperación.
No pudo gritar mucho mas.
Charles se fue sobre él con un pañuelo empapado en cloroformo y lo sujetó entre sus brazos, haciéndole respirar en el pañuelo, lo que desmayó al agotado niño en un lapso de pocos segundos.
Charles soltó un bufido por lo bajo, ahora tendría que ser aun mas rápido que antes para llevar a cabo su trabajo.
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—Esta grabación nos llegó hace cinco minutos desde una gasolinera al sur de Virginia. No cabe duda de que es el hijo de la senadora. — dijo Jack mirando a Will.
Ambos se encontraban en la oficina del primero, contemplando una y otra vez la secuencia de video en la cual salía Dylan Martin, el hijo de la senadora, pidiendo ayuda a los gritos. A los pocos segundos se veía como alguien lo atrapaba y lo dormía para luego meterlo en el maletero de un auto.
—Pudo haberlo llevado en el maletero desde el principio. Está intentando detenerse. Al menos una parte de él. — murmuró Will.
—No me interesa, lo único que quiero es al chico con vida. Ya envié a todas las unidades disponibles a rastrillar la zona. No llegará lejos. — dijo Jack, volviendo a repetir el video.
—Lo se…— susurró Will, pero no estaba seguro de si lograrían traer con vida al hijo de la senadora.
En medio de sus cavilaciones, su teléfono comenzó a sonar. Se disculpó con Jack, quien no le dio ni la mas mínima atención, y salió de la oficina para atender.
—Hola papá…— fue la voz que lo saludó del otro lado del teléfono. Era Abigail.
—Hola… ¿Ocurre algo? No deberías llamarme…—
—No te preocupes, es seguro. ¿Cómo va el caso? —
Will suspiró, imaginaba que Abigail había estado hablando con Hannibal de eso. Posiblemente estuvieran juntos en ese momento.
—No muy bien. El tiempo se agota…— dijo Will con un profundo suspiro.
—Creo que sé algo que podría ayudarte…— la voz de Abigail sonaba algo pensativa, como si estuviera decidiendo si decirle o no.
Will se sorprendió bastante por eso.
—Dime…—
—Hannibal me hablo de él, de tu asesino, he regresado a Baltimore para buscar algunas cosas en el consultorio de papá y encontré unos archivos viejos de pacientes. En uno de ellos aparece el hombre de las noticias. Charles Williams. —
Will soltó un bufido, debió imaginarlo. Un paciente de Hannibal mas que se había convertido en asesino.
—Dime todo lo que sepas…— le pidió Will al fin.
—En sus conversaciones con papá hablaba mucho de una cabaña que tenía en el oeste de Virginia a la que iba cuando deseaba estar solo… quizás deberías intentar buscarlo ahí. — sugirió Abigail, sus palabras venían acompañadas del sonido de movimiento de papeles.
—Gracias Abigail. —
Will colgó de inmediato al escuchar aquello. Apenas Abigail se lo había dicho supo que esa era otra pista correcta.
No se preguntó que fue a hacer Abigail al viejo consultorio de Hannibal, ni que podría estar buscando allí. No había tiempo para eso.
Una parte de su mente le informó que Abigail lo estaba mandando de cabeza a un sitio peligroso. A enfrentarse a solas y con un asesino…
Pero eso tampoco importaba.
Ella sabía tanto como Will que este asunto era personal.
Lo bastante personal como para que Will ni siquiera se tomase la molestia de explicarle nada a Jack.
Buscó la dirección del sitio en la base de datos. La cabaña era una propiedad registrada a nombre de Melissa Jones, la hermana de Charles.
Will anotó la dirección y se marchó de la estación antes de que nadie se diera cuenta de nada. Todo lo que llevaba era su arma cargada. Quizás deseoso de usarla una vez más.
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—Al fin estamos en casa…— murmuró Billy el titiritero, mirando las sempiternas sombras que rodeaban la cabaña, producto del frondoso bosque que había alrededor.
Rodeó su auto y abrió el maletero, sacando de allí al hijo de la senadora.
El niño dormía un sueño agitado y posiblemente lleno de pesadillas, pero eso era lo de menos para Charles.
Lo llevó al interior de la cabaña y lo acomodó en uno de los sillones donde tantas veces se había sentado su hijo pequeño. Regresó al auto y sacó del maletero el resto de los materiales que usaría para la transformación de Dylan.
Muy pronto ese niño extraño sería apto para ser su hijo. Podría cuidar de él sin miedo ni problemas, sin gritos ni llanto ni sufrimiento.
El muñeco reemplazante pronto estaría terminado.
Cuando Will llegó al lugar, la cabaña misma se le antojó silenciosa y oscura como una tumba. Tan parecida a aquella que tenia Garret Jacob Hobbs…
—¿Lo ves? — preguntó la voz del difunto, justo al lado de su oído.
Will podía verlo por el rabillo del ojo.
Como siempre, lleno de balas… no había cambiado nada en los últimos 5 años desde su muerte. Por supuesto, Will no esperaba un cambio, el cambio estaba en él.
Ahora por fin era capaz de ignorarlo y seguir con su trabajo.
Y de responderle también.
—Lo veo…— susurró con voz queda, escuchando una suave risa proveniente de su acompañante. Aquel que no le dejaría jamás.
Creyó también ver la sombra del wendigo moverse entre los arboles mientras se acercaba furtivamente a la cabaña.
Todos estaban ahí con él ese día.
Will Graham se posicionó debajo de una de las ventanas y logró dar un vistazo dentro.
Toda la luz provenía de un par de velas colocadas en la estancia principal, las cuales iluminaron la espalda de quien sin duda era Charles Williams.
El hijo de la senadora estaba sentado en un sillón, de cara a la ventana pero con los ojos cerrados y presumiblemente vivo aun.
Will se acomodó para poder disparar. Solo tenia que darle por la espalda al monstruo y todo habría terminado.
Y sin embargo eso era tan cobarde.
El pensamiento de su accionar cobarde fue lo que, quizás, desvío un poco la trayectoria de Will cuando decidió jalar el gatillo.
Hannibal y Garret estaban con él allí esa noche.
Y a ambos siempre los había atacado mirándolo a los ojos. No quería que esta vez fuera diferente. No quería perderse la adrenalina y la diversión.
Esos pensamientos pasaron de manera fugaz por su mente consciente pero de manera mucho mas decisiva por la parte inconsciente.
La bala atravesó el cristal con un sonido que rompió la quietud del bosque nocturno, y dio al asesino en el hombro, haciéndolo soltar un quejido.
Will se escondió cuando el otro hombre sacó su arma y empezó a dispararle a la ventana.
Un contratiempo más. La diversión aun no acababa.
Escuchó pasos en el interior de la casa y después de los balazos, también escuchó el sonido de una puerta.
El agente saltó dentro de la casa por la ventana destrozada y con el arma por delante, pero solo quedaban las huellas de sangre del asesino. Se había llevado a Dylan con él.
Will salió rápidamente de la casa, siguiendo el sonido de los pasos e internándose en el bosque. Rápidos jadeos salían de su boca. Había olvidado la sensación que le producía la cacería. Mas aun sabiendo que se encontraba en una infinita desventaja y en terreno que era familiar para su presa.
—¡Ya es hora de que te detengas Charles! — le gritó Will a la oscuridad mientras recorría el bosque a la carrera como el depredador que era.
—¡No llegarás a ningún lado! —
—¡Se lo que le pasó a tu familia! — añadió Will, sintiendo como los pasos del asesino vacilaban un poco en algún sitio a su derecha, haciendo ruido sobre las hojas muertas del lecho del bosque.
Se dirigió hacia el sonido, aquella noche no había luna y era complicado de ver nada. Pero los sentidos de Will se encontraban plenamente agudizados en ese momento, por lo que era suficiente para él.
Will se detuvo por un momento, mirando a su alredor. Había llegado a un claro entremedio de toda la vegetación, y el sonido parecia haberse quedo enmudecido.
—¿Acaso puedes sentirte bien provocándole a otros padres el mismo dolor que sientes tu? — insistió Will, volviendo al ataque.
Fue entonces cuando sintió unos pasos a sus espaldas y supo que el asesino estaba detrás de él.
Aún asi no disparó, simplemente se dio la vuelta con lentitud.
Frente a él estaba Billy el titiritero. Con un brazo cargaba a Dylan, y con el otro apuntaba a Will con su arma.
—No les causo el mismo dolor. Por eso los mato... Para evitarles eso. — informó fríamente el hombre.
—Menos a los padres de Andy. No pudiste con ellos por que secuestraste al niño de la casa de tu propio sobrino. Y tampoco pudiste matar a la senadora por que ella no estaba en casa cuando te llevaste a su hijo… ¿Puedes imaginar lo que sienten esos padres ahora? — preguntó Will, bajando su arma lentamente.
La mano de Charles tembló levemente al escucharlo.
—¡No tenia otra opción! ¡Tu no lo entenderías jamas!—
—Nunca fue una opción matar a niños inocentes... Solo por que tu esposa era una suicida y mató a tu hijo en el proceso de quitarse la vida...—
Las palabras de Will eran frías, duras, crueles. La realidad explotando en la cara de alguien que intentaba negarla con todas sus fuerzas.
—No lo digas...— susurró Charles, apretando los ojos con fuerza y apuntandole otra vez a Will, esta vez a la cabeza. —¡No lo digas!—
Will supo que el arma estaba descargada, pero aún así tiró la suya propia al suelo y levantó las manos.
—Conoci un hombre como tú... Aunque le ocurría lo opuesto a ti... El comenzó a matar por que deseaba asesinar a su propia hija... Para evitar perderla... Tu en cambio solo deseas recuperar al tuyo propio... Pero este no es el camino... Jamás lo fue. Deja ir a ese pobre niño...—
Charles tragó saliva con fuerza, pero después negó con la cabeza.
—Todo fue mi culpa... Debí escuchar a Annie... Debí darme cuenta de que pedía ayuda a gritos... Debi demostrarle cuanto la amaba... Pero jamás puse la atención necesaria a mi familia... Y jamás tendré otra oportunidad... Por mucho que lo intente...—
Will tragó saliva con fuerza, algo nervioso. Él había estado tan cerca de perder para siempre a Hannibal y a Abigail...
Se preguntó si se sentiría como ese hombre si Abigail hubiera muerto en la cocina aquella noche terrible en la cual Hannibal escapó hacia Italia.
Después de todo... Hubiera sido tan culpable como lo era ese hombre por la muerte de su hijo. Quizás mucho más.
Se imaginó a si mismo por un segundo, asesinando chicas parecidas a Abigail, convirtiéndolas en muñecas.
Pero ese no era su destino. Ni lo sería jamás. Había conseguido arreglarlo todo a tiempo.
—Hubiera preferido mil veces morir en lugar de ellos...— susurro Charles temblando levemente, al parecer siendo consciente por primera vez en mucho tiempo de lo que había pasado. De lo que él había hecho.
—Todo lo que yo hubiera querido... Hubiera sido poder arreglar mis errores... Que afortunados son aquellos que tienen más de una oportunidad...— murmuró Charles, dejando caer el arma.
Se acercó a Will solo un par de pasos y luego dejó al pequeño Dylan sobre la hierba del bosque.
Sus ojos grises se clavaron en los azules de Will.
—Tu que tienes una familia, cuídala... A tu esposo... Al doctor Lecter. Y a tu hija Abigail.—
Will tragó saliva con fuerza, no se imaginaba por que ese hombre lo conocía, pero supuso que ese hecho estaba relacionado también con Hannibal.
—Sabes que si vuelves a fallar... Podrías terminar convirtiéndote en el muñeco del doctor. Ya se lo sugerí... Y lo desea. Por que si te conviertes en uno, entonces jamás podrás hacer nada para dañarlo. Y te quedarás por siempre a su lado. ¿No es hermoso?— una pequeña sonrisa carente de cordura apareció en el rostro de Eddie, y fuertes escalofríos bajaron por la espalda de Will.
—No te preocupes... Pienso demostrarle mi amor y mi arrepentimiento a mi familia, cada día que me quede de vida.— susurró Will.
—Bien...— Eddie suspiró y miró alrededor, cada segundo que respiraba sentía como si le quemase por dentro, pero al mismo tiempo era tan... Gratificante. —Que bien que se siente al fin detenerse... Pero...— su mirada gris enfocó otra vez a Will —No pienso ir a la cárcel...—
—No lo harás Charles.— murmuró Will, recogiendo su arma del suelo y apuntándole.
—Gracias...— fue la respuesta de Charles, la cual fue secundada por el poderoso sonido de un disparo quebrando la quietud de la noche.
Will contemplo a "Billy el titiritero" caer sobre el suelo del bosque, con un agujero en la frente. Y eso fue todo. Pero lo que ni Will ni nadie sabrían jamás, era que justo al momento en que la bala atravesaba su cerebro de lado a lado, Charles Williams, conocido con aquel infame seudónimo, había visto venir corriendo a su pequeño hijo entre los árboles.
Charles había abierto sus brazos, y por fin, luego de tanto tiempo, había podido abrazar a su muchacho.
Will se acercó a mirarlo, con la sangre escurriéndose debajo de su cabeza. La mirada fija, la sonrisa tranquila.
Aquel hombre atormentado por fin estaba muerto. Quizás de una manera demasiado piadosa. Quizás con una paz inmerecida. Pero muerto. Y a Will eso era lo único que le importaba.
Luego de tanto tiempo... Por fin había vuelto a recuperar aquella sensación que tanto extrañaba. Matar con un motivo claro...
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—Me pregunto que pasará... Cuando por fin... Lo sepan...— murmuraba Will en la noche del día siguiente luego de abatir a "Billy el titiritero".
El agente Graham se encontraba plácidamente acomodando en su sofá, abrazando a Hannibal que estaba sentado a su lado.
Abigail por su parte leia una novela, acomodada en el suelo, sobre la alfombra, al lado de ellos.
—Me hago la misma pregunta...— murmuró Hannibal acariciando el pelo de Will.
—Me han dado una mención honorífica y una medalla por mi desempeño y por salvar al hijo de la senadora... Si supieran... Si supieran la verdad...— murmuraba Will con una media sonrisa pensativa.
—¿Que el héroe del día del fbi es un asesino que planea escaparse con dos asesinos que aparecen en la lista de los diez más buscados?— preguntó Abigail.
Will soltó una risa y la despeinó —Exacto pequeña, exacto.—
Hannibal miró a Will y le hizo una leve caricia en la mejilla.
—¿Que aprendiste Will?— preguntó la voz suave y reconfortante del psiquiatra, casi en su oído.
—El valor de tener una segunda oportunidad...— murmuró Will con voz algo nostálgica —El valor de mi amor hacia esta familia... Y en qué la vida carecería de sentido si no los tuviera a ustedes.—
Hannibal esbozó una sonrisa, conforme por la sinceridad de esas palabras.
Will le dio un besito en la comisura de los labios a su doctor. Se sentía dichoso de haber podido enfrentarse a aquel asesino. Sabía que tenía razón, que siempre la había tenido. Billy el titiritero le había dejado una enseñanza tan importante como el legado que le había dejado Garret Jacob Hobbs.
Amar nunca bastaría si no demostraba ese amor con acciones.
Abigail se levantó, dejando su novela a un lado y los abrazó a ambos, permitiendo que ellos la abracen tambien.
Esos abrazos llenaban la vida de Will por completo, y ya no estaba dispuesto a perderlos por nada del mundo.
Asi que ahora todo lo que quedaba era encontrar el momento oportuno para marcharse de allí juntos... Y empezar una nueva vida.
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Hannibal
FanfictionWill es un agente del FBI capaz de empatizar con asesinos en serie para atraparlos, pero el precio de esta habilidad es perder poco a poco la cordura. El doctor Hannibal Lecter es el encargado de ayudarlo con los casos y de cuidar de su psique. Hann...